En la vuelta de Osvaldo Ardiles a la Argentina, Huracán perdió de local 1-0 ante Gimnasia. Escobar a los 10 minutos hizo el gol para el equipo de Falcioni, que se recuperó tras un mal arranque con Maturana y ganó su tercer encuentro consecutivo. Huracán, en cambio, que había empezado bárbaro con Mohamed, perdió por primera vez en Parque Patricios.

Generalmente los técnicos se van de los clubes cuando los equipos no andan bien, cuando los resultados no acompañan, y lo hacen con el argumento de descomprimir la situación. Y generalmente, también, el que llega provoca un cambio positivo, trabajando más en lo anímico que en lo futbolístico.

Esto es lo que está pasando en Gimnasia. El mismo equipo pero distinto al del inicio con Maturana. ¿Qué cambió Falcioni? Mucho. Se ve un conjunto más ordenado, firme y que, consciente de sus limitaciones, intenta ser práctico. Así sumó su tercera victoria al hilo.

En la otra vereda está Huracán. El mismo pero distinto equipo que hace pocos días llegaba a la Bombonera invicto y siendo la grata sorpresa del Apertura. ¿Cuánto cambió Ardiles? Nada. El ex Racing prácticamente pasó del aeropuerto a la cancha y el contacto que mantuvo con sus nuevos dirigidos fue mínimo.

En cuanto al fútbol, la diferencia estuvo en la gran actitud de encarar el partido que tuvo el conjunto visitante, que si bien terminó sufriendo sobre el final, siempre fue un poco más que el local. Como toda formación de Julio Falcioni, Gimnasia hizo de la pelota parada una de las principales armas para lastimar a su rival. Cuando la infracción era por la derecha, el envío lo hacía un zurdo –generalmente Domínguez– y cuando era del otro lado, le pegaba un derecho –Piatti o Salvatierra–. Entonces la pelota se cerraba y caía siempre entre el punto del penal y el área chica, lugar al que llegaban a la carrera Civelli, Gentiletti, Herrera y compañía de frente para marcar. Así llegó al gol, tras un tiro de esquina desde la derecha, que anticipó Civelli y Escobar, solo en el borde del área chica, empujó al gol ante la mirada de Barovero y de toda la defensa local.

Con la ventaja, Gimnasia se ubicó en el rol que más cómodo le quedaba: primero aguantaba atrás con un buen trabajo de sus centrales y la valiosa colaboración de sus dos mediocampistas defensivos, después salía rápido de contra por los costados aprovechando la velocidad de Piatti por derecha y de Salvatierra –la figura del juego– por izquierda. Y arriba trataba de lastimar con los atacantes.

Por el lado de Huracán, volvió a sentir, como en varios de los anteriores partidos, sus pocas variantes en ofensiva. Coyette no logra ser el conductor que el equipo necesita y en consecuencia depende mucho de lo que pueda hacer Sánchez Prette, quien ayer no estuvo preciso. Habrá que ver que sucede cuando Ardiles empiece, de manera real, con su trabajo.