DIALOGOS › GUILLERMO RUS, DIRECTOR DE LATAM SATELITAL Y EX VICEPRESIDENTE DE ARSAT
Rus alerta sobre las consecuencias que trae discontinuar la producción satelital: el impacto en la industria nacional, el rezago en la carrera tecnológica a nivel internacional y la desvalorización del carácter competitivo de la empresa Arsat.
› Por Julia Goldenberg
El desarrollo satelital está creciendo en América latina, que además es una región de mucho interés para los principales operadores internacionales. Argentina no sólo forma parte de los 10 países del mundo que producen satélites, sino que además lidera la región. Sin embargo, la construcción del Arsat 3 quedó suspendida, así como la actividad de TDA que también depende de la empresa Arsat.
–¿Qué es Latam Satelital?
–Latam Satelital nació a fines de 2015, es una publicación digital dedicada a brindar información sobre el sector espacial en la Argentina, la región y el mundo. La plataforma busca ser una fuente de información de la tecnología satelital, las comunicaciones por satélite, la observación terrestre, los sistemas de posicionamiento y el acceso al espacio. Pertenece a una serie de publicaciones específicas del sector, como la revista Fibra.
–¿En qué situación se encuentra la región respecto del desarrollo satelital?
–En los últimos quince años se vivió un despegue de Latinoamérica en materia satelital. Casi todos los países impulsaron proyectos satelitales de alguna índole. Entre otras cosas, Bolivia y Venezuela desarrollaron sus operadores de comunicaciones estatales con plataformas Chinas; Brasil desarrolló un ambicioso plan de observación terrestre; México impulsó una fuerte política de conectividad gubernamental con satélites propios y se creó un ecosistema de empresas de servicios tanto en comunicaciones como en observación terrestre, posicionamiento y tecnología para los satélites. También Argentina y Brasil impulsan proyectos muy interesantes de acceso al espacio. Cabe destacar los logros nacionales: el SAC-D junto a la NASA y los satélites Arsat-1 y Arsat-2 que en cuatro años dan muestra de que las políticas de desarrollo tecnológico fueron concretas y contaron con la financiación que requieren.
Sin embargo, a pesar de este fuerte impulso, de la naturaleza intrínseca de los proyectos espaciales, de la cooperación internacional y de un marco político regional favorable, no se lograron concretar proyectos asociativos así como tampoco una coordinación en los esfuerzos por impulsar la industria. Latam Satelital busca aportar también en este sentido, difundiendo y analizando el desarrollo en la región para que algún día se pueda contar con iniciativas regionales que optimicen el uso de recursos, complementen capacidades y aporten a una integración regional sana, que respete asimetrías.
–¿En qué dirección se orienta la gestión actual de Arsat?
–Las declaraciones del ministro Aguad y de su yerno de Loredo, que es quien está a cargo de Arsat en este momento, indican que buscan complementar Arsat con el sector privado y sin competir en el mercado. Es fundamental entender que Arsat es una empresa y las empresas compiten, no puede haber una empresa que no compita, eso no existe. Están poniendo el acento en que Arsat no compite y en realidad sí lo hace. Uno puede elegir contra quién compite: contras los grandes, contra los chicos, contra los de afuera, contra los de adentro, pero siempre compite. En materia satelital, Arsat compite contra los operadores internacionales, pero además compite contra los fabricantes de satélites. Está intentando empezar a competir en lo que es la venta de tecnología satelital, en un sector donde predominan fabricantes de todo el mundo que tienen muchos años de experiencia, que están apalancados por inversiones estatales muy fuertes de sus gobiernos (China, la UE o Estados Unidos). En la gestión actual, existe un discurso reiterado de que no hay competencia y no se menciona a Arsat como un operador y tampoco se habla sobre cómo posicionar al país en materia tecnológica. Entonces lo que vemos, es que no hay una opinión diferente pero fundada que critica a la ley 27.208 de desarrollo de la industria satelital, o busca superar el proyecto existente. Lo único que existe es una omisión y descalificación del trabajo realizado. Esto hace suponer que no hay una voluntad de seguir avanzando con estas políticas. Desde el punto de vista de Arsat como operador es necesario competir contra Europa y Estados Unidos, pero las señales de este gobierno, que sabemos son muy permeables al lobby de las potencias, no busca competir con sus empresas estatales. Para competir con empresas internacionales, hay que hacerlo en el marco de presiones políticas. En esos mercados hay empresas de otras potencias y eso no está libre de presiones políticas e internacionales. Si la política es muy permeable a eso, se vuelve difícil competir. Sabemos que en la historia del desarrollo tecnológico sufrimos presiones de los países centrales y en este contexto parece que el ritmo del desarrollo lo vuelven a poner las potencias.
