DEPORTES • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
Queda más o menos claro ahora el porqué de tantas idas y venidas. La razón de la falta de respeto a la palabra dada. La pobre demostración de Boca del miércoles por la noche movió a reacciones histéricas por parte de los medios (“la clasificación pende de un hilo” llegó a escucharse), pero entre tantas teorías disparatadas la que sugiere que Juan Román Riquelme cambió de idea y volvió para salvar a Carlos Bianchi tiene asidero.
Parecía que Riquelme había sido el único en no escuchar al pueblo de Boca en el Bombonerazo de diciembre, cuando se pidió su regreso y el del entrenador ocho años ausente. Escuchó el presidente Angelici, y se tragó el sapo. Escuchó Bianchi, y sacó a remate su prestigio. Riquelme, que alguna vez hizo la del Topo Gigio demandando ser escuchado, ignoró entonces ese reclamo, y lo ignoró hasta que vio algo que no le gustó, como Carlos Reutemann, sólo que su reacción fue opuesta a la del senador santafesino una década atrás.
Riquelme no decidió volver porque vio jugar mal unos partidos a Boca, lo que puso en palabras y le mereció una cuota adicional de rechazos. De hecho lo vio jugar así durante casi toda la segunda mitad de 2012, cuando no quería ni podía ya convivir con Julio Falcioni, y no movió un dedo. Parece haber decidido, ahora, volver a calzarse la camiseta porque ve al equipo jugar mal, intentando jugar como a él le gusta. Ambicioso y agresivo, adelantado en el campo, ejerciendo una concepción más orgullosa del protagonismo; sabe que, en esa empresa, Bianchi resignó parte de su credo futbolero, una porción importante de la receta que lo llevó a tener tanto éxito como entrenador de Boca.
Más allá de los problemas futbolísticos puntuales que aquejan a este Boca versión 2013 que el entrenador no logra armar –la falta de un lateral derecho, la endeblez de la zaga, la carencia de un playmaker concreto hasta que JR se ponga a punto–, lo que está en juego, evidentemente, es la concepción general de cómo sacar a Boca de la crisis futbolística que terminó promoviendo aquel Bombonerazo. Bianchi busca inyectarle una audacia inusual a su proyecto, pero la intención queda manca. Y Riquelme, que ve el fútbol como pocos futbolistas –y, seguro, como ninguno de sus colegas que lo critican veladamente–, lo advirtió. No hace tanto tampoco, pero ya se embarcó en este operativo de salvataje. Al técnico lo respeta; ahora, además, lo admira.
Por eso quiere salvarlo a Bianchi y, de paso, salvar al club del que es enamorado confeso. Seguir los avatares de esta aventura será de lo más entretenido de este 2013 futbolero.
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