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Lo peor es “ser como ellos”
Por Diego Bonadeo
Si quienes deciden, decidieran de verdad decidir respecto del comienzo del Clausura 2002, no tendrían otra alternativa que revisar lo hecho e investigado respecto de las irregularidades que desde hace ya demasiado tiempo entorna la periferia del fútbol.
Está bien que, en su momento, el juez Víctor Perrota cometió la torpeza de entrevistarse con el “socio caracterizado” Santiago Lancry –reconocido barrabrava de Boca– a la vista y paciencia de algunas decenas de miles de espectadores en la Bombonera y que la restricción en el tamaño de las banderas era casi un formalismo naïve, pero de allí a dejar de lado todo lo actuado por el juez durante varios meses de trabajo solo puede ser tapado por el enorme paraguas grondoniano del “todo pasa”.
Todos los años por esta época, uno se pregunta lo mismo, respecto de lo que se ha hecho, respecto de lo que se dijo se iba a hacer para escaparle al gatopardismo, al terminar la temporada anterior. Y todos los años por esta época uno no tiene más remedio que contestarse lo mismo. Nada. Total, en los últimos meses no hubo muertos. Claro, no hubo muertos en las canchas, o cerca de las canchas. Como si los otros muertos, los del diciembre del fin de la siesta delarruista, no fuesen nuestros muertos también.
Y desde la motonáutica Secretaría de Deportes y Turismo se dice casi como cancheramente, algo así como que en la fecha prevista “la pelota empezará a rodar”. Semejante aserto solamente puede darle razón a las semipermanentes sinrazones de Juan José Sebreli y asociados, en aquello de que “el fútbol es el opio de los pueblos”. Como si el fútbol fuese el necesario analgésico para los dolores de la hambruna, la desocupación, el frío, el calor o el no llegar a fin de mes. Como, por otra parte, si los hambreados, los desocupados, los sufrientes del frío o del calor o los que no llegan a fin de mes seguirán consumiendo fútbol, abandonando piquetes, cortes de ruta, corrales a bancos, repudios a los cortesanos de la suprema o a los políticos corruptos.
Como se ha escrito en columnas parecidas a ésta en Página/12 en los últimos años por esta época, el campeonato de fútbol no debe comenzar porque ninguna de las condiciones que tantas veces llevaron a su interrupción fueron modificadas, aunque no antes, como si ahora, la situación de la Argentina obliga a repensarse casi todo. Es que el fútbol no es una isla cuando no les conviene. Pero sí lo es cuando sí les conviene... A ellos, por supuesto. Y como maravillosamente lo escribe Eduardo Galeano, con chanfle y parábola al segundo palo, lo peor es “ser como ellos”.
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