DIALOGOS › EUGENIO DíAZ BONILLA DESARMA LOS MITOS SOBRE LA HISTORIA ECONóMICA ARGENTINA
El semanario británico The Economist y el diario estadounidense The New York Times revivieron días atrás el lugar común de la Argentina que fue rica y ahora es pobre por culpa del peronismo. Díaz Bonilla, economista argentino del International Food Policy Institute de Washington, esgrime datos, números e interpretaciones que rebaten esas falsas creencias, instaladas aquí y en el extranjero como pruebas irrefutables del supuesto declive argentino.
› Por Marcelo Justo
El mito sobre la Argentina rica de la “Belle Epoque” ha sido revivido una vez más por The New York Times y el semanario británico The Economist para criticar la supuesta decadencia actual. El mito descansa sobre un dato. A principios del siglo XX, el Producto Interno Bruto (PIB) nacional se situaba entre los diez más altos del planeta. El corolario usual de este dato esgrimido tanto en el país como en el extranjero es que todo se arruinó con el peronismo. En la página web de Economonitor, que dirige el célebre economista Nouriel Roubini, el economista argentino Eugenio Díaz Bonilla, del Ifpi de Washington (International Food Policy Institute), usó los datos del proyecto Maddison –la mejor fuente para la comparación global histórica de distintas naciones– para comparar el desarrollo argentino con el de Estados Unidos, Australia, Europa y el resto de América latina. Página/12 dialogó con Díaz Bonilla.
–The Economist tituló su nota con un “Cien años de declive”. Según el semanario, en los 43 años que precedieron a la Primera Guerra Mundial, Argentina creció un 6 por ciento anual, record mundial que superaba a Francia, Italia y Alemania. Son datos supuestamente duros, pero usted los llama también parte de un “mito”. ¿Por qué?
–Las comparaciones que se suelen hacer para sostener este mito son con Estados Unidos, Australia y Europa. Si uno toma como punto de referencia el ingreso per cápita de Estados Unidos, en 1900, Argentina, al igual que Alemania y Francia, tenía aproximadamente un 70 por ciento del PIB per cápita de Estados Unidos, mientras que Australia estaba en un 98 por ciento, casi en paridad de Estados Unidos. Con este punto de partida se puede llegar a una conclusión como la de The Economist porque hoy el PIB per cápita argentino respecto al estadounidense es del 33,6 por ciento. Ahora bien, si seguimos los datos del proyecto Maddison y comparamos a Argentina con Australia, vemos que ambos países evolucionan de manera muy similar respecto del ingreso per cápita estadounidense hasta 1975, aunque siempre con una ventaja para Australia, que tiene menos población y más recursos minerales per cápita. Lo que se dispara entre 1938 y 1944 es que Estados Unidos duplica el ingreso per cápita durante la Segunda Guerra Mundial. Ahí Argentina y Australia bajan un peldaño, cada país desde su peldaño relativo, en relación con Estados Unidos. De modo que no es que Argentina (y Australia) dejen de crecer porque adoptan una política distinta sino que Estados Unidos crece entre 1938 y 1944 a un 12 por ciento anual y profundiza, por el desarrollo vinculado con la guerra, la distancia con ambos países. El otro punto de comparación que se hace para Argentina, los países europeos, no toma en cuenta que en la posguerra, con el Plan Marshall estadounidense, Europa logra un crecimiento del PIB per cápita que termina siendo entre 1945 y 1975 del 3 por ciento anual, muy por encima de la tendencia previa. Tanto Argentina como Australia, que no contaron con ese plan Marshall, perdieron terreno respecto de Europa. Y lo que está claro es que la real diferencia con Australia se produce entre 1975 y 1989. Es más, si hubiéramos seguido creciendo como lo habíamos hecho hasta 1975, hoy tendríamos un crecimiento per cápita cercano al de Nueva Zelandia o España.
–Un elemento que el mito rara vez menciona es que Argentina participaba de un modelo de intercambio internacional en el que exportaba materias primas e importaba productos manufacturados. Si bien a nivel de ingreso per cápita se podían hacer comparaciones entre Argentina y Europa, a nivel de estructura económica había una distancia sideral. Exagerando un poco las cosas se podía decir que Argentina era la Arabia Saudita de principios del siglo pasado.
–En esto es muy útil el trabajo de Barrington Moore “The Social Origins of Dictatorship and democracy”, en el que analiza la importancia de la estructura agraria. En Estados Unidos hubo una gran ocupación territorial sobre la base de la colonización familiar, que provocó una distribución de la tierra mucho más igual. Esto favoreció el desarrollo del mercado interno, de la industria y de la democracia. En el caso argentino, el territorio fue ocupado por mucha menos gente y mucho más rápido y más concentradamente después de la Conquista del Desierto. A diferencia de Estados Unidos, que estaba más concentrada en su mercado doméstico, Argentina quedó mucho más fijada en la exportación. Además, Estados Unidos recibió mucha más inmigración. Hay un libro de Alan Beattie, False economy: A surprising economic history of the world, en la que dice que las dos naciones estaban más o menos iguales en el siglo XIX, pero Estados Unidos adoptó las políticas correctas y Argentina no. Esta versión no toma en cuenta para nada la diferencia demográfica y de recursos con Argentina. En 1870, Estados Unidos tenía la misma población que tiene Argentina hoy, alrededor de 40 millones de habitantes. Además se independiza de la principal potencia mundial de la época, Inglaterra, bastante antes de la Revolución de Mayo. No hay punto de comparación desde el punto de vista histórico o de desarrollo agrario, productivo, o demográfico.
–Pero además de este factor demográfico, en Argentina hubo un hecho histórico de poder político que fue la Conquista del De-sierto y su repartija.
