DEPORTES • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
Parece un anacronismo, pero en el fútbol argentino hay un estadio que tiene el nombre de un emperador del siglo XVI. Se trata del Carlos V, por el rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque titular de Borgoña y archiduque de Austria, además de máximo regente del Sacro Imperio Romano Germánico. Julio Steverlynck, un empresario que llegó de Bélgica, le puso así a la cancha de Flandria, un club de Primera B que toma el nombre de lo que fue su próspera algodonera fundada en la década del ’20. En 1995 cerró definitivamente después de entrar en convocatoria de acreedores en 1989.
La tribuna local se llama Pedro de Mendoza en homenaje al fundador de la ciudad de Buenos Aires –quien también ocupó distintos cargos en la corte de Carlos V– y la visitante Diego de Luján, “en honor a un soldado español muerto a orillas del río que lleva su nombre”, como dice una página del equipo en Internet. El estadio se inauguró el 9 de julio de 1960 con capacidad para 4000 personas.
Cuando televisan algún partido de la B, en uno de los laterales de la cancha que da a campo abierto suele verse cómo pasta el ganado. Ese paisaje bucólico es su signo distintivo. El pueblo de Jáuregui que resurgió por su nombre después del cierre de la fábrica también se conoce como Villa Flandria. Steverlynck, dicen, buscó en el nombre de Carlos V –nacido en Flandes, Bélgica– una excusa para homenajear a su patria.
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