–Se insiste con que este tipo de emprendimientos es un gasto y que nunca va a ser competitivo.
–Arsat no estaba pensada para ser subsidiada. Obviamente hay riesgos, como en cualquier empresa. Para competir con empresas internacionales que son muy grandes, para competir en el marco de presiones políticas, porque cuando uno quiere buscar mercados, donde hay que competir con potencias mundiales la cosa no es tan sencilla. Eso no está libre de presiones políticas e internacionales. En la historia del desarrollo tecnológico de Argentina existieron presiones que limitaron los desarrollos locales.
–Además, hay una fuerte desinformación sobre el funcionamiento de los satélites, como se vio, por ejemplo, con los dichos del secretario de Obras Públicas de la Nación que dijo que iba a monitorear la obra pública con Arsat.
–Sería interesante saber cómo monitorean el progreso de la obra pública. Hacer un seguimiento de las construcciones con determinadas imágenes satelitales es de lo último en tecnología. Entonces, festejo que avancen en esa línea, si es que lo hacen. Obviamente no se trata de tecnología nacional. Hace poco sacamos una nota en Latam Satelital de una empresa europea que tiene un servicio para el sector inmobiliario que monitorea el avance de construcciones utilizando imágenes satelitales. Para mí fue novedoso eso, yo sabía que existían posibilidades de monitorear los cambios que hay en la superficie de la Tierra. Pero usarlo como un servicio, para el sector inmobiliario es innovador. Que utilicen este tipo de tecnología en la obra pública sería interesante. Aún más interesante saber cómo la van a usar, qué sentido tiene, etc. Sino parece que van a usar una ultratecnología, lo último de lo último, sin aclarar cómo, por qué, etc.
–¿Qué consecuencias trae discontinuar la producción satelital?
–Ahí tenemos dos temas importantes. Por un lado la continuidad del desarrollo tecnológico donde Arsat es, no sólo el responsable de ocupar las posiciones orbitales sino también de aportar al desarrollo de la industria satelital argentina. Arsat no es el único actor, también está la comisión de actividades espaciales que tiene los satélites de observación de la tierra pero son dos actores fundamentales y Arsat tiene un rol muy importante. En ese sentido, la continuidad del desarrollo de satélites es una forma de mantener empleada a toda la gente, toda la ingeniería específica. En Argentina no es que uno deja de trabajar para el Estado en los satélites y se va al sector privado, no existe el sector privado en esta materia. Entonces, si los proyectos satelitales se discontinúan hay que pasar a desarrollar el área nuclear, a otros proyectos con otras características (habría que preguntarle a Invap). Durante la gestión de Cristina Kirchner, se buscó posicionar a Arsat como la empresa productora de nuestros satélites y así poder planificar qué tipo de satélites construye la Argentina. Todo esto está plasmado en la ley 27.208 que es la ley de desarrollo de la industria satelital. En la ley, uno de los puntos importantes es posicionar a la Argentina como un exportador de la plataforma. Los países centrales vienen haciendo satélites desde la década del 60’ y nosotros, que teníamos algo incipiente con la Conae, en materia de satélites geoestacionarios recién empezábamos. Cuando uno se posiciona en este tipo de industrias busca exportar las plataformas y venderle satélites a otros países. Ese era el objetivo, pero al discontinuar el trabajo se pierde tiempo en la carrera tecnológica en la que corren Europa, Estados Unidos, China e India que son competidores que corren muy rápido y tienen muchos fondos. En los últimos años pudimos entrar en ese tipo de industria a nivel internacional y la ley ayuda a mejorar nuestra plataforma, a hacerla exportable. Es muy importante entender que Arsat no consiste solamente en un desarrollo tecnológico de ingeniería o de ciencia, requiere también un enorme trabajo comercial, político institucional, etc. Entonces, se pierde mucho al discontinuar la producción. Lo que hay que señalar es que el proyecto no está cancelado, está postergado hasta nuevo aviso. De todas formas, todas las señales que percibimos nos hacen creer que no hay demasiado interés en hacer el proyecto. La otra consecuencia importante que se desprende, si se decide discontinuar la producción satelital, es que en Argentina y Sudamérica existen muchos operadores satelitales internacionales. Son operadores muy fuertes que tienen flotas de muchos satélites. En cambio, los operadores estatales en latinoamérica son incipientes: Venezuela tiene un solo satélite, Bolivia tiene un satélite y Argentina ahora tiene dos satélites. Entonces, frenar Arsat 3, también implica dejar de avanzar como empresa y dejar que avancen otros. Hay un factor comercial de Arsat que es fundamental, considerando que la empresa es un operador más que compite. Si uno mira la tendencia global en este momento, la mayor parte de los operadores fuertes del mundo están diciendo que para crecer tienen que aumentar sus servicios, aprovechando las transmisiones 4K, 8K, dando internet satelital a nivel domiciliario, utilizando las nuevas frecuencias banda Ka (que es uno de los puntos específicos del Arsat 3) y a su vez expandiéndose a regiones donde hay más mercado. Las dos regiones que todos los operadores mencionan son el sudeste asiático y América latina. Así, si bajamos la velocidad de producción en nuestra propia región le estamos abriendo la puerta a otros competidores.
