Lun 07.07.2008

DIALOGOS  › FRANCO TAVIANI Y SU PROYECTO DE FILMAR UNA PELíCULA SOBRE LOS ITALIANOS EN LA ARGENTINA

“Sólo con la poesía se puede bucear en la profundidad del alma”

Es el tercero y menor de ese famoso apellido de cineastas italianos, los hermanos Taviani. En mayo, participó aquí en el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos. Se fue decidido a volver para elaborar una película sobre la comunidad italiana desde los orígenes inmigrantes. Aquí, el adelanto de su proyecto y un repaso de sus obras, de su vida, de Africa y sus hermanos.

› Por Andrew Graham-Yooll

–¿Por qué decidió viajar a varios países de Africa para hacer la película Quizá Dios esté enfermo? Estamos bastante enfermos todos, si bien la gripe de Dios parece haber caído fuerte sobre Africa.

–No fue una elección personal. Valter Veltroni, el intendente de Roma que fue candidato por el centroizquierda en las elecciones de abril que ganó Berlusconi, tiene al Africa como uno de los temas más importantes, más acuciantes, de la actualidad. Considera que Africa necesita ayuda. Veltroni escribió un libro sobre la región a partir de un viaje que hizo hace algunos años. Un productor conocido me propuso hacer una película a partir del libro. Le dije que no, en el comienzo. Pensé que Africa, a mi edad, era un proyecto demasiado difícil, muy duro. El sufrimiento que cunde no es algo que yo pueda experimentar fácilmente. No creía tener la habilidad para hacer semejante film. No soy ni periodista ni antropólogo, soy un artista, y desde ahí veo los hechos. Si uno sale como periodista a entrevistar a un chico y hace preguntas sobre la intimidad de la miseria, sobre su sociedad, su país, su familia, puede ser que resulte. Yo quiero que el chico se me acerque y cuente. El problema es que a partir del momento de su relato ese chico tiene derecho a pensar que yo, cineasta, lo puedo ayudar. No puedo. Decir que lo quiero ayudar sería caridad, beneficencia. La beneficencia no cambia una sociedad. La beneficencia es una mentira, no logra nada. El productor me dijo que hiciera la película como artista. Paso a la realidad. Lo pensé, hago películas, la idea me cautivó. Lo que manifestaron esos jóvenes me conmovió. Creo que mi interpretación de los países de Africa que visité es la de un artista, no de un investigador o un asistente social. Además, regresé convencido de que para un intelectual europeo sólo es posible interpretar al Africa como artista, el resto tiene que venir con la evolución, no es economía ni política. Soy poeta, además de novelista, y hago películas. Es tan sólo por medio de la poesía que se puede bucear en la profundidad del alma de la gente y su condición.

–La película (que cubre escenarios en Mozambique, Angola, Senegal, Camerún, Uganda y Su- dáfrica) es más bien un relato de un artista muy indignado, no de un moderado poeta.

–No me hago cargo de la interpretación que hace usted sobre mi condición. Me defiendo como poeta. Este año se publicará en Italia mi primera colección de poesía. ¿Sabe que escribí un guión sobre el poeta Byron? Era sobre los últimos tres meses de su vida. Lamento que quedó en el guión, la película no se hizo. Me fascina la historia y el misterio del hombre. Cuando se abrió su tumba (en Grecia) dicen que le faltaba un pie. En vida había sido cojo y cuenta la historia que Byron había dicho que no quería ser enterrado con la deformidad, y alguien le cortó el pie. No sé si es cierto, no importa. El guión se iniciaba con la apertura del ataúd, unos veinte años después de su muerte. Habría sido una buena película. En términos generales, nunca digo que un trabajo es difícil. Casi lo dije en Africa. Por ejemplo, sucedían cosas sorprendentes. Una noche compramos pasajes para cambiar a otro lugar de la filmación. Llegamos al aeropuerto unas horas después, como a las tres o cuatro de la mañana, y nos dijeron que la empresa aérea ya no existía. Nos sorprendió, sospechamos que era una estafa, pero no, nos dijeron simplemente que la empresa había dejado de existir para siempre (risas). Mi asistente llamó a la embajada de Italia para pedir ayuda, y ahí simplemente nos dijeron que nada se podía hacer. Esto es Africa. En otra oportunidad fuimos al aeropuerto y un empleado de la aerolínea nos dijo que tendríamos que esperar porque no había avión, pero que no nos preocupáramos que estaba buscando uno, pero sin fecha ni hora de arribo (risas). Lo que destruye es la violencia, que es muy evidente. Sudáfrica está sacudida por la violencia contra los trabajadores inmigrantes. En Johannesburgo yo sentía que era imposible cruzar la calle tranquilo. Se puede cruzar una, dos veces, a la tercera lo asaltan, con suerte, o lo matan. También sucede en Angola y Kenia, y otras ciudades. Sudáfrica es un país increíblemente rico, destrozándose por la violencia. En Uganda tenía una guardia permanente de treinta soldados, equipados con Kalashnikov. Algunas veces nuestro ejército privado llegaba a cincuenta soldados. Sucedía que les dábamos de comer, y rotaban. Tenían hambre y con nosotros comían bien por unos días. Por eso nos cuidaban.

