Mar 18.06.2002

DEPORTES • SUBNOTA

Senegal no queda en Barracas

Por Carlos Polimeni

El notable Pape Thiaw encaró hacia afuera, como un centrodelantero que busca llevarse la pelota hacia la derecha del ataque. Tres suecos enfilaron hacia él, dispuestos a encerrarlo. Pape Thiaw taqueó la pelota para atrás, hacia un hueco por donde apareció como un tren Henri Camara, que ya había marcado el primer gol. Camara amagó ir hacia la izquierda, y salió a la derecha, con una repentización maravillosa, que simplificó toda la jugada. El disparo salió mordido, pero ni en sus sueños de emperador el arquero Magnus Hedman pudo contener la pelota, sobre todo porque olvidó tirarse hacia el costado y se desparramó hacia adelante. Fue gol, claro. Un gol de oro, bordado por unos jugadores africanos en estado de gracia. Senegal se convertía así en candidato al título del Mundial y dejaba afuera a un equipo de Suecia que sintió lo mismo que la Argentina la semana pasada, aunque una ronda más adelante.
Hace quince días era casi imposible pensar que millones de hinchas argentinos iban a estar envidiando el talento y la clase de los jugadores de Senegal, pero eso está ocurriendo, ahora que los papeles se quemaron y va perfilándose un conjunto de nuevas realidades en el fútbol mundial. Senegal tuvo una suerte que a Argentina se le negó: una extraordinaria jugada de Anders Svensson –sí, el del tiro libre– pegó en un palo del arco que defendía el senegalés Silva cuando el partido estaba para cualquiera. Pero además de suerte, Senegal tiene juego, elegancia, desparpajo, frescura, ilusión, audacia, huevos e intérpretes. Fadiga, Bouba Diop, Thiaw, Camara y El Hadji Diouf fueron mucho más delanteros en este Mundial que los híper cotizados Batistuta, Crespo, Piojo López, Trezeguet y Henry. Quizá porque tienen hambre de gloria. Tal vez porque además de concentración juegan con relajación. Acaso porque juegan con la irresponsabilidad que es esencial para un delantero. A lo mejor porque tienen un técnico que se limita a disfrutarlos, después de haberlos elegido.
En uno de los peores reflejos de la concepción argentinocéntrica del fútbol, hace ya demasiados años alguien inventó el concepto de “la nuestra” para identificar una forma de jugar bien. “La nuestra”, se dice, es poner la pelota al piso, hacerla circular de tal manera que corra más que los jugadores, buscar por abajo, ganar en base a habilidad, gambeta y toque corto. “La nuestra” es la que jugaron los grandes equipos brasileños de toda la historia. La nuestra es el repertorio de todos los grandes intérpretes del fútbol, desde Beckenbauer, Zidane y Cruyff hasta Puskas, Overath y Eusebio, pasando por Gento, George Best, Gianni Rivera y Krol. “La nuestra” es un ideal de identidad: el caño que Diouf le tiró ayer a un sueco sobre la izquierda, cuando las papas quemaban. “La nuestra” no es “la nuestra”: es la de todos los que juegan bien. Para los argentinocéntricos “jugar bien” equivale a haber nacido en Barracas.
Pero para que algunos hagan “la nuestra”, en cualquier equipo del mundo, siempre hubo otros que hicieron “la de ellos”, es decir marcar, cortar, morder, pisar. Passarella, Gallego y Ardiles, comiéndose a los rivales en el equipo del ‘78, todos trabajando, con Giusti, Batista y Enrique a la cabeza, para que Maradona crease en el del ‘86, los burros del fondo -¡como olvidar las patadas de Ruggeri!– sustentando al supuesto dream team del ‘94 (se comió cinco ante Colombia, fue eliminado por Rumania y Bulgaria), fueron el sustento obligado de “la nuestra”. Discutir sobre “la nuestra” vs. el resto del mundo es un ejercicio de estilo, y acaso una confrontación ideológica, pero no una realidad futbolística.
Sin embargo, es notable cómo en un fútbol argentino en virtual estado de asamblea de lobbies tras el bochorno de la eliminación saltan por aquí y por allá las voces interesadas, y hasta ayer calladas por los resultados, invitando a pensar que la respuesta está siempre en un pasado estático, un supuesto manantial de donde habría que volver a beber. No es así: los partidos por jugar no repetirán ningún partido ya jugado. Una cuota de humildad nos llevaría a entender, también, que más que “la nuestra” tenemos que jugar “la de ellos”. La de Fadiga, Bouba Diop, Thiaw, Camara yEl Hadji Diouf, que si son eliminados se irán del Mundial con la cabeza alta y la conciencia tranquila. Segurísimos de que nadie les quitará lo bailado.

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