DEPORTES • SUBNOTA
Un momento decisivo en el match fue, sin duda, la secuencia de desaciertos que se vio en la jugada 26 de la sexta partida. Carlsen cometió un error infantil que arruinó la leve ventaja posicional que había conseguido. Mientras disimulaba el yerro con “cara de poker”, observó cómo Anand le devolvía la gentileza y omitía un sencillísimo sacrificio ganador. El noruego se repuso del error y terminó por vencer a Anand en doce jugadas más. Se cree que esa partida influyó en la performance posterior del jugador indio.
Pero, ¿son tan comunes en el ajedrez esos errores garrafales, equivalentes –en el fútbol– a errar un gol delante del arco vacío? Si bien es difícil rastrear equivocaciones de esa magnitud en las numerosas partidas entre jugadores de elite, la tensión y el estado nervioso que se experimenta en un match por el título mundial favorecen el error. Entre esos antecedentes, uno de los más memorables es el de Steinitz vs. Chigorín, en 1892, cuando el ruso omitió un jaque mate en dos jugadas, lo que le habría permitido igualar el match.
Ochenta años después, el enorme Robert Fischer cometería un error de principiante en la primera partida del histórico match contra Boris Spassky, al capturar un peón “envenenado” (porque implica el encierro y la captura de la pieza) y perdió un final que se encontraba igualado hasta ese momento. Más cercano en el tiempo, en la undécima partida del segundo match que disputó frente a Garri Kasparov, Anatoli Karpov permitió un sacrificio de dama que lo llevó a la derrota en sólo tres jugadas más.
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