–Tiene una novela en preparación, ¿de qué trata?

–La novela es de amor. Amor y sexo... sexo y amor... es todo lo mismo. Es una historia extraña, si puedo decirlo de mi propio trabajo. El personaje central es un hombre que sobrevive a un ataque terrorista en un aeropuerto. Se escapa a un sector del aeropuerto donde hay un pasillo con muchas puertas. Abre una puerta y se halla en otro siglo. Lo espera una mujer. Otro hombre los lleva a otro pasillo, hay muchas puertas. Detrás de cada una entra en una etapa diferente, detrás de cada puerta siempre está la misma mujer, en situación diferente, es prostituta, es monja, es maestra...

–Esa no es una novela, es un sueño o una pesadilla...

–Puede ser, escribo. Soy un nuevo viejo escritor. Mi primera novela se publicó hace cinco años, ahora intento la segunda, que espero completar este año. Es difícil porque también soy director, y productor de mis propias películas, y tengo que buscar fondos para la próxima producción, y tengo que vivir. Y todo eso hace complicado el intento de ser novelista.

–Seguramente después va a querer hacer una película, o un documental, de su novela-sueño.

–No sé. Cuando escribí mi primera novela, El tesoro, estaba en una etapa complicada de mi vida: no podía hacer la película que quería. Quería ser libre, y decidí intentar escribir una novela. Busqué un estilo, una composición cuidada. Los críticos dijeron que Taviani había inventado un juego en el lenguaje, el de dos personas con igual discurso. Si busca Franco Taviani en la web hallará una parte de mi vida. Otra parte es Franco Brogi Taviani, bastante diferente. Mis hermanos tienen muchas páginas, naturalmente.

–Sus hermanos son bastante mayores que usted.

–Paolo y Vittorio tienen 12 y 14 años más que yo. Pero están fuertes y trabajan mucho.

–¿Cómo trabajaban los hermanos Taviani viejos?

–En años están mucho más cerca que yo de ellos. Comenzaron juntos a hacer cine, no sé por qué. Mi familia siempre fue de profesionales. Mi padre era abogado en un pueblo en la Toscana. A mi padre le gustaba la ópera, pasión que heredé de él, y por eso mi próximo proyecto tiene que ver con la ópera. Como familia tenemos un estilo dramático, somos buenos mentirosos. Los discursos de mi padre en los tribunales eran famosos por su inventiva. Era fantasioso, buen abogado, cierto. Mi madre amaba la literatura y no le importaba qué hacíamos mientras fuéramos inteligentes. Mi padre quería que sus hijos salieran abogados, naturalmente. No fue abogado ninguno de los cinco, somos tres varones y dos mujeres. Yo soy el menor. Mis hermanos comenzaron en un cine club en Pisa. A los once años decidí seguirlos. Se fueron a Roma, y fui pasante en su primera película. Tres años después, a los 19, fui uno de sus editores, y a los 22, editor de su tercera película. A partir de ahí me abrí. Somos muy amigos, somos hermanos, pero queríamos hacer cosas diferentes.

–¿Por lo que no participó en la película más famosa de sus hermanos, Padre Padrone (1977), que ganó la Palma de Oro en Cannes?

–No. Hay una marcada distancia en años. Yo nací en 1940, y crecí después de la Segunda Guerra Mundial. La experiencia de ellos fue muy diferente Eran adolescentes cuando empezó la guerra. ¿Se da cuenta? Tengo 67 años. No lo puedo creer. No entiendo. Me pregunto qué pasó en todos estos años. Ayer tenía 25 años y ahora... ¿Qué pasó?

–¿Ahora? Y cuente un poco del personaje de su película sobre la personalidad del escritor y profesor austríaco Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895), el hombre que dio origen a la palabra masoquismo. ¿Cuán real es su retrato? En su momento se describió como una obra aventurada, cuando se exhibió en el festival de Montreal (1980). Lo ponderaron.

