DIALOGOS › FEDERICO LUPPI, EL ACTOR Y EL HOMBRE INTERESADO EN LA POLíTICA
Tras el corralito, el actor viajó a España, de donde regresó con nueva pareja. Luppi señala que se interesó siempre por la política como “veedor”, que no oculta su admiración por el proceso iniciado por Néstor Kirchner.
› Por Marcela Stieben
Federico Luppi contesta el portero eléctrico y uno siente que reconocería esa voz entre millones de voces y a cualquier distancia. Baja él mismo a abrir la puerta del edificio cuando llega la cronista. Arriba, en el departamento, está su esposa preparando un té de frutos rojos para todos. Se presenta como Susana Hornos pero aclara que su verdadero nombre es Susana Fernández Abascal. Ella, la abogada, actriz, directora teatral y dramaturga, nacida en Fuenmayor, un pueblito de La Rioja, zona de viñedos por excelencia, en España, sirve el té y sonríe cuando su hombre habla de sus pagos: “La Rioja es una provincia preciosa, con valles, ríos y montañas –dice Federico– donde tenés la huerta, el cordero, la pera conferencia, que es un mordiscón de agua y divinidad, ¡y tenés los vinos, por supuesto!” Ella es casi 40 años menor que él, pero uno los ve juntos y la edad de ambos se diluye en un mar de mimos, sonrisas pícaras, guiños verbales y mundos compartidos. Tal como él dice, en un momento de la charla: “Somos dos provincianos, después de todo”. Susana trae galletitas de agua, mermelada y chocolate de taza cortado con sus manos en pedacitos, para acompañar el té, mientras él hace la visita guiada por el hogar. Mucho color en las paredes y aberturas, un gran balcón terraza donde la parrilla es la protagonista absoluta para recibir a los amigos con un buen asado. Una mesa, sillas y dos reposeras, muchísimas plantas e, incluso, una pequeña huerta con tomillo, orégano, albahaca y otras hierbas. En el interior, un gran plasma frente a un sillón para dos delata noches de lluvia con abrazos y un buen film para una pareja que ama estar en su casa. Entre tantas idas y vueltas a la Madre Patria, Federico perdió muchos libros pero conserva los que más quiere. Ambos piden disculpas porque la cama matrimonial está sin hacer y muestran el bunker de Susana, su escritorio, el lugar donde escribió Granos de uva en el paladar, un espectáculo teatral que enlaza tres cuentos suyos y que estrenará este año en Buenos Aires. Federico nació el 23 de febrero de 1934 en Ramallo, provincia de Buenos Aires, y se reconoce como “absolutamente provinciano”. Desde hace muchos años Luppi va y viene de Buenos Aires a Madrid, haciendo cine, teatro y degustando los manjares de ambas tierras... Precisamente, así fue como se conocieron con Susana Hornos, quien fue a ver una obra teatral que él protagonizaba en Zaragoza y lo esperó a la salida para felicitarlo. Luego “el azar” quiso que se reencontraran en Buenos Aires y la tercera vez fue en España, donde aceptaron que el destino estaba tejiendo sus redes desde hacía tiempo para que ambos compartieran mucho más que un buen momento. Se casaron por civil en España hace una década y se los ve estupendamente bien juntos. La mujer de Federico forma parte de AEBA (Actores Españoles en Buenos Aires), que en mayo recibió el premio María Guerrero, mención especial, otorgado por la Asociación Amigos del Teatro Nacional Cervantes. Según Luppi: “AEBA es un punto de encuentro de actores españoles en Buenos Aires, y agregaría en la Argentina; generalmente los exilios, y especialmente los laborales, suelen crear, idioma mediante, una sutil pero a menudo rotunda línea de separación que dificulta la consecución de un lugar en el mercado artístico. Mi propia experiencia como argentino residente en Madrid durante muchos años me ha enseñado que la frecuentación del habitante lugareño, sea este actor o no, ayuda aunque sea homeopáticamente a intercambiar sensaciones, experiencias, comportamientos y contrastes que definen una visión más clara y más adulta del día a día en el lugar de arraigo. Me resulta sumamente alentador que los actores españoles se agrupen para reafirmar y mantener su identidad, no como el resguardo de un ghetto cultural sino como punto de partida para la experiencia del intercambio y la observación; ellos mismos lo dicen con adulta claridad... ‘un lugar en el que poder fusionar nuestra herencia cultural con la realidad porteña’. Argentina es un país cuyo perfil sociopolítico está basado en una mixtura de diferentes corrientes migratorias, una de las cuales, la española, ha terminado otorgando el lenguaje que con diferentes particularidades expresa hoy a todo el Centro y Sudamérica; recapitular, investigar, transmitir la común experiencia de ese complejo hito histórico forma parte del esfuerzo que debemos hacer para que la historia no nos divida y sí nos convoque en el proyecto de recrear constantemente una cultura que nos es afín”.