–Tengo entendido que un 30% de los componentes para construir los satélites eran nacionales. ¿Cómo impacta esto en la industria local?
–En el costo del satélite hay una parte muy importante que es el lanzamiento. Luego, lo que es la carga útil que es muy poco probable que Argentina pueda, en el corto plazo, desarrollar esas tecnologías. Se está haciendo un lanzador –eso es un paso muy importante– que va por el lado de la Conae, para satélites que pesan hasta 300 kilos mientras que los del tipo de Arsat pesan tres toneladas. Por último, en la construcción de satélites, hay componentes que son importados y otros desarrollados en Argentina. Está toda la ingeniería de Invap como integrador del satélite. Esa integración tiene técnicos, tiene proveedores externos que fabrican distintas partes del satélite. Existen varias decenas de pymes que a su vez proveen servicios y tecnología a Invap en el desarrollo de un satélite. Si no se sigue desarrollando la producción satelital todo esto se discontúa. Hace algunos años, por ejemplo, España, que participa de la agencia espacial europea, redujo su participación en ese organismo. Al reducir su participación, generó muchos inconvenientes a la industria española y tardó en recomponerse de eso. Recién ahora se dieron cuenta de la importancia que eso tiene para la industria de alto valor agregado que tiene Europa. Durante la gestión anterior, apostamos a un panorama donde la ley de desarrollo satelital iba mantener un volumen de trabajo más o menos constante. En cambio, si discontinúan el trabajo de desarrollo satelital, todas las capacidades desarrolladas van a sufrir el achique que les genera esa falta de inversión.
–¿Consideras que se puede hablar de un vaciamiento de la empresa?
–Hubo una serie de despidos, algunos cargos gerenciales que son esperables. Pero además se despidieron afiliados al sindicato y esto es más complejo porque no se trataba de funcionarios con cargos gerenciales. Eso generó algunos conflictos. Pero más allá de frenar el proyecto satelital, creo que lo central es que no conciben a Arsat como una empresa que puede competir en el mercado. Esto es lo puede llegar a vaciar a la empresa. Nosotros trabajamos mucho para crear un área comercial fuerte, porque Arsat tenía que salir a competir en el mercado de telecomunicaciones. Sobre todo con su servicio de televisión y con los servicios satelitales que además se ampliaban a Sudamérica, con cobertura también en Estados unidos. Queríamos entrar en la banda Ka con el Arsat 3, que amplía el horizonte de servicios que podés ofrecer. Eso requirió madurar como institución en distintas áreas. Se trabajó mucho en el área de planeamiento y en el área comercial, como dije antes. Ahora, si Arsat no compite, obviamente frena las inversiones porque si invierte es para competir. De esta manera, los fondos para completar la red van a ser a través de subsidios, a través de servicio universal, hay distintas formas. Si Arsat no compite, todo el área comercial, de planeamiento, deja de tener sentido. Si se paran los proyectos satelitales, también hay un sector que no tendría tareas.
–Arsat articula muchos programas que promueven la inclusión digital: TDA, la red federal de fibra óptica ¿Cómo afecta el cese de actividades a todos estos programas?
