DEPORTES • SUBNOTA
› Por Pablo Vignone
Si el fútbol argentino tuviera algo de autocrítica pondría en remojo ese pregón acerca de la cerrada competitividad del campeonato de Primera: con una campaña lejos de ser brillante, con cuatro derrotas en 18 partidos, con un promedio de gol de 1,55 por partido, con mayoría de victorias 1-0 y 2-0, aun así Vélez se consagró campeón de un torneo de una sola rueda con una fecha de anticipación...
A Vélez le alcanzó con una buena dosis de regularidad y una receta tan veterana como el fútbol mismo para salir campeón, una consagración totalmente merecida. Los delanteros la mandaron adentro. Está tan caído el nivel futbolístico que para establecer la diferencia alcanza con que los que tienen que hacer goles los conviertan.
En algún momento fue Racing, en otro Boca, un largo rato fue Newell’s el que comandó el torneo, desde los números o en las intenciones. Inclusive, hasta se llegaron a discutir los presuntos beneficios de la cesión del protagonismo –Racing fue el caso más evidente, pero no el único– como medio más inteligente para acceder a la victoria.
No es que Vélez haya permanecido agazapado. Le tomó algunas fechas armarse, volverse el equipo balanceado que hace llegar la pelota al arco rival en tres toques, un sello característico del ciclo Gareca; y hasta la jornada 10ª, algo más de la mitad del torneo, había perdido uno de cada tres partidos y estaba a cinco puntos de la vanguardia.
En 12 fechas, el conjunto de Liniers había convertido 16 goles (promedio 1,33), pero el goleador era Lucas Pratto, uno de los dos delanteros del equipo. Y bastó que a partir de la siguiente jornada comenzara a acertar el otro delantero del equipo, Facundo Ferreyra (foto), para pegar el salto. El ex Banfield, que hasta ese momento sólo había convertido dos tantos (en la victoria 2-1 sobre San Lorenzo), anotó 9 goles en los últimos seis partidos (promedio 1,5 por encuentro), y sólo no convirtió en la derrota 0-1 ante Boca.
Los dos atacantes, entonces, anotaron 17 de los 28 goles de Vélez, el 60 por ciento de los tantos del campeón. Cada vez que pudieron, la mandaron adentro. En el rush final –siete victorias en ocho partidos– sólo dos de los 14 goles del equipo no fueron anotados por los delanteros: Cabral marcó el tanto del triunfo ante Tigre (en la 11ª fecha) y Tobio marcó otro en la goleada 5-1 sobre Arsenal (la victoria más abultada del campeón), en la 13ª.
Conceptualmente es indispensable –¡que los delanteros hagan lo que tienen que hacer!–, pero en esta práctica cotidiana de futbolistas sin técnica y entrenadores sin audacia, bastó para trazar la diferencia.
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