DEPORTES • SUBNOTA › OPINION
› Por Gustavo Veiga
Donde hoy se define la política deportiva o se levanta un mural que rinde tributo a la memoria de los atletas desaparecidos, perduraba hasta hace poco la imagen marcial del coronel Antonio Rodríguez. Un hombre que sobrevivió a dictadores y presidentes constitucionales a lo largo de 28 años como titular del Comité Olímpico Argentino (COA), al que había llegado en 1977. El militar murió el lunes pasado, tras una vida dedicada al deporte, incluso desde antes que lo designara en aquel cargo la última dictadura.
El 25 de marzo de 1976, un día después del golpe militar que derrocó al gobierno de Isabel Perón, ¿quién era el delegado a cargo de la Secretaría de Estado de Deportes y Turismo que firmaba los primeros comunicados del área? El propio Rodríguez. Lo certifica un mensaje con su rúbrica: “Comunico a ustedes que en el ejercicio de las facultades conferidas por la Junta militar, ha sido designado delegado interventor para hacerse cargo de la Confederación Argentina de Deportes el señor Miguel Angel Bruno, a quien en este acto pongo en posesión de sus funciones, otorgándole la plena autoridad y atribuciones que son necesarias para el mejor cumplimiento de su cometido...”.
Casi 29 años más tarde, el 18 de mayo de 2005, Julio Cassanello, el actual presidente del Comité Olímpico, delfín político del coronel y ex intendente de Quilmes durante la dictadura del ’76, le ganaba la elección en el COA a Mario Moccia por apenas un voto, 26 a 25. Para imponerse sobre su rival, tuvo dos apoyos que resultaron fundamentales: el del coronel Rodríguez y el del octogenario dirigente Bruno, el mismo que había sido designado por el militar al día siguiente de que se pusiera en marcha la dictadura más sangrienta de nuestra historia.
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