–En el caso del trazado de fibra óptica se anunció un interés de avanzar en ese sentido, hay voluntad de continuar ese proyecto. Acá entra el mismo problema de la competencia porque Arsat brinda capacidad a los proveedores de internet de las distintas localidades, ahora donde llega Arsat llegan otros proveedores como Telecom, Telefónica y Cablevisión, muchas empresas. Si Arsat no compite con ninguna de esas le quedan algunas pocas localidades con pocos habitantes para dar servicios y una red que requiere mantenimiento, con cuadrillas realizando mantenimientos preventivos, correctivos, que son muy caros. Si no tiene volumen de negocios habrá más egresos que ingresos. Son muy pocas las localidades donde Arsat llega solo, son los lugares más alejados que quizás no se llega con fibra, sino mediante radioenlaces o satélite. Entonces el volumen de negocios va a ser muy chico y la red tendría un costo de operación muy alto y bajos ingresos lo cual sería un problema para los números de la empresa.
–Entonces, aunque exista la voluntad de extender la fibra óptica, por sí solo Arsat no tendría ninguna función si no se pone a competir.
–Claro, Arsat 3 estaba pensado para ser financiado principalmente con los ingresos de Arsat 1 y 2 y una parte con crédito privado. Luego, de Arsat 3 en adelante se pensaba que los nuevos satélites se financiaban con los ingresos de los satélites operativos y buscando la exportación de plataformas. Entonces el plan pretende una financiación desde la producción misma de la empresa y no desde la inversión estatal. La fibra en cambio sólo puede ser financiada por medio del tesoro nacional. En el caso de la televisión está totalmente frenado, no sabemos si no lo entienden, no lo comparten. No se pronunciaron al respecto. Lo que está claro es que está frenado y que no es prioridad para ellos. ¿Cómo va a evolucionar ese proyecto? ¿Cuál es el rol de Arsat? si no lo hace Arsat, ¿Quién lo hace? es una incógnita.
–Decías que la TDA está frenada. ¿Por qué era una prioridad para la gestión anterior?
–En 2019 se aproxima el apagón analógico donde las emisiones analógicas se van a suspender y si no fueron digitalizadas las transmisiones, cuando esto suceda una porción de la población va a dejar de ver señales que habitualmente consume. Si bien en Argentina existe una proporción importante de gente que mira televisión a través de sistemas pagos, hay un 20% de hogares que lo hacen a través de la televisión abierta. La mitad hasta 2015 ya había adoptado la televisión digital y restaba un 10% que migre del analógico al digital. Parece poco, pero son más de 1 millón de hogares que no están en la CABA y que no son de clase media. Va a ser difícil que migren al sistema digital, que adopten la nueva tecnología. No se trata solamente de poner un conversor, hay que acceder a toda esa población que está en una situación de vulnerabilidad social y económica. Para llevarlo a números: tenemos cuatro años hasta el apagón analógico y aún falta cubrir un millón de hogares. Considerando que los equipos cuestan alrededor de dos mil pesos, sumando la distribución y la logística de servicio técnico y difusión, suponiendo que esto tiene un costo de tres o cuatro mil pesos por persona, suma cuatro mil millones de pesos que hay que financiar. Entonces si las inversiones se detienen y no se invierte en la conversión tecnológica y no se invierte en políticas de inclusión, esta migración al sistema digital no va a suceder sola. Cuando llegue la fecha del apagón tecnológico habrá que postergarlo, porque se deja a una porción de la población sin televisión.
–La cobertura también alcanza las islas Malvinas y el sector norte de la Antártida Argentina, territorios remotos.
–En este sentido lo fundamental es que Arsat no busca sólo dar servicio en esas regiones donde el consumo es muy bajo y hay muy pocos clientes. La propuesta de Arsat está bajo la lógica competitiva pero que además tiene una mirada de soberanía e inclusión social. El satélite busca cubrir todo el territorio, no solamente donde está el negocio, también va donde no es rentable. En esos lugares no compite con pymes argentinas, compite con operadores internacionales, genera recursos. También están las políticas de gobierno como el caso de las escuelas rurales, que desde el ministerio de planificación se impulsó un programa para dar conectividad a todas las escuelas rurales. Lo importante es cómo se complementa la rentabilidad con el espíritu de inclusión social. La idea no es ir a pérdida pero es necesario llegar a todo el territorio.
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