DEPORTES • SUBNOTA
El debut de Ribonetto en Primera ocurrió recién cuando tenía 27 años.
Antes dividía sus días entre su trabajo en la cerealera Depetris Cereales y el fútbol en la liga de Corral de Bustos. “Trabajaba de balancero, tenía que pesar los camiones, controlar el ingreso y el egreso. No era nada sencillo. En la época en que se levanta el cereal, los gringos trabajan hasta cualquier hora. A veces entraba a las siete de la mañana y salía a las nueve de la noche. Aparte, de ahí me iba de raje a entrenar al club, porque allá, como todos trabajan, las prácticas son de noche. Era una vida complicada, pero ojo, disfrutaba de lo que hacía”, recordó Tino, quien además precisó: “Ganaba 700 pesos en la cerealera y 50 pesos por partido los fines de semana”.
–¿Cómo asimiló el cambio de Corral de Bustos a Buenos Aires?
–La llegada fue increíble. Entré al vestuario con mi bolsito y me acomodé en un costado. Al rato comenzaron a llegar todos: Pagés, Pontiroli, Daniele, Pablo Paz, unos nenes bárbaros. Obviamente, ellos ni me conocían, tenía 27 años y ni un partido en Primera. Encima pesaba 84 kilos, imaginate que en Corral de Bustos no me cuidaba, comía asados, tortas; tomaba vino, fernet. Una anécdota: cuando viajamos a la pretemporada todos fueron de traje y yo en equipo de gimnasia... No tenía ni traje.
Tras aquel debut en Lanús fue a préstamo al Querétaro de México pero, como ese club desapareció, pasó a Olimpia de Paraguay. Luego retornó a Lanús y nuevamente fue cedido, esta vez al Junior de Barranquilla, donde se consagró campeón, marcando el gol decisivo en la final. Hoy es uno de los indiscutidos de este Lanús que, mañana, puede conseguir el primer campeonato de su historia.
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