DIALOGOS › OSCAR ANDRADE, TITULAR DEL SINDICATO URUGUAYO DE LA CONSTRUCCIóN Y DIRIGENTE DEL PARTIDO COMUNISTA
Andrade defiende la integración latinoamericana y, al mismo tiempo, el legado de Tabaré Vázquez como primer mandatario del Frente Amplio y candidato para las próximas presidenciales. El dirigente comunista descarta un TLC con Estados Unidos y analiza la relación con Argentina.
› Por Mercedes López San Miguel
Oscar Andrade es secretario general del Sindicato Unico de la Construcción y Anexos –Sunca– de Uruguay y dirigente comunista, a quien no le gusta que lo llamen caudillo, calificativo que usó el presidente José “Pepe” Mujica para hablar de él. Con el mandatario tiene buena relación, y lo visita seguido en su chacra. “A Mujica lo podés llamar por la mañana y te dice que vayas al mediodía a visitarlo. Es un fuera de serie.”
–El presidente Mujica dijo que, más allá de quién gane el 26 de octubre, Uruguay va a tener la mayor planta de celulosa del mundo. ¿Qué opina de esta definición?
–Con el asunto de las plantas de celulosa tenemos un debate sobre la inversión extranjera, que a veces reducimos de manera peligrosa. Hay compañeros que piensan que el capitalismo se inicia a partir de un emprendimiento industrial. La lógica de la relación capital-trabajo es bastante más compleja que un emprendimiento. Toda la discusión que tuvimos con la primera instalación de la planta de celulosa fue extremadamente difícil para la relación de nuestros pueblos, y se polarizó de manera innecesaria. Ni Botnia ni Montes del Plata son la causa nacional, ni son el origen de todos los males del capitalismo. Inversión extranjera directa hay en todo el mundo. No me parece sensata una postura de “viva, viva la inversión” de cualquier forma, así como tampoco de negarse a cualquier inversión. Para mí uno de los procesos más heroicos de nuestro continente es el cubano. Y Cuba está discutiendo con la transnacional Odebrecht la producción de la caña de azúcar, tratando de negociar las mejores condiciones para el pueblo de la isla. Lo que no parece sensato es plantearse la lógica de una transnacional, más aún, en el escenario de hace diez años, cuando Uruguay salía de una crisis muy dura. Me parece que se deben discutir las condiciones para la inversión; si se fortalece el desarrollo productivo de un país como Uruguay, y si se generan las condiciones para avanzar en un proceso de transformación. Eso es un equilibrio que se construye con correlación de fuerzas.
–Con las papeleras hay una primera mano de obra golondrina al momento de su instalación, pero más adelante crece el desempleo...
–Nosotros tenemos hoy en la cadena forestal que trabaja para la celulosa unos cuatro o cinco mil puestos de trabajo, hay 600 puestos de trabajo vinculados con la fábrica. Claro que hay temas que tienen que estar en el debate: la propuesta fiscal de zona franca en la instalación de estos proyectos no me parece lo mejor. Las condiciones de control ambiental son bastante altas, pero siempre tiene que haber márgenes para mejorar. Ahora, el planteo no puede ser que no haya pastera. El planteo global de no a las pasteras tendría que venir acompañado de una fórmula de organización de la sociedad que prescinda del papel. Ese debate no está sobre la mesa. Tenemos sí un problema ambiental que es el sobreconsumo de papel, sobre todo en el Primer Mundo, que genera un desequilibro ecológico. Pero no resolvemos el problema en Uruguay. Nosotros decimos que se produzca el papel, en las mejores condiciones ambientales. El debate cuando se instaló Botnia era que Las Cañas como centro turístico iba a desaparecer. Y cada año Las Cañas no tiene más vacantes. Al capital, en cuanto le das un espacio tiende a precarizar las condiciones laborales y de la naturaleza, pero todo el capital, las fábricas de papel, las curtiembres, los frigoríficos, las textiles, todo emprendimiento tiene esa tendencia si no está regulado. Tengo claro que en los lugares donde el peso sindical es débil, el papel del Estado en el control es menor, la condiciones de producción terminan deteriorando el medio ambiente y la vida del trabajador, de forma irreversible. Tenemos planteada la emancipación como un problema actual. En América latina, la región que produce más alimentos, tenemos 50 millones de personas que pasan hambre según la FAO; cinco mil niños mueren por día solamente de neumonía y diarrea.
