DEPORTES • SUBNOTA › EL úNICO LOGRO DE BAUZA FUE LA VUELTA DE MESSI
El mal momento de la Selección no es inesperado si se repasa el contexto que lo acompaña, con una AFA cuyo presente institucional y económico es un berenjenal sin remedio.
› Por Gustavo Veiga
Si algo puede salir mal, saldrá mal. La Ley de Murphy bien puede aplicarse a la Selección, como si hubiera estado predestinada a la derrota. Una caída que nadie previó porque se partió de un error de concepto. Bauza no la esperaba porque se basó en una recuperación futbolística que los antecedentes no avalan. Sin Messi en la cancha, con una defensa remendada y una propuesta de juego en la que el técnico todavía no acierta, era obvio que se podía perder en casa y contra Paraguay. Por primera vez en la historia de las Eliminatorias. Pero nos quedamos cortos si suponemos que la clasificación al Mundial de Rusia entró en una zona de turbulencia y que el resto, a su alrededor, se encamina por el sendero de la transparencia. En el fútbol argentino todo tiene que ver con todo. Si su vida institucional, económica y su propia organización siguen en un berenjenal sin remedio, el presente de nuestro equipo-bandera contribuye a aumentar la sensación de zozobra. Estamos mal, pero podemos continuar peor. Y eso cabe para todo lo que ven nuestros ojos.
Ahora resulta que al entrenador se le cae encima como el máximo responsable de lo que el seleccionado no muestra: una idea a la cual asociarse por convicción, circuitos de juego, equilibrio y ejecutores adecuados para plasmar todo en poco tiempo. Se pide con cierta timidez su cabeza, que parece atada a los próximos partidos contra Brasil y Colombia. Se nota en las opiniones de la calle, la intolerancia de los foros virtuales y en esa sensación que se respira en el día a día de las Eliminatorias. Falta mucho, es cierto, pero el hombre común sobre el que escribía con maestría Osvaldo Ardizzone tiene un criterio formateado por los resultados pero también por el juego. Sobre todo con la Selección.
Si fuera por los primeros, Bauza está 50 y 50. Una victoria, dos empates y una derrota. Aunque hace tres partidos que la Selección no gana y sacó dos puntos sobre nueve posibles contra tres de los cuatro rivales que cierran la tabla de posiciones: Venezuela, Perú y Paraguay. Este detalle es el que más preocupa de sus números. Pero en perspectiva inquieta mucho más cómo juega su equipo. No tiene identidad ni una propuesta nítida. En este punto nos alejamos por un instante del camino hacia el próximo Mundial. Tenemos que acercarnos a todo lo que rodea a la Selección, incluso a lo que pasó hace tres meses. No corre aquello de lo pasado, pisado. Porque así estaríamos exculpando a los dirigentes que provocaron la renuncia de Gerardo Martino y salieron después a la búsqueda desprolija de su reemplazante.
Hay que tener memoria. A Bauza lo eligió la comisión normalizadora que lidera Armando Pérez. Era la opción más potable entre otras –Miguel Angel Russo, Ramón Díaz–, pero la convicción que prevalecía apenas se alejó Martino había sido bien diferente: tentar a Jorge Sampaoli. Un entrenador de la escuela de Marcelo Bielsa, como el Tata. Incluso hasta se evaluó su contratación como técnico part-time, ya que acababa de ser contratado por el Sevilla español. El delegado del gobierno nacional y su gente no se atrevieron a tanto.
El mayor éxito que tuvo Bauza desde que asumió en la Selección ocurrió afuera de una cancha: convenció a Messi para que volviera. El mejor jugador del mundo había renunciado después de la Copa América Centenario. Ahora depende de él para enderezar un barco que parece escorado, sin rumbo y, vaya paradoja, un barco que el técnico quería sacar de la messi-dependencia. Está claro que si pretendía evitarla, si buscaba otras opciones para que el jugador del Barcelona pasara más inadvertido en su ausencia, ahora se reforzará aquella idea.
Corremos el riesgo de que la Ley de Murphy nos incite a pensar negativamente. Sería como suponer que, si el fútbol argentino está mal, podría seguir igual o peor. Y eso incluye a sus campeonatos insólitos, sus cuentas en rojo, un proyecto de saneamiento del que no se habla, el Estado que se entromete para favorecer negocios de capitalistas amigos y por supuesto a esta Selección que no ilusiona ni con un segundo puesto de la etapa anterior. Más bien, ruega por mantener su quinto lugar en la tabla que la clasifique al repechaje para ir al próximo Mundial.
Si la crisis de juego y resultados de la Selección encendió una alarma, es porque es hija de otra crisis –más severa– que empezó en la AFA.
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