–¿Dónde se siente más cómodo viviendo, en España o en Argentina?
–El lugar de uno es el lugar de uno. Las filiaciones de uno con el lugar en que ha nacido o se ha criado. Aunque yo no me he criado en Buenos Aires, soy absolutamente provinciano... Pero el lugar de uno, esta geografía tan complicada y azarosa que es la Argentina es, aunque no haya nacido en Buenos Aires, es tu lugar... ponele tu lugar de cosas, tradición, educación, de los olores... las mitologías particulares, la complejidad de esta historia personal, las angustias que te provoca este país en términos de preguntas sin respuesta, la condición que todo país padece de tener una clase que le dé la espalda a su gente, que dan la espalda a su pueblo... que son los que meten la mano y siempre sacan y sacan y nunca dan... es el lugar de uno, con todas las preguntas negativas y todas las respuestas más o menos tranquilizadoras.
–Lo vi con Cristina Kirchner en la inauguración de la nueva sede de Sagai (Sociedad Argentina de Gestión de Actores e Intérpretes), junto a Pepe Soriano y Pablo Echarri, entre muchos otros actores y actrices.
–Sí, estoy muy deseoso de preconizar la permanencia de este gobierno, de este modelo económico y de este tipo de gobernabilidad y de la gente que lo lleva adelante. Dicho así parece una expresión puramente emotiva, pero no tiene que ver con eso. Yo no soy peronista y nunca lo digo como una diferenciación que me enaltece, todo lo contrario. No soy peronista, digo, porque no quiero usurpar el lugar de los que son peronistas de verdad... que han hecho su vida con el peronismo, han gastado zapatos con el peronismo, no quiero ser un arribista que usurpa el lugar emotivo de otra gente, pero tengo una profunda admiración por todo lo que ha pasado en Argentina desde Néstor Kirchner en adelante, a sabiendas de que hay dificultades muy serias y que a veces hay metidas de pata. Pero esto se comprende solamente si se entiende lo que te puedo decir: en mis setenta y pico años de vida en la Argentina yo dije mil veces que me interesé siempre por la política como veedor, como hombre que la padece, por supuesto. La política depende de tantos factores que hacen a mi vida cotidiana también, ¿no? Y siempre en la política los centenares de miles de buzones que compré fueron cajas de estafas. Siempre, siempre ¿eh? Desde la primera vez que voté en mi vida, recién cumplida la edad para votar. Antes de la asunción de Néstor yo estaba en España y tenía una relación desamorada, desafectivizada con la Argentina. Y a partir de ahí empezó otra visión del mundo para mí por lo que hizo este hombre, a quien yo no conocía, por supuesto. Con Kirchner empecé a ver que, por primera vez en mi historia, se producían cosas sorprendentes. Por ejemplo, en Derechos Humanos, pasando por encima del tema de los retratos en el colegio militar y todo eso que vimos, la deuda externa, el default... Recuerdo que allá por el ‘99 me llamó a Madrid el periodista Ibarra, que ya murió, y hablamos del corralito, de la situación en la que quedó el país y de lo que todos vivimos y yo le dije: “La próxima estafa van a ser las AFJP”. Y yo no le dije eso por sabio sino porque tenía el olfato del golpeado. Y esa gente, los Kirchner, les dijeron: “Se acabó el negocio de las AFJP, un negocio redondo para esquilmar a los jubilados, para robarles hasta el último centavo...” Y a partir de ahí dije: esto es algo que es interesante observar con detenimiento. En un sentido bastante serio, no me equivoqué. Y tengo mucho, mucho deseo de que este gobierno funcione, y los que vengan... Más que nada porque, y esto no es un descubrimiento mío ni hace falta ningún tipo de sabiduría especial para darse cuenta, porque lo que hay como oposición es aterrorizante.
