DEPORTES
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Un mensaje futbolero difuso
› Por Adrián De Benedictis
La Selección Argentina despidió el 2003 exhibiendo un mensaje futbolístico difuso. La presentación del equipo en Barranquilla transmitió la sensación de que la situación no parece estar tan clara. Más allá de que ante Bolivia el seleccionado no mostró un nivel superlativo, Argentina siempre buscó los caminos para tratar de desnivelar a un rival que sólo apostó a protegerse en la zona defensiva. Pero la mayor sorpresa fue la idea que dejó el conjunto de Marcelo Bielsa ante Colombia. El primer punto se centró en la inclusión de Diego Placente por Andrés D’Alessandro, en relación con el encuentro ante los bolivianos. Si bien se puede considerar que Argentina tomó una postura clásica con cuatro defensores y un armador de juego, la salida de un generador de circuitos ofensivos se sintió claramente.
La decisión del director técnico evidenció los recaudos que Argentina asumió, frente a un rival que estaba sumergido en una crisis severa. Esas vacilaciones se trasladaron a la cancha y los jugadores no demostraron el síntoma mínimo de seguridad y convicción. Seguramente, el bajo nivel que expusieron algunos futbolistas está afuera de cualquier determinación del entrenador, pero si a ese factor se le suma la falta de un rumbo exacto, la combinación resulta terrible. En definitiva, se sobredimensionó a un rival que estaba casi derrumbado y que finalizó, al menos, poniéndose de pie.
Como el próximo reencuentro de este plantel volverá a ser en marzo del año próximo para recibir a Ecuador, el tiempo será el mejor aliado de una Selección donde algunas presencias ya son miradas con mucho recelo. Precisamente, cuando Bielsa y la mayoría de estos jugadores intentan volver a tener la aceptación del público, estos pasos en falso sólo consiguen alejar más aún el respaldo general y transforman todo el entusiasmo previo en bronca desatada.
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