DIALOGOS › FABIáN ESCALANTE FONT, EX COMANDANTE DE LA SEGURIDAD CUBANA
Tenía 20 años cuando se creó el Departamento de Seguridad después de la Revolución Cubana. Tuvo a su cargo, exitosamente, la seguridad de Fidel Castro y fue acusado de haber manipulado a Lee Harvey Oswald. En cambio, Escalante acusa al dispositivo cubanoamericano de la CIA por el asesinato del presidente norteamericano.
› Por Alicia Simeoni
Como fundador del Departamento de Seguridad del Estado Cubano luego de la revolución, el hoy general retirado Escalante Font es parte de la historia viva de la Cuba socialista y recuerda hasta el mínimo detalle los nombres y apodos de los personajes y circunstancias que rodearon a la vida prerrevolucionaria y al desarrollo del proceso liderado por Fidel Castro. También a quienes tuvieron que ver con la invasión norteamericana a Playa Girón en 1962, con la llamada Crisis de los Misiles (1972), y a todos y cada uno de los atentados contra la isla y su población, entre ellos la voladura del avión de la empresa estatal Cubana en 1976 después de que había partido de Barbados. Escalante Font recibió a Página/12 en La Habana, donde además habló de sus investigaciones sobre el asesinato, en Dallas, del ex presidente John F. Kennedy en 1963.
–Usted fue fundador del Departamento de Seguridad del Estado Cubano. También el responsable de la seguridad del comandante Fidel Castro y de la Revolución. Algo así como una figura estratégica.
–La responsabilidad de hacer fracasar los atentados fue de un colectivo, no mía solamente. Pero, ¿cuál fue mi suerte? Como se dice, la de estar en el momento justo y en el lugar apropiado. A mediados del ’61 me designaron a un buró que se acababa de crear, no llegábamos a diez quienes teníamos la responsabilidad de investigar las señales de atentados contra los dirigentes de la revolución, y especialmente contra Fidel. El verdadero héroe de esta película fue Mario Morales Meza, un comunista que había luchado en la Guerra Civil Española, quien ya murió. Un hombre bajito, flaquito, de bigotitos de la época de los ’50, muy ágil mentalmente. El esfuerzo por la seguridad fue una labor de cientos de personas. En realidad nosotros pensamos que nadie llegó a realizar ningún atentado contra Fidel, de lo que se trató fue de conspiraciones y de complots. Nos referimos a que existían lugares y horas fijados, motivaciones y armas, pero las personas eran detenidas antes de lograr objetivos. Quienes formábamos los Servicios de Seguridad Cubanos estábamos convencidos de que podían intentar muchas cosas, ¡pero que ni se les ocurriera pensar en asesinar a Fidel! Y fuimos muy cuidadosos con eso, en todos los casos se detuvo a las personas y fueron llevadas a juicio. Y se trataba de quienes contaban con un cierto grado de organización, no era cualquiera que pasaba por la calle a quien se le ocurría asesinar a nuestro comandante.
–Era el blanco más importante de la contrarrevolución. ¿Usted recuerda en especial alguno de los intentos para matarlo?
–Uno de los casos fue el intento de envenenamiento cuando el comandante llegó a una cafetería: allí trabajaba Santos de la Caridad López, quien tenía botulina sintética. Venía en saquitos y los tenía escondidos en los serpentines de la heladera. Pero tuvo la mala suerte de que esos saquitos se le pegaran al hielo y se rompieran. Creo que esa oportunidad fue en la que se estuvo más cerca del atentado. Después, la botulina venía en pastillas parecidas a la aspirina y hasta tenían la B de Bayer.
–¿634 fueron los complots para tratar de terminar con la vida de Fidel Castro?
–La contrarrevolución comenzó aun antes de la revolución que derrocó a (Fulgencio) Batista. Ya en 1958 Estados Unidos mandaba a su gente a realizar averiguaciones ante el crecimiento del movimiento guerrillero compuesto por diferentes organizaciones revolucionarias. Así llegó el inspector general de la CIA Lyman Kirkpatrick. El comandante Fidel Castro ya estaba en la Sierra Maestra, se había abierto un segundo frente con Raúl (Castro) y el tercero con Juan Almeida; Camilo Cienfuegos y el Che Guevara se habían establecido en Las Villas. Otro movimiento se daba en Pinar del Río. Esa cantidad de atentados que usted menciona, el número 634, surgió de la investigación que realicé y que está plasmada en el libro La guerra secreta, integrada por Operación Mangosta (2002), Acción Ejecutiva (2003), 1963: El Complot (2004), y Operación Calipso (2005). En República Dominicana, también el dictador Rafael Trujillo estaba inquieto por los avances del Ejército Rebelde. Y cuando triunfó la Revolución, el 1º de enero de 1959, pocos días después, el 28 de ese mes, ya en La Florida, se formó la primera organización contrarrevolucionaria a la que se llamó La Rosa Blanca.
