DEPORTES
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No hay chance de ganar
› Por Pablo Vignone
Si es cierto que lo único que importa es ganar, ¿para qué jugar este torneo? Ninguno de los protagonistas genuinos del espectáculo afronta la más leve posibilidad de sentirse vencedor. ¿Los jugadores? Les deben tanto dinero que ya están pensando, otra vez, en parar el fútbol. Por ahora son conversaciones de pasillo en Agremiados, pero el cotorreo es real. ¿Los clubes? Si el campeón es uno de los grandes, la repercusión económica que despierte el éxito será una gota en un desierto: Boca debe 45 millones de pesos, River cerca de 50, San Lorenzo 44, Independiente se acerca a esa cifra, de Racing ni hablemos... (En Chile, Colo Colo quebró porque debía 20 millones). ¿La tele, aunque no sea un protagonista verdadero del fútbol? Para ellos también se acabó la fiesta, ya no quedan auspiciantes, solo escasos abonados codificados.
Los ganadores del fútbol han venido siendo, de un tiempo a esta parte, tres sectores parasitarios, y sobre esas gangrenas apenas si se han aplicado paños tibios:
Los empresarios, un mal necesario para muchos actores del fútbol, recaudan la parte del león, sin ponerse los cortos ni tirar un corner. ¿Que arriesgan su capital? A su existencia la justifica solamente el afán de algunos venales de hacer diferencia, retorno, o como quiera llamárselo. El caso reciente del pibe Cuba (primero a Independiente, después a San Lorenzo, ahora parece que otra vez al Rojo) cuantifica este proceder.
La policía, cuyos operativos de seguridad han resultado una lucrativa caja, como ha quedado demostrado en investigaciones judiciales. En 2001 se pagaron siete millones de pesos en esos operativos. Ahora se dice que el costo bajó el 20 por ciento, pero por otro lado se informó que el RacingArgentinos del viernes lo controlaron 400 efectivos en lugar de los 600 habituales; la cuenta directa da un 33 por ciento menos de efectivos. En resumen: ¿no se está cobrando más por efectivo dispuesto?. Sospechosamente, hubo disturbios que pararon el partido durante 20 minutos.
Los barrabravas, punteros asalariados de los clubes, son los otros beneficiados. Los dirigentes los ningunean ante la Justicia pero practican el clientelismo con las fuerzas vivas de la tribuna y su aceitado proceder. Sobran los ejemplos en otros ámbitos de la vida nacional como para negar su existencia y despropósito.
¿Sirve entonces jugar este torneo? Podría ser útil si moviliza, en alguna mínima medida, una ilusión, si ofrece un respiro de 90 minutos a la angustia cotidiana. Pero, la verdad, éste es un argumento que nos cuesta creer cada vez más. Porque sería bueno saber cuándo los hinchas de fútbol llevarán a cabo su primer cacerolazo de protesta.
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