DEPORTES • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
La experiencia de Boca que, puertas afuera del club, prestará su nombre para que miles de chicos se acerquen a las escuelas homónimas, no es un modelo que tiendan a imitar otros clubes. River, por ejemplo, tiene un área destinada al fútbol infantil con espíritu recreativo, pero funciona dentro de sus propias instalaciones. La escuela “no está gerenciada ni franquiciada”, aclaran en el club al que la Justicia acaba de levantarle la clausura por los incidentes que había provocado su barra brava.
En Vélez, ocurre otro tanto. El espacio destinado a los más chicos para el fútbol recreativo y no competitivo es gratuito hasta los 5 años. A partir de esa edad, los socios deben pagar 20 pesos por mes para asistir a la escuela que en el pasado llevaba el nombre de Pedro Larraquy, un ex volante central que fue ídolo en la década del ’70. Lanús es otro club cuya política está en las antípodas de Boca y en su polideportivo hay una escuelita de fútbol que cuesta alrededor de 15 pesos por mes, según informaron en su sede social. En otras instituciones los aranceles también son bajos y como alternativa a ellas quedan las que funcionan en los clubes de barrio y aquellas que abrieron futbolistas ya retirados que aún pueden capitalizar su nombre.
Cinco ex jugadores de Boca se adelantaron al club hace unos diez años. Carlos Navarro Montoya, Walter Pico, Diego Soñora, José Luis Villarreal y Hugo Musladini inauguraron una escuelita y modernas canchas de Fútbol Cinco en Francisco Beiró y General Paz a mediados de los ’90. Por eso, la iniciativa actual no es muy original, aunque cuenta con una ventaja: tiene dos palabras, Boca Juniors, que pueden resultar mágicas.
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