–¿Pero cuál fue el primero de esos 634?
–El primer gran complot se produjo en agosto de 1959 cuando también se armó la Legión del Caribe, con el apoyo de Trujillo. Fue cuando estas fuerzas consiguieron un apoyo interno, del segundo frente revolucionario que operó el 13 de agosto, el día del cumpleaños de Fidel. Cuando Trujillo ya se ponía feliz porque pensaba que estaba todo listo, en ese momento envió otro avión –había remitido anteriores– con pertrechos de guerra, asesores y un agente personal con instrucciones. ¡Como todo iba tan bien pensó en no enviar las huestes de la legión extranjera! Pero los mercenarios que actuaron fueron capturados y el 14 de agosto el comandante Fidel habló en la televisión nacional y puso al descubierto la trama de la conjura internacional contra la Revolución Cubana sostenida por la OEA. Ese día terminó la que fue conocida como Conspiración Trujillista, el primer intento de envergadura para derrocar a la Revolución Cubana.
–En mayo de 1959 se repartieron más de cien mil títulos de propiedad con la ley de reforma agraria. Allí la Revolución ganó “especiales enemigos”.
–Claro, la reforma dejó sólo en propiedad hasta 30 caballerías de tierra, que son doce hectáreas, con lo que hubo antiguos partidos políticos, organizaciones religiosas y laicas que al final de 1959 tenían estructura, locales, carros, que fueron afectados por esas medidas y en un abrir y cerrar de ojos hicieron una metamorfosis, se convirtieron en organizaciones contrarrevolucionarias. Así surgieron nuevos dirigentes y se fueron conformando renovadas organizaciones como el Movimiento Democrático Cristiano (MDC), apoyado por los Caballeros Católicos y el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR) surgido de la Agrupación Católica Universitaria. Se formó, además, el Movimiento Revolucionario del Pueblo con la juventud obrera católica. Todos estos cubanos vieron enseguida la posibilidad de obtener recursos económicos en Estados Unidos.
–De la manera en que usted relata esa historia, es como si se hubiesen unido intereses comerciales e ideológicos.
–La habilidad o la picardía cubana percibió que hacer una organización era negocio, así que se formaron alrededor de 300 organizaciones contrarrevolucionarias y cada una trataba de tener su filial en Cuba. En ese escenario, la juventud estudiantil católica y los “caballeros de Colón” fueron los que formaron la organización más grande. Por eso hay que decir que son los norteamericanos quienes resolvieron lo que siempre habían resuelto y decidido en Cuba. Pero de a poco nuestros agentes fueron penetrando, infiltrando esas organizaciones: hubo detenciones, fugas del país, divisiones internas. En fin, fuimos socavándolas y desmoralizándolas hasta que hacia fines de 1966 estaban totalmente liquidadas. El 4 marzo de 1960 en la bahía de La Habana explotó el buque de bandera belga La Coubre, que había llegado con armas y municiones compradas a ese país y destinadas a defender la revolución. Algunas investigaciones indican que el buque fue infiltrado en el puerto de origen, donde colocaron explosivos para que detonaran cuando la carga fuese movida en su lugar de destino. El saldo: 75 muertos y más de 200 heridos. Al día siguiente, el segundo jefe de la Central de Inteligencia Americana, Richard Bisell, delineaba un documento top secret que esbozaba las ideas generales del proyecto para Cuba en lo inmediato.
–¿Algunos de esos lineamientos se mantienen hasta la actualidad?
–La orden del presidente de EE.UU., Dwight Eisenhower, tenía cuatro aspectos fundamentales: crear una oposición responsable en el exterior del país, armar una organización de inteligencia dentro de Cuba, preparar grupos de entrenadores y crear también radio Swa (hay una isla en el Caribe hondureño que lleva ese nombre). Desde ahí empezaron a transmitir, a tirar papeles, propaganda para convencer a los cubanos de que los comunistas se comían a los niños. Pero también desde las sedes contrarrevolucionarias en Guatemala se dieron cuenta de que el pueblo cubano apoyaba y participaba de la Revolución. Por eso el plan fundamental tenía que ver con asesinar al comandante Fidel Castro.
