DEPORTES • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Fernando Krakowiak
En América Central el béisbol es pasión de multitudes, pero cuando en noviembre del año pasado visité Haití no vi ni siquiera a un chico bateando en las calles de Puerto Príncipe. Entonces me enteré de que los haitianos se inclinan por el fútbol y que la Selección Argentina tiene miles de fanáticos. Varios colectivos “tap tap”, el medio de transporte más popular del país, están decorados con enormes dibujos de Diego Maradona y Lionel Messi y las radios transmiten todos los partidos que juega nuestra Selección. Algunos relatores a Messi ni siquiera lo nombran. Cuando agarra la pelota sólo se refieren a él como “vous savez qui”, dejando en claro que su popularidad vuelve innecesaria cualquier presentación. Con Maradona pasa algo similar, aunque el año pasado algunos hinchas se sintieron dolidos cuando el técnico dijo, después del partido con Uruguay por las Eliminatorias, que si el equipo se hubiera quedado afuera del Mundial, él se tendría que haber ido a vivir a Haití, equiparando a la isla con una especie de infierno. La frase retumbó fuerte en ese “infierno” porque, paradójicamente, Maradona es una especie de Dios allí. Igual el fanatismo siguió intacto, a tal punto que la Iglesia Maradoniana debería ir pensando en radicar una filial en esa pequeña república negra fundada por esclavos.
Ahora bien, el equipo argentino no es el único que genera devoción en la isla. La selección de Brasil también tiene sus fans y hay “tap tap” con las caricaturas de Ronaldo y Ronaldinho. El presidente brasileño, Lula da Silva, supo capitalizar esta situación a su favor en agosto de 2004. En ese momento, Haití estaba al borde de la guerra civil y las bandas armadas jaqueaban a las fuerzas de las Naciones Unidas, conducidas precisamente por Brasil. Entonces, Lula llevó a la selección con sus máximas figuras para jugar un amistoso que sirvió para aplacar los ánimos. En la previa, incluso se disputó un partido entre combinados de Belair y Cité Soleil, dos barrios conflictivos, en los que residían bandas rivales.
La Selección Argentina ayer también aportó lo suyo al jugar contra Haití a beneficio de las víctimas del terremoto. El fanatismo que el equipo nacional provoca en la isla hizo que el amistoso fuera sin duda mucho más que una ayuda económica. Sería bueno que después del Mundial se jugara la revancha en Puerto Príncipe, con Messi y Maradona en esa tierra llena de locos por el fútbol que busca superar la tragedia.
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