–¿Y cómo la ve a Cristina?
–La veo como la tengo imaginada adentro mío y vista a través de su condición cotidiana de dirigente. Ella es enérgica, sabia, aguda... Yo no he visto nunca en la Argentina, y vos lo sabés mejor que nadie, a un presidente que hable con veinticinco empresarios durante cuarenta minutos, hablando de planes, con cifras, porcentuales, tempos lógicos de la política, sin mirar una nota. Por eso te digo que tengo la necesidad profunda de creer que esto es lo que hace falta. Y profundizarlo inclusive. Y esto no quiere decir que le tengamos que decir que sí a todo... haremos crítica cuando corresponda. El otro día yo le decía a un amigo: es como estar construyendo un hermoso techo contra posibles futuras tormentas, contra granizos, lluvias insidiosas y tsunamis, un hermoso techo, con buenos cimientos. Y viene el permanente pelotudo que te dice: sí, pero el cuadro está torcido. ¿Entendés lo que te digo? Ese nivel de pensamiento, de la más extrema y pordiosera derecha del mundo, es el que me subleva, me pone mal y me hace la vida menos agradable.
–¿Y en qué aspecto profundizarías vos el modelo de gobierno de Cristina?
–En todo, todo, todo! El elemento fundamental, y por el cual le están peleando a brazo partido, es el siguiente: el país genera rentas prodigiosas. Industriales, agrícolas, de servicios... Y la repartija sigue siendo pobre. Esta pelea que está haciendo el Estado para tener representación en las compañías en las que se invirtieron los fondos de la Anses es una pelea justa, concreta, real, necesaria y legítima. Si vos tenés cuatro acciones y yo tengo tres, vos tenés cuatro directivos y yo tengo tres. Estos quieren que vos tengas uno y que no opine. Ayer estuvo acá, sentado como vos ahí en esta mesa, un amigo mío español, ¡y él me dijo que Argentina es modelo y ejemplo en toda Europa en materia de Derechos Humanos! Nunca, en mi putísima vida, y para saber esto no tengo que ir a una hemeroteca, me basta con mi experiencia de vida, nunca vi a una ministra como la Garré hacer lo que hace. Tiene una capacidad de resolución, de aguante, de fortaleza, de equilibrio mental, te diría casi de sabiduría... ¿Estoy diciendo mentiras? ¿Estoy exagerando?
–Hablemos un poco de política internacional, que sé que es un tema que le apasiona: ¿cómo ve el concierto de las naciones?
–No es un concierto, obviamente (risas).
–En todo caso, es un concierto que desafina...
–Son las viejas, repetitivas, inevitables colisiones geopolíticas de los intereses. En el mundo hay dos organismos totalmente obsoletos, inútiles y perversos, que son la ONU y la OEA, para nombrar dos aspectos que tienen que ver con lo internacional y con lo sudamericano. ¿Por qué digo esto? Porque son organismos que no obedecen ya a lo que pudo haber sido en su principio la gestión de su creación, como organismos que armonizaran políticas de consenso y unidad entre las naciones. Partí del hecho más esencial y simple: en la ONU hay 5 países que tienen derecho a veto. La igualdad cantásela a Gardel, ¿no? Entonces, legalizan con la ONU cualquier tipo de desastres y de intervención, como pasó en la vieja Yugoslavia. Y está pasando ahora con Libia. Un juego de hipocresías tan tremendamente perverso... Una debacle absolutamente basada en intereses sectoriales, no tiene nada que ver con la humanidad de la gente...
–El famoso tema del petróleo.
–Del petróleo o de lo que fuere... puede ser el petróleo, oro, dignidad, ¡todo está en juego! A ese tipo de hipocresía se la sufre por razones de fuerza mayor, porque no tenemos cómo oponernos. La pregunta que me hago cada día es: ¿qué más hace falta para darse cuenta de que el capitalismo es una puta mierda? No sirve para nada. Envenena el mundo, lo achica, lo constriñe, empobrece... psicológicamente la gente está cada vez peor, los recursos se van al desperdicio. Este es el capitalismo, esto es lo que está haciendo Europa actualmente. Todos los días dan muestras de una avaricia, absolutamente insensata y suicida. ¿Qué más hace falta ver para que los pueblos con líderes se levanten y pongan fin a este oprobio? Y me pregunto: ¿cómo se hace eso?