–En su libro Operación Exterminio - 50 años de agresiones contra Cuba, usted narró tantos y tan variados episodios que parecen propios de las películas norteamericanas sobre espionaje: mafias, provocaciones, redes de espionaje, terrorismo, guerra biológica, psicológica, cajas de tabaco con toxina de botulina, envenenamientos con LSD, bolígrafos con veneno...
–Claro, pero nada de esto fue producto de la fantasía, sino de más de 50 años ya de agresiones continuas contra la revolución y el pueblo cubanos. Por eso el comandante Fidel Castro sostenía en diciembre de 1975 que “Puede decirse que el imperialismo dirigió omnímodamente a la contrarrevolución interna”. Hay que recordar algunas de las primeras medidas de la Revolución para entender la reacción: las empresas eléctricas y de teléfonos fueron intervenidas y se rebajaron las tarifas de esos servicios; los alquileres de viviendas bajaron en un 50 por ciento. Se creó el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda con el cual comenzó un programa de construcciones en todo el país; el Consejo de Ministros aprobó créditos para la construcción inmediata de 5000 aulas y doscientas escuelas; el precio de los libros de textos para la enseñanza en general fue rebajado entre un 25 y un 30 por ciento y se fundó la Ciudad Universitaria en la antigua provincia de Oriente. Los precios de las medicinas fueron reducidos entre un 15 y un 20 por ciento. La mendicidad, la prostitución, el juego y las drogas detuvieron bruscamente su espiral ascendente y comenzaron a decrecer (enumeración en Operación Exterminio). Y claro que una consecuencia lógica fue que la Revolución ganase enemigos, entre tantos intereses que eran tocados y que, algunos de los representantes de esos intereses, pronto se dieran a la tarea, con la protección de la embajada norteamericana, de planificar el derrocamiento del proceso revolucionario. Cuando se planteó el imperativo de asesinar a Fidel Castro, como el medio más expedito de voltear al gobierno cubano, tanto los exiliados como sus jefes en la CIA recurrieron a mafiosos y corruptos expulsados de la isla para acabar con la vida del dirigente revolucionario.
–Usted ocupó distintas responsabilidades dentro de la Seguridad cubana, pero además alcanzó el mando de la institución en 1976. Tuvo sobre sus espaldas la mayor responsabilidad de proteger, no sólo la vida del máximo líder de la revolución, sino la mística que él encarnaba y la vida de los habitantes del país.
–Fidel recordó en un discurso en 1971 que “los guerrilleros no conocíamos estas técnicas de la Seguridad, de la Inteligencia y la Contrainteligencia. Todo ese arte se fue desarrollando en medio de la lucha. Pero debemos decir que operó con admirable eficacia”. Todos éramos muy jóvenes cuando comenzamos, alrededor de 20 años, algunos un poco más, y formábamos parte de las tres organizaciones políticas y revolucionarias –Movimiento 26 de Julio, Partido Socialista Popular y Directorio Revolucionario Estudiantil–, que participamos para derrocar a Fulgencio Batista, por tanto había alguna experiencia clandestina y, sobre todo, agilidad mental y madurez. Casi todos habíamos trabajado desde muy jóvenes para sobrevivir y no teníamos capacitación o educación formal. Aunque algunos eran profesionales, la mayor parte la integraban estudiantes de nivel medio y muchos de extracción obrera y campesina. Ninguno tenía la menor idea de la actividad que íbamos a enfrentar, sólo estábamos armados con las ideas revolucionarias proclamadas por Fidel Castro y su mística. Es cierto aquello de que en los comienzos no recibíamos siquiera sueldo, sino una ayuda económica para que nuestras familias pudieran sobrevivir.
–Pero usted sostiene que lograron penetrar casi todas las organizaciones antirrevolucionarias o anticastristas que especialmente tenían sede en Miami.
–A lo largo de más de 50 años se logró infiltrar a casi todas las organizaciones y en muchos casos se pudo controlar a sus direcciones. Eran batallas desiguales, pero la abnegación revolucionaria hizo que todos fuéramos elevando nuestro nivel técnico y profesional. Muchos de nosotros cumplimos misiones internacionalistas y también fuimos apoyados por revolucionarios de todas las latitudes.
–Ante cada aniversario del asesinato de John F. Kennedy se reflota la teoría de la conspiración cubana en el hecho y, por supuesto, de la intervención de los servicios de seguridad. En un documental alemán se dice que usted viajó a Dallas a coordinar el operativo.
