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• SUBNOTA › WASHINGTON, LONDRES Y MADRID CERRARON AYER LAS NEGOCIACIONES
El fin anunciado de una cosa llamada ONU
“Ha quedado cerrada la ventana diplomática”, sentenció el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer. La crónica de la guerra anunciada que comenzó a escribirse hace cuatro meses en el Consejo de Seguridad de la ONU finalmente terminó. Ante la falta de un nivel mínimo de votos dentro del organismo y la seguridad del veto francés y ruso, Estados Unidos, Gran Bretaña y España retiraron el proyecto de segunda resolución que originalmente iba a ser sometido a votación y terminaron con el ciclo iniciado en noviembre con la “primera” resolución, la 1441, que habla de “graves consecuencias” en caso de que Irak “no muestre plena cooperación con los inspectores de desarme de la ONU”. De este modo, el proyecto del Departamento de Estado norteamericano para la legitimación internacional de la guerra quedó convertida en apenas una interpretación, particular y poco compartida, de que “serias consecuencias” significa “guerra”. Todo el personal de la ONU, incluidos los inspectores, ya recibieron órdenes de abandonar Bagdad.
“Después de nuevas discusiones con los miembros del Consejo de Seguridad a lo largo del fin de semana y en las últimas horas, concluimos que un consenso del Consejo no sería posible sobre la base de la resolución 1441. Un país en particular subrayó su intención de vetar todo ultimátum cualesquiera sean las consecuencias”, declaró el embajador británico ante la ONU, Jeremy Greenstock, a la sazón uno de los principales responsables de acercar la posición de Estados Unidos con la de ese “país en particular” llamado Francia. Involuntariamente irónico, agregó: “De todos modos, el proyecto de resolución sigue sobre la mesa”.
Un diplomático que pidió el anonimato describió la situación de este modo: “Estados Unidos y Gran Bretaña decidieron ir a la guerra sin la ONU, pero no contra la ONU”. Para la diplomacia anglonorteamericana, una cosa es declarar un ultimátum contra Saddam Hussein pasando por alto o interpretando a su modo las resoluciones de la ONU, y otra distinta es hacerlo con el voto explícito en contra de la mayoría del Consejo de Seguridad. El embajador norteamericano ante la ONU, John Negroponte, dijo ayer que no sólo la resolución 1441, sino también la 678 del Consejo de Seguridad de 1991 sirven como bases legales para la guerra. El canciller ruso Igor Ivanov, cuyo país también hubiera ejercido el poder de veto junto a Francia, se apuró a subrayar que pasar por alto a la ONU no es tan distinto a ponerse en contra de ella. “Bajo estas condiciones, el uso de la violencia contra Irak, sobre todo en base a las resoluciones de Naciones Unidas, carece de todo fundamento legal”, declaró.
En el recuento final de apoyos, Estados Unidos puede contar para su guerra con los patrocinadores de la segunda resolución que nunca vio la luz (Gran Bretaña, que aportará tropas, y España), más Bulgaria; o sea, cuatro de los 15 votos del Consejo de Seguridad. Fuera de él, la “nueva Europa” bautizada por el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld, es decir los países del este europeo, apoyan la ofensiva sobre Irak. En Europa, apoyan también Portugal (anfitrión de la reciente cumbre de las Azores) y sobre todo Italia, cuyo premier Silvio Berlusconi recibió ayer una carta firmada por George Bush asegurando que Estados Unidos aprecia el apoyo italiano, “un gesto que no olvidaremos”.
Como gastada final de esta crónica de la diplomacia fallida, el Consejo de Seguridad resolvió ayer mantener la reunión que realizará mañana a nivel de cancilleres para estudiar el programa de trabajo de los inspectores, que ya no estarán para entonces en Irak. La iniciativa procedió del bloque antinorteamericano: Francia, Alemania, Rusia y China. “Bueno, será en estas circunstancias sobre todo un encuentro académico”, declaró con ironía, ya no involuntaria, el británico Greenstock. Con las bombas a horas de caer sobre Bagdad, no sería aventurado sugerir que dicha reunión quedará suspendida. Y con ella, el papel del Consejo de Seguridad de la ONU en el nuevo orden mundial proyectado por la administración Bush II.
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