–Federico, ¿qué fue lo último que hizo a nivel actuación?
–Lo último que hice en cine fue una película llamada Sin retorno, con Leonardo Sbaraglia, dirigida por un chico muy talentoso, Miguel Cohan. Muy bien hecho, de verdad. Con una enorme sensibilidad y un equilibrio narrativo estupendo. Parece que hubiera hecho cincuenta films. Y lo otro que hice fue una experiencia hermosísima que se llamó Fase 7, dirigida por Nicolás Goldbart, una película de casi ciencia ficción, cine fantástico, que ganó muchos premios en España y ahora va a un festival en Bruselas. Y en teatro lo último que hice fue Por tu padre, primero en el Multiteatro y después hicimos una gira de varios meses por todo el país. Nos faltó el sur, nada más.
–¿Qué balance hace de su gira por las provincias y de sus charlas con la gente?
–¡Lo de la gira fue fantástico! Yo hacía trece años que no iba por el país. Y lo que encontré fue cambios notables en la Argentina, realmente notables, en conceptos, en modernización, en pueblos que antes parecían residuos polvorientos ahora hay polideportivos, hay grupos de teatro, hay coros, hay una vida diferente... agrandado esto, por suerte, por una bonanza económica importante y porque hay una política que ha permitido la inclusión social. Néstor y Cristina Kirchner le devolvieron a la política el papel de herramienta integradora y modificadora. La política volvió a tener un rol importante en el imaginario de la gente, sobre todo en la gente joven que participa porque ve que hay una idea visible y tangible de que se puede hacer un país mejor. Tal vez se nos permita desterrar para siempre las trenzas, los golpismos, las zancadillas y las brutalidades de las clases dominantes. Esto lo noté en la gente joven, en la moda, en el vestuario, en la comida, hay un concepto diría casi ecológico del espíritu y esto me hizo muy feliz en la gira que hicimos por el país. Tuvimos una respuesta maravillosa con Adrián Navarro, que hacía el papel de mi hijo y que arrastraba multitudes, sobre todo la gente joven.
–De chicas...
–¡Qué hijo de puta! (risas). Lamentablemente él tenía un compromiso para el verano en Carlos Paz y tuvimos que dejar, tenía un contrato con un teatro allá, si no hubiéramos seguido de gira por las provincias. La verdad es que estábamos muy bien.
–¿Y qué va a hacer en este año?
–No lo sé.
–¿Está buscando algo?
–Estoy leyendo obras, estoy leyendo libros de cine y estoy leyendo proyectos que tenemos con otros actores para ver si podemos crear otra vez un pequeño grupo de actores para hacer otra vez ficción al estilo del equipo que tuvimos con Gente de Teatro.
–¿Y con quiénes está gestando este proyecto?
–Mirá, hay mucha gente: está Pepe Novoa, está Garzón, Virginia Innocenti, Soledad Silveyra y Ana María Picchio, entre muchos otros. Queremos armar un grupo de ficción para la tele donde cada uno pueda hacer cualquier papel, grandes, pequeños o medianos.
–Sin que haya actores protagónicos y otros secundarios fijos...
–¡Exactamente! Tal cual. Es un grupo que quiere hacer ficción para la televisión. Estamos leyendo guiones.
–¿En qué canal lo quieren realizar?
–En donde nos den bolilla.
–Desde el 2000 está con Susana, ¿se puede hablar del reposo del guerrero? ¿Se puede decir que ella es alguien que lo complementa?
–Creo que proviene del hecho de que la tengo absolutamente dominada (risas). Ningún reposo del guerrero, primero porque no fui guerrero, soy un tipo como todo el mundo, con lo más y lo menos de la vida cotidiana. Y después ocurren esas cosas que de vez en cuando pasan en la vida. Le pasa a todo el mundo. Nos encontramos, nos conocimos, nos complementamos, le gustan cosas que me gustan a mí y coincidimos en muchas cosas, en otras no. Venimos de familias más o menos parecidas, provincianos. Le gusta escribir y escribe bien. Es inquieta, tiene buenos conceptos de la vida y de la política, es combativa... No es, como suele decirse de manera novelesca muy corrientemente, que es aquella persona que endulza los años en que desaparecen, como diría Shakespeare, los fuegos juveniles. No es eso. Porque estar con una mujer joven que fuera absolutamente aburrida tampoco me serviría. Y no soy quien para solventar algún tipo de idealidad literaria porque no le puedo dar demasiado más de lo que le doy como persona. La gente se entiende. Nos gusta salir, a mí también. Le gusta la comida, a mí también. Nos gustan cosas que nos hacen felices. Podemos estar diez horas por día cada uno en sus cosas, en silencio...
