Daskal cuenta en su libro la curiosa historia de la Barra de la Goma, de San Lorenzo, que convocaba a “organizarse inscribiéndose bajo la tribuna techada del Gasómetro, donde se les hará entrega de un pin identificatorio, una cachiporra y una goma para llevar adelante su cometido...”. Se apoya en el número de La Cancha del 20 de mayo de 1933, donde se publica una nota que mandó ese grupo de hinchas, precursor de los que ahora, organizados, instituyeron la cultura del aguante en esta época.

“Como deseamos ser leales en todo tiempo, y no queremos sorprender a nadie, damos este aviso previo a los hinchas de los clubs contrarios, a los jugadores y a los referís, advirtiéndoles que estamos orgullosos del cuadro que este año hemos presentado [...] Quedan, pues, avisados todos y cada uno, pues seamos locales o visitantes, nos haremos respetar, por cuanto preferimos la clausura de la cancha antes de ver raleadas la filas de los jugadores y disminuidas nuestras chances en el campeonato por la acción criminal de ciertas bestias con camisetas de colores llamativos. Si nuestros adversarios quieren buen fútbol, se lo brindaremos, pues tenemos algunos maestros en el cuadro, y si prefieren leña, la repartiremos a discreción e incluso a domicilio. Elijan, que habrá para todos los gustos.”

Hace ochenta años se amenazaba desde las páginas de La Cancha. Hoy las barras no necesitan una invitación para pelear. Se matan sin previo aviso.