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Federación destruida
Hussain Saeed Mohammed, el presidente de la Federación Iraquí interina, tiene dos problemas que resolver: cómo reconstruir la Liga y cómo retener al entrenador Stange, que no cobra su sueldo desde febrero. “Nuestra preocupación es encontrar la forma de conservarlo”, señaló.
“No voy a claudicar tan fácilmente –asegura Stange–. Tengo un equipo fantástico, adoro mi trabajo y no voy a abandonarlo sólo porque las condiciones sean difíciles. Pero necesito ayuda. Por eso hice escándalo y obtuve resultados: me invitó a conversar el administrador estadounidense Paul Bremer”, explicó.
“Nos quedamos sin nada –relata Mohammed–. Las oficinas, los estadios, todo estaba destruido. Y ya no teníamos dinero.” La guerra abatió el edificio del Comité Olímpico iraquí, en la avenida palestina, en cuyas oficinas funcionaba la federación.
“Ahora funcionamos en tres salas que nos presta un club”, cuenta Mohammed. La FIFA aportó 720 mil dólares para un nuevo edificio.
“Cuando el fútbol vuelva a ser algo natural en Irak, eso significará que hemos regresado a la normalidad –opina–. Cuando esté garantizada la seguridad de los espectadores, de los futbolistas y de los árbitros, entonces podrán reanudarse los encuentros.”
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