DEPORTES › ARRANCO EL CONGRESO PLAY THE GAME, EN ISLANDIA
Expertos británicos aseguran que pese al crecimiento de la TV, para que el negocio se sostenga, los hinchas mantendrán su rol destacado en las canchas, incluso hasta con entradas gratis.
› Por Pablo Vignone
desde Reykjavik
Mientras en la Argentina el fútbol dominado por la omnipresencia económica de la televisión avanza hacia un futuro con espectadores cómodamente sentados o, directamente, sin hinchas en absoluto en las tribunas, la crisis de la principal industria futbolística del mundo, la de Inglaterra, muestra que el camino a seguir es, probablemente, el opuesto, como quedó expuesto en la primera jornada de la conferencia Play the Game sobre deporte y sociedad que se está desarrollando en esta ciudad, abrigando una esperanza para el rol de los fanáticos.
Las constantes pérdidas de los clubes de la Premier League están moviendo a sus dueños, la mayoría grandes inversores extranjeros, a extremar otras fuentes de recursos, al punto de que, según piensa el doctor Simon Chadwick, del colegio de negocios de Coventry, no será raro que en un futuro inmediato los hinchas ingresen gratuitamente a los estadios para contribuir con el marketing de los partidos para su venta por TV, Internet y otros tipos de comunicaciones móviles que se están desarrollando en Europa. “Los clubes necesitan el estadio lleno. Sin atmósfera, los clubes no pueden venderle los partidos a nadie”, opinó.
Inglaterra es un caso testigo en el fallido esquema del fútbol privatizado; lo que en la Argentina se sospecha con la experiencia Racing y su gerenciadora Blanquiceleste, los ingleses lo evidencian con una pletórica cantidad de pruebas. Tras una infructuosa movida para transformar los clubes en compañías públicas por acciones, los clubes más importantes del fútbol inglés cayeron en poder de ricos personajes en general extranjeros, como el ruso Roman Abramovich (Chelsea), el estadounidense Malcolm Glazer (Manchester United), el islandés Bjorgolfur Gudmundsson (West Ham) o el ex primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra (Manchester City), quienes, como apuntó Sean Hamil, del Colegio Birkbeck de negocios deportivos de la Universidad de Londres, “no son hinchas sino capitalistas, y lo que realmente les interesa es hacer mucho dinero”.
Aunque parezca mentira, dada la fantástica exposición del fútbol inglés a nivel mundial, esos inversores no están haciendo la diferencia que planeaban. De hecho, la Premier League perdió 565 millones de libras esterlinas (alrededor de 3000 millones de pesos) en las últimas temporadas, aunque redujo sus pérdidas de 153 millones en la temporada 2002/03 a “apenas” 69 millones de libras en la pasada liga. El Chelsea afronta un rojo cercano a los 300 millones de libras.
La ley Bosman de 1995, que permite la libre circulación de futbolistas por Europa, benefició a los jugadores pero obligó a los clubes a multiplicar sus presupuestos para pagarles salarios astronómicos: Carlos Tevez está ganando alrededor de 60 mil dólares ¡por semana! en el Manchester United. Esa, sin embargo, no es la auténtica causa del desastre en términos económicos. “El problema no es el producto ni los futbolistas –acota Hamil–. El problema es el gerenciamiento.” De los 92 clubes profesionales de las ligas inglesas (la Premier League y los campeonatos de primera, segunda y tercera división), 41 –casi la mitad– afrontaron la bancarrota en los últimos 15 años. “Es que las reglas del mercado y los objetivos del fútbol como deporte son esencialmente contradictorios”, opinó Hamil.
Según Brian Sturgess, de la Universidad de Bournemouth, los clubes construyeron estadios más grandes para aumentar la recaudación; Arsenal, el único de los grandes clubes ingleses que todavía no busca dividendos económicos como primera premisa, inauguró su nuevo estadio en el 2006 (con aquel partido que la Argentina perdió 3-0 ante Brasil). Pero esa ampliación, dominada por la necesidad de que todos los espectadores estén sentados (una conclusión a la que el fútbol inglés arribó tras la tragedia de Sheffield, en 1989, cuando murieron 96 hinchas en la tribuna), no contribuyó a mejorar la situación financiera general. “Para el negocio del fútbol, vale más la presencia del hincha en las tribunas, por lo que aporta al espectáculo, que el dinero que deja en la boletería por su entrada”, señala Chadwick.
En Londres, un club necesita 60 mil espectadores por partido para justificar la propiedad de su estadio. Para la mayoría de los inversores sería más provechoso vender los terrenos de las canchas a empresas constructoras. “Si los hinchas quisieran, la mayoría de los clubes dejarían de existir como empresas, porque no generan beneficios –sugiere Hamil– y las constructoras se quedarían con todos los terrenos para edificar. Por eso es que los hinchas tienen que involucrarse en el control de sus clubes.” Manchester United tiene 75 millones de fanáticos en China, pero eso no supone que las cuentas de la sociedad sean florecientes: ellos no pueden ir a Old Trafford ni aunque el ingreso sea gratuito. “Los estadios son un desperdicio de recursos, económica y moralmente”, opina Chadwick.
A 40 años de la victoria del ahora gerenciado Racing sobre el Celtic de Escocia, Hamil recordó una frase de Jock Stein, el entrenador de aquel equipo escocés. “El fútbol sin los hinchas es absolutamente nada.”
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