DEPORTES
› EL EQUIPO DE GALLEGO GANO UN CLASICO CAMBIANTE Y ENTRETENIDO
Goleada roja con toque y punta final
Aprovechando los momentos favorables y sustentado en el peso de sus individualidades, Independiente desniveló un partido que tardó en decantarse. Gran segundo tiempo de Montenegro, autor de dos goles.Fueron expulsados Gaby Milito y Estévez.
› Por Ariel Greco
A Independiente, el negocio le salió redondo. Aprovechó el feriado para golear 4-1 a Racing y treparse a la punta del Apertura junto a Boca, River y Newell’s. Con un segundo tiempo brillante de Daniel Montenegro y varias otras individualidades en gran nivel como Guiñazú, Ríos y Franco, el equipo de Américo Gallego zafó de un momento complicado en la primera parte para terminar goleando y gozando con fútbol a su clásico rival.
Fue muy extraño el arranque del partido. Las acciones, lejos de sucederse por un desarrollo lógico, aparecían como golpes de efecto, tipo fotografías. En cada minuto surgía una incidencia que modificaba el estado de ánimo de cada equipo y no permitía ni siquiera vislumbrar qué rumbo tomaría el partido. A los diez minutos, Diego Milito, que en ese lapso ya pintaba para figura, sintió un tirón y debió dejar la cancha. Su reemplazante, Gonzalo Belloso, casi ni había tocado la pelota cuando Independiente sacó ventajas. Guiñazú escapó por izquierda y colocó un pase perfecto para Ríos, que tocó suave al gol ante la mirada de toda la defensa racinguista. Sin demasiadas razones reales de juego, porque ni siquiera había un dominio marcado, todo pintaba rojo.
Sin embargo, en un par de minutos se modificó el panorama: Gabriel Milito lo paró con un planchazo a Romero, y el árbitro Baldassi no dudó en expulsarlo. Ante esa circunstancia, el que tampoco dudó fue Gallego. Afuera Insúa, adentro Villavicencio, para rearmar la línea de cuatro. Pero la defensa de Independiente se durmió ante un tiro libre y Racing no perdonó. Belloso habilitó de taco a Peralta, que llegó hasta el fondo y tiró un centro preciso para que Romero cabeceara al gol. Al tacho la libreta de Gallego. Sin gol de ventaja, con un hombre menos y sin uno de los generadores de juego en la cancha. Por el contrario, ahora todo se teñía de blanquiceleste. Empate rápido, un jugador más y la sensación de que el fondo de Independiente era vulnerable. La mejor prueba fue el gol mal anulado a Estévez, por una posición adelantada inexistente.
Un breve resumen indicaba que en veintipico de minutos ya se podían contar un expulsado, dos goles, tres cambios, cuatro encontronazos (Gabriel Milito-Romero, Estévez-Leo Díaz, Estévez-Franco, AranoVillavicencio), cinco reproches de Estévez (al árbitro, al juez de línea, a los rivales, a sus compañeros, a sí mismo) y seis amonestados. Demasiados detalles para lo poco que se había jugado.
Recién a partir de los 30, el partido se terminó de armar. Gracias a la conducción de Sixto Peralta, Racing manejaba mejor la pelota y dejaba la sensación de tener más claro lo que pretendía, pese al efecto contraproducente del ingreso de Morigi por Rivarola. Con ese cambio, Romero pasó a jugar de carrilero por derecha y no se asoció más con Peralta, Bastía perdió protagonismo al compartir la mitad de cancha y Morigi no aportó nada ni en defensa ni ataque. Claro mucho tuvo que ver que en el mejor momento de los locales, Independiente golpeó con dureza. Franco le robó la pelota a Peralta y generó un contragolpe que Montenegro manejó perfecto. El ex jugador de Huracán habilitó con clase a Silvera, que no tuvo problemas para definir por un costado de Campagnuolo.
Independiente no tuvo inconvenientes en justificar la diferencia en la segunda parte. Con la sola premisa de aprovechar las grietas que regalaba el fondo de Racing, los visitantes comenzaron a generar situaciones. Montenegro se ofrecía siempre como receptor, libre de marcas, y a partir de su talento, el resto del equipo se movía sin fisuras. Si bien tardó más de treinta minutos en ampliar la ventaja, Independiente ya tenía todo bajo control. Racing perdió el orden, buscó con desesperación, pero sin ideas, y se expuso a lo que finalmente sucedió. Bastó con que los contraataques le quedaran a Montenegro para que la goleara se consumara. A partir de allí fue todo baile y fiesta roja.
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