Boca vuelve a enfrentar a Atlas, con el que ya jugó en la fase de grupos de la presente edición de la Copa Libertadores. Pero esta vez serán partidos distintos, decisivos para seguir avanzando en la Copa. Esta vez, los jugadores lo saben y lo admiten, no habrá margen para errores.

En la Bombonera, en una noche en la que un veloz Rodrigo Palacio estuvo a la altura de las expectativas y fue el goleador que los hinchas sueñan, y con Riquelme repartiendo talento en la cancha, Boca se impuso ante los mexicanos con claridad y contundencia. Ganó 3-0, con dos tantos del delantero bahiense y un cabezazo de Palermo. Fue un partido raro, porque los mexicanos no estaban haciendo mal los deberes, pero de golpe, en una ráfaga, se desbarrancaron.

Sin embargo, en Guadalajara, sin Riquelme –lesionado—, fue Boca el que perdió el equilibrio. Comenzó ganando el conjunto de Brindisi, con un gol en contra de Cáceres. Después Boca buscó con decisión la igualdad y la encontró con un tanto de Battaglia. El empate dejaba a Boca en una buena posición para pasar a la segunda fase, pero el equipo de Ischia, que en ese momento sintió que se podía traer la clasificación, arriesgó y terminó pagando muy cara su osadía. En dos contraataques letales, el mismo Bruno Marioni que había pasado por Boca sin pena ni gloria, casi como un fantasma, liquidó el trámite mano a mano ante Caranta. El 3-1 terminó hipotecando la clasificación de Boca a ganar por goleada el último partido frente a Maracaibo.

Para viajar ileso a México, Boca debería ganar hoy por la mayor cantidad de goles posible, pero –eso sí– cuidando el cero en su propio arco como si fuera un tesoro. En el actual sistema de la Copa hay sobradas muestras de que cerrar una serie como visitante está lejos de ser un mal negocio.