–Es cierto. Por un lado tenemos las condiciones objetivas de territorio y población. Estados Unidos tuvo una política mucho más democrática respecto de la propiedad de tierra porque había mucha gente que pedía tierra y había que responder a esa demanda. En Argentina había mucha menos gente y la tierra se ocupó de una manera mucho más rápida, desplazando a comunidades indígenas de manera indudablemente salvaje. Esto generó un tipo de tenencia de tierra concentrada. Miremos otro ejemplo histórico, el de España y los moros. España tiene una estructura agraria hoy de minifundios en la zona este y nordeste y de latifundios en la zona sudoeste. ¿Por qué? Porque la reconquista se hizo durante muchos siglos en la parte nordeste y este. En cambio en el sur la liberación fue muy rápida y esa tierra se dividió entre menor número de gente, lo que da una estructura más latifundista.
–La novela de Mario Vargas Llosa Conversación en la Catedral comienza con un personaje que se pregunta “¿cuándo se jodió el Perú?”. ¿Cuándo se jodió la Argentina, entonces?
–La historia, la geografía y la demografía te van condicionando el patrón de desarrollo de una economía. Australia tiene un territorio mucho más grande que Argentina, recibió menos gente y además tenía metales. Con lo cual siempre tuvo un nivel de ingresos superior a Argentina. Argentina vendió durante mucho tiempo un producto, la carne salada, y recién con el frigorífico y la consolidación del mercado internacional de granos se produce un cambio que le permite dar un gran salto, pero ya para entonces la estructura agraria estaba muy consolidada. Con esta estructura tiene que adaptarse a la democracia y a la necesidad de una industria. Acá es interesante la comparación con Estados Unidos. Estados Unidos decidió el dilema del país agrario versus país industrial en el siglo XIX con la guerra civil, que además del tema de la esclavitud era un enfrentamiento entre el sur agroexportador y el norte industrialista más centrado en el mercado interno. Después, a principios de siglo, Estados Unidos tiene el debate en torno del voto de la mujer. Y en 1960, cien años después de la guerra civil, tuvo la discusión de la incorporación política de las minorías. Desde esta perspectiva se puede decir que el peronismo fue un intento de hacer estas tres cosas juntas: el modelo industrializador, el voto femenino y la incorporación de grupos sociales que estaban marginalizados del sistema político, aunque ciertamente no eran minorías. Este intento choca con la estructura previa agroexportadora, poco democrática, un choque que tardamos desde 1955 hasta 1983 en procesar. El golpe militar de 1976 se planteó como un intento de solución final del peronismo que John William Cook llamaba el “hecho maldito de la sociedad burguesa” y que yo creo que era un proceso de modernización e inclusión social de un país. Con el regreso a la democracia, el radicalismo tuvo la mala suerte de gobernar con la fuerte deuda externa generada por el gobierno militar, una caída de los precios de los productos primarios y un sector sindical que quería, razonablemente, recuperar lo perdido durante la dictadura militar, a lo que se sumaron todos los intentos de golpe que vivió. A partir del 89-90 Argentina vuelve a crecer, no obstante la gran desilusión que termina siendo la convertibilidad, y a partir de 2002-2003 Argentina crece hasta 2011 a un ritmo que es el más alto desde fines del siglo XIX.
–Estas comparaciones que se hacen en base al PIB terminan a veces dando resultados sorprendentes porque pueden contabilizar un período como el menemismo como de crecimiento cuando en realidad se estaba desintegrando la estructura productiva nacional. ¿No es un poco tosco este parámetro del PIB?
–De acuerdo. Es la mejor manera que tenemos los economistas para medir, pero tiene muchas limitaciones. Uno debería tener medidas de progreso en salud, educación, calidad institucional, pero lamentablemente sólo entre 1990 y la fecha se ha ido mejorando en la medición de muchas de esas variables. Hoy podemos decir, siguiendo los datos del proyecto Maddison, que desde 2007 no toma en cuenta los del Indec, que Argentina es un país de ingresos medios altos. Pero si bien los modelos del menemismo y el kirchnerismo son constrastantes en términos económicos, podemos decir que con la democracia se pudieron resolver las contradicciones y conflictos de la convertibilidad de una manera muy diferente a lo que se había hecho antes con otros momentos conflictivos de nuestra historia. Siguiendo la vía democrática podemos convertirnos en un país desarrollado. Con el kirchnerismo hubo un crecimiento con inclusión social que lamentablemente se paralizó desde 2012, aunque creo que se están tomando hoy algunas de las medidas necesarias para encarar mejor los problemas actuales. Necesitamos, eso sí, consenso, no para eliminar las diferencias sino para poder seguir avanzando en el marco democrático con un crecimiento con inclusión social.
-–Argentina no es un caso único en el contexto de América latina. Si uno compara a América latina con Asia, ve que hay países asiáticos que llegaron a ser desarrollados como Japón o Corea del Sur, algo que no se ha dado en América latina. ¿Por qué?
–Asia no tuvo nunca los recursos naturales de América latina. De manera que, si quieren crecer, no tienen más opciones que crear Toyota o Hyundai o hacer grandes avances en ese terreno para desarrollarse. Comparando con Australia pasa lo mismo. No hay grandes marcas industriales australianas que uno conozca. Hay sí grandes empresas mineras. La estructura de recursos y productiva que un país tiene va influyendo en el desarrollo. América latina tiene recursos naturales: agricultura, energía y metales. Eso ha marcado la dirección de su desarrollo. Se necesita un esfuerzo deliberado como sociedad para generar una visión estratégica que permita ir más allá de solamente producir productos primarios. Pero también es cierto que Japón y Corea tuvieron gran apoyo de Estados Unidos para su recuperación y despegue después de la Segunda Guerra Mundial en el marco de la Guerra Fría.
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