DEPORTES › OPINION
› Por Daniel Guiñazú
Las diferencias que hubo entre Javier Castillejo y Mariano Carrera fueron mucho más que boxísticas. El español ganó por nocaut en el 6º round porque, antes que nada, es un profesional serio y responsable. Si no, no podría a los 39 años de edad y con 19 temporadas en el campo rentado sobre sus espaldas, dar batalla todavía en el primer nivel internacional. Castillejo se presentó a la eliminatoria en Göppingen, Alemania, por el título mediano de la AMB, impecablemente preparado y peleó en consecuencia. Sin un talento que, por otra parte, nunca tuvo ni tendrá. Pero con todas sus energías de peleador frescas volcadas sobre el cuadrilátero.
En cambio, Carrera subió dando ventajas. Fue al pesaje del lunes excedido en 700 gramos. Y debió exigirse a fondo para calzar su cuerpo dentro los 72,574 kg límite de los medianos. A la hora del combate, pagó caro su descuido y el de todo el equipo que lo rodeó. Sin resto físico, flagelado por el esfuerzo que había hecho 24 horas para dar la categoría, no pudo aguantar la pegada de un boxeador que no pega y, en menos de 18 minutos, terminó sentado sobre la lona, bordeando el papelón, y sin nadie a quien echarle la culpa más que a sí mismo, a quienes lo rodean y a su desaprensiva y ligera manera de entender la práctica del boxeo. Lo sucedido es doblemente grave, porque otra vez Carrera fue víctima de un descuido. Y no es causal que los errores se reiteren. Es causal de un estado de cosas equívoco, en el que abundan los engaños y la autoindulgencia. Carrera perdió el título del mundo ganado hace menos de un año en Alemania ante el mismo Castillejo, porque alguien de su alrededor le arrimó una pastilla que contenía clembuterol y él la consumió sin siquiera cerciorarse de lo que tenía, si le podía hacer mal o bien. Asesorado por su padre, Eduardo, y su manager, Mario Margossian, eludió cualquier atisbo de autocrítica. Y supuso que todo se arreglaba cambiando de equipo y de aire.
Se lo suponía enfocado en su objetivo de volver a ser campeón del mundo, resuelto más que nunca a hacer buena letra. Pero la rotunda e inesperada derrota demostró que esas suposiciones no tenían asidero. Y que Carrera sigue siendo el peor adversario de Carrera. Ahora, su campaña ha vuelto al punto de partida. Ningún esfuerzo de reconstrucción valdrá la pena si no se entiende algo esencial: el boxeo demanda rigor, profesionalismo y seriedad en el ring, en el gimnasio y en la vida de cada día. Si no está dispuesto a comprenderlo, mejor que se dedique a otra cosa.
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