–¿Usted se tomó el trabajo de leer todo eso de mí? Está bien. Le aseguro que la película es la historia de su vida. Me pidieron que hiciera una película de la vida. Dije que no. Dije que no era masoquista ni me interesaba probarlo. Después, pensé en el tema, especialmente luego de leer un estudio biográfico (1967) del analista francés Gilles Deleuze (1925-1995). A partir de su extraña historia era posible desarrollar un relato de la relación con su esposa y luego su amante (con quien se casó). Simplemente eran burgueses que secretamente exploraron extremos, de lo que se describió como una perversión, pertenecía a la época. En Italia la película fue un escándalo. Medio público se enojó, la otra mitad dijo que merecía el León de Oro en Venecia. Los críticos me dijeron que era basura. En Estados Unidos, el diario Variety dijo que era una obra de arte. Algo irresponsable, pensé que si los norteamericanos decían que era bueno, algo malo tendría. Si les gustaba, debía estar mal.

–Vayamos a su nuevo proyecto, la idea de hacer una película sobre los italianos en Argentina. Brillante pero casi imposible, salvo mediante una novela de una familia. Es una comunidad tan grande que no es fácil abarcar. Pero usted dice que va a hacer algo sobre la ópera como su tema central.

–El inicio del proyecto tuvo la misma respuesta que las instancias anteriores...

–Ya sé, usted dijo que no...

–Naturalmente. Pero soy un entusiasta de la ópera, como la mayoría de los italianos. Reconozco que mi primera reacción ante la idea de hacer una película sobre italianos en Argentina era ¡qué aburrido! No se puede hacer una película sobre tanta gente hablando a cámara. Lo que necesitaba era una idea central, estructural. Pensé que podía haber un libro en la pasión italiana por la lírica, la ópera. Esto es historia de comunidades que también es un tema suyo, acerca de los ingleses. La lírica fue el último lazo con el terruño que tenían los inmigrantes. Los periódicos llegaban poco a las provincias, las cartas familiares tardaban semanas en llegar y muchos parientes no sabían ni leer ni escribir. Lo que los unía era la lírica, la ópera. Donde vaya uno en la Argentina, Lomas de Zamora o San Salvador de Jujuy, hay restos de un teatro, algo queda de lo construido por una sociedad de socorros mutuos, o una sociedad de beneficencia. Construyeron teatros para unir a la colectividad de inmigrantes. Es increíble. Me gustó la idea de una conexión con la ópera. Será un documental con un principal, hombre o mujer, que debe ser tenor o soprano. En el proyecto llegarán a la Argentina para conocer a familiares perdidos. Pronto surgirá la necesidad de hallar trabajo para extender la visita. Entonces, el tenor, la soprano, o el barítono, o lo que sea, será rechazado en el Colón, o en el teatro Avenida, o donde sea, porque siempre está compitiendo con otros italianos. En la historia que cuento, se encuentran los miembros de mi equipo con el tenor, o la soprano, y deciden seguirlo en la búsqueda de trabajo. Imagínelo, inglés...

–... escocés...

–Escocés... ¿es bueno, no?

–Fascinante. ¿Cómo seguimos?

–No encuentra trabajo en ningún teatro, pero logran cantar en un restaurante...

–... en Recoleta, en la tira ésa de restaurantes, hubo un grupo operístico fabuloso.

–Obviamente disfrutan la cena en el lugar, y alguien le propone cantar en una fiesta. Lo contratan para cantar una ópera en un casamiento. A partir de ahí mi actor se conecta con una red de burgueses, clase media, descendientes de italianos, que quieren que un tenor o una soprano cante en un casamiento, o un cumpleaños, o una fiesta. El actor o actriz se enganchan y de ahí pasan a cantar en cumpleaños, casamientos, aniversarios, y otras fiestas más, de Jujuy a Ushuaia. El final de la película tiene que ser con el tenor, o la soprano, cantando Va, pensiero de Verdi con un coro en un pueblo de los wichí, en Formosa.

–¡Bravo!

–Lo único que falta es escribir el guión. Ahora busco financiación. Tengo un dinero del Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia. El año pasado hablé con empresarios en Mendoza. Volveré a Buenos Aires en octubre, escribiré el guión en dos meses, y quiero comenzar la filmación en febrero de 2009. A partir de ahí espero poder quedarme una parte del año en Buenos Aires, otra parte en Roma. Estoy confiado. El presupuesto para hacer una película como ésta en Italia es de unos 400 mil euros. En la Argentina sale cien mil. Viajaré con un equipo de dos personas, cámara y asistente. No debería ser muy difícil, Argentina no es Africa.

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