DEPORTES • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Julio Boccalatte *
Entre Ronaldo Luiz Nazario de Lima y John Jairo Tréllez, señala el mito, César Luis Menotti eligió al colombiano para Boca. Era 1994, y el brasileño se encargó con rapidez de mostrarle el error al Flaco: fue figura y goleador en las sendas victorias del Cruzeiro ante los xeneizes por la fase inicial de la Libertadores.
“Con Tréllez la pifié”, admitiría más tarde entre amigos el técnico. El colombiano no rindió, el equipo tampoco y Menotti volvió a irse, como lo había hecho años atrás, pero ahora declarado oficialmente un enemigo por los hinchas de Boca.
La elección, a juzgar por lo ocurrido, fue –en efecto– un error. Pero si el mito es cierto, peor error fue el descarte.
Ronaldo, entonces de apenas 17 años, disparó después su carrera hacia el PSV Eindhoven y, desde allí, edificó una imagen diametralmente opuesta a esta última ofrecida, penando con su cuerpo, peleando con los dolores, desatando la ira ingrata de los hinchas del Corinthians tras la caída por la Libertadores ante el modesto Deportes Tolima de Colombia.
Eléctrico, imparable, potente. Los calificativos se acumulan antes que se suceden en el repaso de su vida de futbolista; y ahora los videos y los programas especiales y el recuerdo vendrán a poner justicia ante ésta, la que llamó su “primera muerte”.
De un amor propio incomparable, Ronaldo se recuperó de aquel desplante de Menotti como se recuperó después del de otro argentino, el entrenador Héctor Cúper, quien lo descartó del Inter. El brasileño venía de una larga inactividad por lesión y muchos se precipitaron en retirarlo del fútbol profesional.
En el Real Madrid se reinventó, renació, y de aquella etapa quedan certezas no sólo de su energía sino también de su sensibilidad como Embajador de Buena Voluntad de la Unicef. “Cuando estuve en Kosovo, me subí a un helicóptero y vi las casas desde arriba. No tenían tejado, pero la gente continuaba viviendo en su interior. Me costó mucho desconectar de esa visión. Me recupero antes del cansancio físico que mental. Cuando salgo de lugares así y veo mis energías, me siento un privilegiado”, le contó al escritor español Juan José Millás, en ocasión de compartir una misión a Palestina e Israel.
Amigo de Javier Zanetti, uno de los ídolos de Juan Román Riquelme, uno de los últimos argentinos en atravesarle el corazón fue nada menos que Diego Maradona. Esta vez, en el buen sentido. La anécdota también se la contó a Millás: “Una vez fui a comer con Diego y yo había observado durante la cena que llevaba dos relojes. No me animé a preguntarle, pero a la hora de irnos me apartó y me contó que se los habían regalado sus dos hijas. Entonces se quitó uno y me dijo: ‘Tomá, Roni, te regalo éste, por lo bien que me recibiste y por lo buena persona que sos’. Me hizo llorar”, dijo entonces el Ronaldo jugador, del mismo modo que ayer lloró Ronaldo, ya leyenda.
* Periodista.
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