Federer es el hombre que quiere dominar el tenis. Suena curioso, porque si algo está claro es que el suizo controla el tenis como pocos “número uno” lo hicieron en la historia. Pero su dominio va más allá, es de otra clase: Federer está dispuesto a influir en todos los aspectos de su deporte, la imagen, el calendario, el poder de los jugadores. “La Federación Internacional de Tenis me dice que ellos saben mejor lo que les conviene a los jugadores”, dijo con cierta molestia durante la extensa entrevista. “Pese a que los ‘top 20’ estén de acuerdo con mi propuesta. Hasta que eso no se solucione, la Copa Davis no será una prioridad para mí”, zanja con contundencia. Federer siente que como número 1 tiene una responsabilidad mayor, y por eso no duda en hacerles sentir su poder a los entes que manejan el tenis. Lo hace con la FIT, a la que exige modificar el calendario de la Copa Davis. Y lo hace con el sudafricano Etienne de Villiers, jefe desde hace un año de la ATP, al que no dudó en criticar por el polémico sistema de round-robin introducido este año en algunos certámenes como el de Buenos Aires. “Etienne me llamó para disculparse”, dijo hace tres semanas en Dubai tras el escándalo del round-robin en Las Vegas. Con esa sola frase, Federer desnudó todo el poder que acumula. Ningún tenista de envergadura se opone a él, porque hay pocos personajes más amables que el suizo en el circuito. Pero amabilidad no debe confundirse con blandura.