DEPORTES • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
Algunos medios se hicieron eco de la aprobación del balance correspondiente al período 2007-2008. La información, engañosa, agregaba que la medida había sido adoptada por la comisión directiva la semana que acaba de terminar. El ejercicio en cuestión sólo quedará refrendado o será rechazado cuando lo trate la asamblea de representantes del club, el único órgano interno con atribuciones para cuestiones semejantes.
Ese es el examen más difícil que deberá rendir la gestión de Aguilar (con un antecedente reñido como la votación del balance anterior, 63 a 52). Esta vez, los números oficialistas arrojaron 1 millón y medio de superávit gracias a la venta de los derechos económicos del defensor Paulo Ferrari. Un viejo y remanido recurso al que, sobre el cierre de cada ejercicio, siempre echaron mano todas las comisiones directivas. Claro que debe agregarse: el déficit operativo mensual de 5 millones de pesos (cuando asumió Aguilar estaba en 1,5) y un pasivo que según los datos que maneja la oposición supera los 100 millones de pesos.
Para Aguilar, Mario Israel y los dirigentes que preaprobaron el balance en la comisión directiva (con ocho abstenciones), importó más el séptimo superávit consecutivo. Cuando se evalúan los números, no cuentan otras cuestiones que también deberían ponderarse. Por ejemplo, ¿cómo se llega a la cifra final? Resignando, ¿qué tipo de recursos? Poco parece importar eso en River. Sus divisiones inferiores ganaron este año siete títulos, fueron las mejores por lejos y seguramente ya hay quienes se frotan las manos con los dividendos que arrojarán esos pibes.
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