–Lo que creemos es que se diseñó un complot magnicida contra Kennedy al mismo tiempo que el presidente planeaba otro para el derrocamiento del gobierno cubano y el asesinato de su líder Fidel Castro. Quisiera hacer una reflexión que comienza con una pregunta: ¿Cuál es la comunidad extranjera más importante, política y económicamente en Estados Unidos? La judía. ¿Cuál es la mayoritaria? La mexicana; pero también, y hasta por las películas sabemos, de la existencia numerosa de la comunidad italiana que estuvo ligada con la mafia y al mismo tiempo la presencia de una comunidad china que hasta impuso el arroz frito. Y hay una pequeña colonia cubana que no llega a un millón de habitantes –me refiero a los originarios de la isla, no hablo de sus descendientes–, que tiene senadores, representantes, lobbistas y un importante protagonismo en la política norteamericana. También tiene a nuestros cinco héroes en distintas cárceles del país (se refiere a los cinco ciudadanos encarcelados por infiltrarse en las organizaciones que vienen azotando a la isla desde el comienzo de la Revolución, con tantas agresiones que provocaron más de 3000 muertos y más de mil quinientas personas con distinto grado de discapacidad). Una comunidad pequeña y que tampoco tiene el dinero de la judía o la italiana. ¿Por qué tiene tanto peso esa pequeña comunidad cubana? Porque ese poder oculto de los Estados Unidos le debe, en mi opinión, un gran favor por el asesinato de Kennedy. Creo que aquí se unió el mecanismo cubanoamericano, la CIA y la mafia.
–Y de manera concreta, ¿quiénes participaron?
–Algo más: para el año 1963 la CIA tenía en La Florida una base que era un ejército de cuatro mil cubanos bien entrenados en matar. Fueron los primeros grupos de fuerzas especiales. Luego empezaron a formarse los Rangers, que tenían aviones de combate y comerciales, poseían barcos y buques de diferentes tamaños para atacar. También eran propietarios de aviones y emprendimientos inmobiliarios, ya que contaban con cientos de casas de seguridad. Yo me pregunto, entonces, quiénes eran en 1963 los que más motivos tenían, los que también tenían los medios y la cobertura para llevar a cabo el crimen de Dallas, es decir el asesinato del ex presidente John Kennedy. Sin dudas el dispositivo cubanoamericano de la CIA y la mafia. Lee Harvey Oswald, el acusado por el magnicidio, era un veterano agente de la CIA que ya había realizado, desde abril del ’63, acciones para legalizar “la implicancia cubana”. Su rol era parte de un complot criminal y devino chivo expiatorio de las autoridades norteamericanas.
Respecto de la invocación de mi presencia por parte del documental alemán Cita con la muerte, sólo hay que decir que es parte de la campaña mediática y de desinformación. Ese documental, al costo de un millón de dólares, trató de mostrarme como quien manipuló a Lee Oswald y esto se hizo a la par de mis investigaciones sobre el asesinato de Kennedy.
–La prisión de “Los 5” –Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, René González y Antonio Guerrero– fue un duro golpe para la seguridad cubana.
–Con tantas y tantas agresiones fue indispensable, para la sobrevivencia y defensa de la Revolución, contar con la información fidedigna sobre las operaciones terroristas, infiltraciones, planes de atentados, operativos políticos y económicos que surgen de las organizaciones ya citadas y en las que lograron infiltrarse nuestros cinco héroes. Ellos fueron detenidos el 12 de diciembre de 1998, después de que el Ministerio del Interior de Cuba y en una reunión en La Habana con integrantes del FBI se informara de las actividades terroristas detectadas por nuestros agentes. En algunas de ellas participaba una presencia tristemente conocida por toda Latinoamérica, como es la de Luis Posada Carriles, quien participó en el diseño del Plan Cóndor y la llegada de las dictaduras en la década de los ’70 en diversos países. Cuando debían detener a los terroristas lo hicieron con quienes los habían descubierto. Los 5 fueron sometidos a un juicio amañado, en la propia ciudad de Miami, donde se violaron las garantías del debido proceso y los condenaron con sanciones severísimas que llegan a dos cadenas perpetuas en el caso de Gerardo Hernández. Durante el juicio, Los 5 expresaron claramente que trabajaban para el gobierno de su país con el objetivo de protegerlo. Nunca se les probó acciones de espionaje porque no las hicieron ni accedieron a información clasificada de EE.UU. que pudiera poner en riesgo la seguridad de ese país.
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