–¿El hecho de haber formalizado la unión con un matrimonio en Fuenmayor se debe a la diferencia de edad? ¿Se casaron más que nada por la familia de ella?
–Porque había que darle un carácter socialmente estable. Eso tranquilizaba a su padre más que a mí.
–Ella tiene 37, así que tenía 27 años en ese momento, era muy joven...
–Claro... muy joven, sí. Pero bueno...
–Los cuarenta años de diferencia de edad que tienen ustedes dos, ¿en qué cosas los enriquecen y en qué cosas los separan?
–Ahí no juega ningún papel la diferencia de edad. La diferencia de edad se va a empezar a notar, seguramente, en los elementos biológicamente más inmediatos. De pronto puede ocurrir que ella diga un día: “Bueno, llegué hasta aquí y de aquí en más necesito un nivel de relación que tenga la fogosidad o la turgencia de un potro joven”. Es lo único concreto, lo demás son especulaciones sociológicas que no dicen demasiado.
–Dos preguntas en una: ¿quién es ella para usted y qué suelen cocinar juntos?
–Susana es mi pareja, mi mujer, mi compañera. Es la persona que está conmigo y yo estoy con ella. Ella cocina cuatro o cinco cosas muy, muy bien. Sobre todo platos riojanos, de España, que los hace muy bien. Hace unas cosas con pescado que le salen excelente. Yo no soy el Gato Dumas pero hago algunos platos que me salen muy bien. Nos gusta mucho estar en casa e invitar a amigos a comer. Disfrutamos la comida. Susana hace unas peras al vino con helado que le salen maravillosamente. Estar con gente amiga, gente que te interesa, que te gusta, que no son multitudes, y comer un buen plato, son las sencillas y atractivas cosas de la existencia.
–¿Qué suelen hacer juntos, además de cocinar? ¿Les gusta ir a caminar, ver películas?
–Disfrutamos mucho con ella cuando vamos al teatro o al cine. Después de eso nos sentamos y hacemos una larga disquisición filosófica, sociológica e ideológica de lo que vimos y nos parecemos a los grandes inteligentes del mundo (risas).
–Cuénteme algo que haya ido a ver con ella últimamente y que les haya gustado.
–Vimos una obra que dirigió Cristina Banegas con un material viejo de Ure: La Familia Argentina, en el Teatro de la Cooperación. Y también fuimos a ver una adaptación que hizo Gené de Bodas de Sangre, espectaculares estas dos obras.
–¿Qué le gustaría hacer que aún no haya hecho? Pintar un cuadro, hacer un viaje, lo que sea... ¿Tiene un sueño que no haya cumplido porque no tiene la plata para hacerlo o porque no tomó aún la decisión?
–Sí, no hacer nada. Me gustaría no estar obligado a una constante inclusión en la máquina productiva. Yo no puedo vivir sin trabajar. Podría haber hecho algún tipo de especulación más descansada si el corralito no me hubiera pegado tan duro. No tenemos jubilación los actores. Me gusta mucho estar en mi casa, me gusta leer, no fatigarme... la fantasía es tener una vida contemplativa, idear proyectos que puedan servir para teatro o cine y dedicarles tiempo. O dedicarle mucho tiempo, si eso es posible, a ayudar... Quiero colaborar con este modelo político.
–¿Cree que podría ser útil ayudando al Gobierno con este modelo, por qué vía?
–La que me convoquen. No tengo vocación de poder ni de cargos. Si me dicen: “Mirá, hay que ir a hablar con una cantidad de gente para crear una cooperativa agrícola o de vivienda” o “hay que ir a hacer un equipo de alfabetización de las villas”, o lo que fuere, yo puedo ir. Siempre, de un modo u otro, mientras hacía teatro y cine también hice trabajo social. Yo me animo a coadyuvar en cualquier proyecto que no me insuma nada más que el tiempo de estar metido ahí sin tener que correr a mi casa a la noche o al otro día para preparar el libreto, la actuación o el ensayo...
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