Construimos la fuerza para cambiar dentro del sistema, no la construimos desconociendo las reglas que se están jugando. No hay duda de que el negocio del capitalista es generar ganancia, y que si no se dan ciertas condiciones, te camina por arriba. Ahora bien, en Uruguay se votaron más de 50 leyes obreras; tienen convenio colectivo hasta las trabajadoras domésticas; existen sindicatos hasta de policías, es decir, no es el lugar más desregulado para venir a invertir con mano de obra barata. De acuerdo con la Cepal, de 2005 a 2013 los dos países que tuvieron mayor crecimiento del salario real en toda América latina son Uruguay y Argentina.
–¿En el Frente Amplio no discuten si se debe diversificar la economía y apostar a la industrialización?
–Sí, claro. No hay duda de que el modelo económico de la derecha en los noventa fue de crecimiento; del ’90 al ’99 creció cerca de un 40 por ciento. Si uno mira el gobierno del Frente Amplio, de 2005 a 2013, no creció tanto más: un 50 por ciento. La disputa no es en términos de crecimiento económico. En los noventa se perdieron más de 200 mil puestos de trabajo en la industria y en este período se han recuperado 150 mil. El PIB industrial es mucho mayor que nueve años atrás. Ese es el tránsito que hay que hacer: no estamos igual que hace una década, por más que sea una economía primarizada. Además, la industria es Mercosur dependiente: si tenemos problemas comerciales con Argentina o Brasil, a Uruguay se le achica su horizonte de exportación. El modelo de los noventa fue excluyente, porque creció el desempleo; bajaron los salarios en términos reales, aumentó la pobreza, y se generaron condiciones de exclusión social previa a la crisis del 2002. El proceso de 2005-2013 es diferente: había un 17 por ciento de desempleo y hoy hay un 6, el salario mínimo se multiplicó tres veces (N. de la R.: hoy es de 500 dólares). Tuvimos un salario mínimo de 36 dólares en el 2002. Era el salario mínimo más bajo del continente. Cuando llega el Frente Amplio al gobierno el punto de partida fue un salario de 41 dólares. ¿Cuántos países en América latina reformaron la seguridad social para reducir los años con los que te vas a jubilar? Para que sean menos los años de edad y de trabajo, para computarles a las mujeres un año por cada hijo que tienen, para extender al doble el período de seguro de desempleo para el mayor de 50 años. No hay duda de que hubo un conjunto de medidas sociales; la reducción de la pobreza no se logró con el crecimiento económico. ¿En cuántos países se cuadruplicó la tasa de sindicalización? También existen componentes de continuidad. El banco más importante de Uruguay es el Banco República, del Estado, ahora una parte de sus utilidades van a promover proyectos de autogesión y a fondos de desarrollo. Hay una veintena de empresas autogestionadas reabiertas gracias al apoyo del Estado directo.
–¿Qué falta resolver desde su perspectiva?
–Tenemos que generar mecanismos de control a sectores económicos que son muy duros. Los especuladores inmobiliarios y los sectores vinculados con la producción rural son los que más se resisten. En la campaña se colocó fuerte la propuesta de un impuesto a los sectores agropecuarios para fortalecer la educación. Es un impuesto muy tímido, son 60 millones de dólares, no es el cambio de clase en el poder. Y se armó una histeria como si habláramos de expropiar. Construir una agenda popular no depende sólo del gobierno. También depende de que la base social tenga capacidad para instalar temas de debate. Hoy se discute en la campaña la propuesta de recorte del gasto del Estado para el equilibrio macroeconómico versus multiplicar el gasto del Estado con el sistema de cuidado para atención a las mujeres, los niños, los ancianos y los discapacitados. Ese debate identifica dos modelos de país.
–Tabaré Vázquez estuvo al borde de la guerra con Argentina por el conflicto con las papeleras, incluso le pidió ayuda a George W. Bush. ¿Como ve la relación con Argentina si Tabaré vuelve al gobierno?
–Con Argentina tenemos una relación histórica. En 1909 fusilaron a trabajadores argentinos un 1º de mayo y en Uruguay hubo una conmoción. Fue una de las movilizaciones obreras más grandes. Ahora bien, es exagerado decir que había una hipótesis de declaración de guerra.
–Lo dicen los cables de Wikileaks...
–En todo caso, el planteo que coloca Tabaré en esa condición es qué hacer ante la hipótesis de que el conflicto se radicalice. Tabaré es mucho más que esas declaraciones. Es el médico de la Teja, el fundador del Arbolito, es el intendente de Montevideo. Si a mí me preguntás y al propio Tabaré le preguntás, va a coincidir en que fue una declaración equivocada. Debe haber suficiente inteligencia del lado argentino para ver que Tabaré es más que esa declaración.
