DEPORTES • SUBNOTA › LA HISTORIA DE JESUS SAMPER VIDAL, PRESIDENTE DEL GRUPO SANTA MONICA
› Por Gustavo Veiga
Jesús Samper Vidal presenta al grupo Santa Mónica como “el líder del marketing deportivo en España, con una decidida especialización en el mundo del fútbol” y asimismo “más de 25 años de experiencia”. Este hombre de negocios, propietario del club Murcia, y Romeo Cotorruelo Menta –un viejo conocido de los dirigentes argentinos– son a la Federación Española lo que Carlos Avila resultó en su momento para la AFA. En su país, la prensa afirma que “Villar (por el presidente de la RFEF) es prisionero de los acuerdos con Jesús Samper y su empresa Santa Mónica, que es la que ha permitido que la federación pueda sacar la cabeza para respirar del asfixiante estado financiero en el que se encuentran sus arcas”.
El periodista Javier Matallanas escribió en un artículo publicado en El Confidencial el 14 de octubre de 2006 que “en los últimos meses, la federación ha podido sobrevivir económicamente gracias a los adelantos facilitados por Santa Mónica Sports, que le compró todos sus derechos de televisión y publicidad, y también por el reciente convenio firmado con la Liga Profesional, para el que ha hecho numerosas concesiones...” Cualquier semejanza con la realidad que vivió –y vive– nuestro fútbol es pura coincidencia.
Villar lleva casi veinte años de mandato al frente de la Federación, acumula un desgaste semejante al de Grondona y tiene cada vez más adversarios que se atreven a desafiarlo. En noviembre de 2004 se impuso en las elecciones de la RFEF a Gerardo González Otero, pero unos cuantos dirigentes que estaban con él ya no lo respaldan. Aquí, con Grondona, sus adversarios la tienen más difícil. Algunos lo defenestran desde las sombras, aunque pocos lo hacen a cara descubierta, tal como sucede con Raúl Gámez.
En España, Villar y Samper protagonizaron un papelón cuando se utilizó La Nueva Condominia, el estadio inaugurado en Murcia donde la selección local superó 2-1 a Argentina, en el segundo partido del ciclo Basile. Todos los informes del cuerpo técnico español señalaban que el terreno no estaba en condiciones de ser utilizado. Y Maximiliano Rodríguez, el volante del seleccionado nacional y del Atlético Madrid, sufrió una grave lesión. Para entonces, y desde estas mismas páginas, el periodista Pablo Vignone ya se había ocupado del grupo Santa Mónica.
Si aquel partido se disputó en un campo de juego donde se levantaba el césped y provocaba estupor observarlo desde cualquier televisor –igual que el mal desempeño de la Argentina aquel día– fue porque el presidente ejecutivo de Santa Mónica presionó para que se concretara. La razón no es ajena a sus otros negocios en el mercado inmobiliario, tan o más importantes que los emprendidos en el fútbol.
Samper y su grupo edificaron un gran centro comercial a cinco kilómetros de Murcia y vecino adonde se levanta el flamante Nueva Condominia. La primera obra se le permitió realizarla a cambio de la construcción del estadio que, en teoría es municipal, pero su uso exclusivo le pertenece al Murcia, que ya sabemos de quién es. Los críticos del grupo se basan en que “el ladrillo y el deporte son indisociables en la nueva cultura de hacer dinero”. Desde Izquierda Unida, la tercera fuerza política del país, hasta los Verdes, se quejan por igual de Villar y Samper. El diputado nacional por Andalucía, Francisco Garrido, reclamó: “Lo primero que hay que hacer es echar al presidente de la Federación, Angel María Villar, que ampara a personas como Jesús Samper y tantos otros que usan al fútbol para la especulación y la corrupción urbanística”. Más contundente, imposible.
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