–Su gobierno coqueteó con la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Bush. ¿Podría volver a plantearse este proyecto?
–Convocamos movilizaciones inmensas a favor de la integración latinoamericana cuando se generó este asunto. No se entiende la unidad de la izquierda sin el movimiento sindical. Este movimiento no se supeditó nunca a un gobierno, nunca fue polea de transmisión. La discusión del TLC atravesó a todos los sectores de la izquierda. En el Partido Comunista no hubo fisuras. Tampoco fuimos espectadores de la derrota al ALCA. En el programa del Frente Amplio no está la posibilidad de un tratado de libre comercio con Estados Unidos, confiamos en que vamos a poder llevar adelante el programa en medio de las tensiones que se den. Creo que en algunos planos pensábamos más en materia de integración cuando teníamos gobiernos en el campo enemigo, que cuando tenemos gobiernos propios. No quiere decir que no tengamos una mirada crítica de que no estamos avanzando lo suficiente en materia de integración, no sólo comercial sino en temas como la seguridad social o de derecho laboral o de complementación en materia energética. En la mayoría de los países siguió predominando la agenda nacional. De este modo, la derecha logra fácilmente instalar los problemas de vínculo entre Uruguay y Argentina, o Uruguay y Brasil, como el fracaso de la integración, entonces termina fortaleciéndose la postura pro Estados Unidos. Vamos a poner en marcha un acuerdo con jóvenes cubanos que vienen a estudiar a Uruguay. Los oftalmólogos cubanos que trataron a los sectores pobres –con la llamada operación Milagro– les devolvieron la vista a muchos uruguayos que no eran atendidos por médicos uruguayos. Veníamos de un gobierno –el de Batlle– que había roto relaciones con Cuba, había echado al embajador.
–Como militante del Partido Comunista, ¿no le suena raro que Obama elogie a Mujica?
–El análisis de la visita de Mujica a Estados Unidos hay que hacerlo con la cabeza bastante fría. A mí me pareció muy interesante que se convoque, a partir del encuentro, una reunión con diplomáticos cubanos y de EE.UU. para tratar el tema del bloqueo. En reuniones entre presidentes los elogios son casi una condición de la diplomacia, no necesariamente tiene que ver con los intereses de fondo. El papel de Mujica en el plano internacional ha sido en general muy correcto, con respecto a las banderas de la paz en Colombia, y con respecto al tema de la unidad latinoamericana como un concepto a retomar. Nuestra América vive un momento donde también a nivel político y no sólo social se está retomando un concepto que es básico para plantearse la liberación nacional. No creo que la concreción de una propuesta antiimperialista tenga que ver con la pose, sino con los contenidos, y no tengo duda de que Mujica juega en una dirección correcta.
–¿A cambio de qué el gobierno va a recibir a los presos de Guantánamo?
–Tenemos una ley de refugiados muy amplia. La tradición de dar asilo como política de Estado es larguísima. Hay una frase de Wilson Ferreira Aldunate a Videla, cuando la dictadura argentina perseguía al referente del Partido Nacional, que dice: “Si un día usted llega a ser exiliado, seguramente no lo recibiremos con alegría, pero lo haremos porque es una tierra que recibe al exiliado político”. En este caso particular tiene que ver con una circunstancia humanitaria. Hay presos en Guantánamo que están por fuera de todo proceso judicial, por fuera de todo Estado de derecho. Ese tiene que ser el centro de la cuestión. Además, hay dificultades institucionales para liberar a esos detenidos. Es claro que el tema de fondo es que tendría que desaparecer Guantánamo. Esa es una bandera que levantamos con fuerza; ahora que la levantemos no quiere decir que tomemos el camino más cómodo de rechazar la posibilidad de acoger a seres humanos que fueron encarcelados en medio de la histeria post-11 de septiembre. Después de los atentados, EE.UU. salió a cazar supuestos terroristas por el mundo violando el derecho internacional y nacional. El origen es la barbarie.
–La ley de medios ya tiene media sanción, ¿el Frente Amplio tiene dificultades para lograr el voto en el Senado?
–Es la madre del borrego. Hay medios que se dedican a tergiversar la realidad de un modo impensable, medios que ante la movilización de 20 mil trabajadores dicen que hubo un puñado. La ley está en el Senado, yo creo que tenemos los votos, pero construir consenso en el Frente Amplio es complejo. En la izquierda tenemos marxistas, socialdemócratas, socialistas, todos juntos para ponernos de acuerdo.
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