DIALOGOS › EL SOCIóLOGO GUILLERMO LEVY PROPONE UNA MIRADA ACTUAL SOBRE LA PARTICIPACIóN CIVIL EN LA DICTADURA
A 40 años del golpe, coordinó la edición del libro De militares y empresarios a políticos y CEOs, una serie de reflexiones sobre las conexiones actuales con diversos aspectos de la dictadura. La deuda externa, el dólar y la relación con Estados Unidos. Los empresarios al mando de sectores estatales, la despolitización, el “autoindulto” de la sociedad argentina.
› Por Verónica Engler
Guillermo Levy está entusiasmado. Tiene en sus manos De militares y empresarios a políticos y CEOs (Ed. Gorla), un libro recién salido del horno editorial, en el que participa una docena de investigadores de las ciencias sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con sus reflexiones a partir del 40º aniversario del último golpe de Estado argentino. Levy, licenciado en Sociología y magister en Sociología Económica, fue quien coordinó la edición de este libro, además de ser él mismo uno de los autores que dan cuenta de algún aspecto de la última dictadura militar y de sus conexiones con nuestra democracia actual. Uno de los objetivos de este libro, cuenta Levy, es visibilizar la participación civil en el golpe de Estado y durante la dictadura. “La invisibilidad de los actores civiles permite que un empresario emblemático, de una familia emblemática vinculada al enriquecimiento durante la dictadura, que se ha beneficiado en los años noventa, hoy pueda ser presidente”, advierte el sociólogo.
–Su libro anterior (Del país sitiado a la democracia) se publicó hace tres años, por los treinta años de democracia. ¿El cambio en la coyuntura que se dio en el lapso que va de ese libro a De militares y empresarios a políticos y CEOs, le aportó otra perspectiva para mirar el golpe de Estado de 1976 y nuestra democracia actual?
–Más que lo que sucedió en esos tres años fueron los últimos meses, el sentir que una cantidad de cosas que se habían construido en estos años de democracia estaban menos firmes de lo que podríamos haber supuesto. Se está avanzando en ciertas cuestiones con bastante facilidad, como por ejemplo el reendeudamiento externo, sin demasiada oposición social y cultural a determinadas cosas que claramente nacieron con la dictadura militar, como estas ideas sobre las bondades del endeudamiento para el crecimiento. También se está dando un avance fuerte sobre una idea de un Estado más presente y más interventor, o la estigmatización de la actividad política, y una cantidad de cosas que tuvieron su apogeo fuerte en la sociedad argentina durante la dictadura y que estuvieron muy presentes en los años noventa.
–El genocidio que hubo en la Argentina durante la última dictadura militar tuvo como objetivo la concreción de transformaciones económicas profundas, en la distribución del ingreso y en las capacidades desarrollo industrial. ¿De qué forma se modificó la estructura social de nuestro país desde entonces?
–En la estructura económico-social, las transformaciones principales son una concentración de la economía, la destrucción de un aparato productivo más vinculado a la pequeña y mediana empresa nacional, el posicionamiento de grupos económicos de lo que se llamó la oligarquía diversificada, que son estos grandes grupos económicos nacionales con pie en las finanzas y en el comercio. Además, a partir del año 77, la reforma financiera de Martínez de Hoz generó que muchísima gente que tenía sus ahorros, o que guardaba la plata en el colchón, se empezara a incorporar a una cultura bancaria, financiera. En realidad es un proceso que se va a dar en todo el mundo occidental, no es propio de la Argentina, pero lo que sí es propio es que se realiza con el endeudamiento externo. Fue un cambio cultural importante en la Argentina, se generó esta abundancia de dólares baratos, y una idea de los sectores medios y altos de que hay un derecho a exigir que el Estado nos venda dólares con total libertad, y que nosotros podamos hacer con esos dólares lo que queramos, ponerlos en plazo fijo, fugarlos del país. De hecho, esta situación que se dio con el cepo, de muchísima gente exigiendo al Estado que le venda dólares baratos es una cosa muy particular de la Argentina, la verdad es que no hay otros países en donde suceda eso. Yo creo que en Brasil si hacen un cepo, la mayoría de los brasileños ni se va a enterar que no se puede comprar dólares. Es algo muy puntual de la Argentina y creo que claramente hay un inicio en el eje Videla-Martínez de Hoz, eso no existía antes del 76. En los noventa, con el tema de la convertibilidad, vuelve esta circulación de dólares baratos y productos importados, y la posibilidad de viajar que nace con la dictadura, pero que en los noventa se amplía muchísimo. Y eso explota en 2001 porque claramente todo eso se sostiene con endeudamiento externo y no con actividades de la economía real.
–Y ahora otra vez la expectativa con la deuda, que parece que nos va a abrir la puerta al mundo a través de inversiones que supuestamente van a llegar…
–Claro, eso de que con la deuda viene el crecimiento es un discurso de Martínez de Hoz. Cuando él asume, dice que la economía argentina no tiene grandes problemas estructurales, y que el gran problema que tiene es la inflación y la falta de modernización de su estructura productiva, y el endeudamiento externo va a ser el motor de esa modernización. Ese discurso hoy es reproducido por el gobierno con una impunidad absoluta, y cuando digo impunidad me refiero a que muchísima gente lo ve con buenos ojos, como algo positivo. Pero no creo que sea igual que en los años noventa, creo que hay más límites. El hecho de que tengan que discutir en el Congreso los límites al endeudamiento externo, en los noventa no había pasado, eso estaba absolutamente fuera del control parlamentario, de discusión de parte de la agenda política. Hoy, por lo menos, está instalado que una parte de la sociedad argentina dice que no está bueno endeudarse, pero igual lo hacen. Algo que me parece importante como para ver la gravedad de la situación actual es que todo el endeudamiento de la dictadura en siete años y medio son poco menos de cuarenta mil millones de dólares, y en estos cinco meses del gobierno de Cambiemos ya llevamos veinte mil millones de endeudamiento más o menos, obviamente con una economía mucho más grande, porque hay que medir el endeudamiento en función del tamaño de la economía, pero en estos cinco meses ya se pasó el cincuenta por ciento de todo el endeudamiento de la época de la dictadura, que quedó como el emblema del comienzo de la deuda como problema estructural de la Argentina.
–Además de esta relación de nuestra sociedad con el dólar, ¿cuál es la particularidad de Argentina en la transformación económica que experimentó en relación a otros países de la región que también sufrieron dictaduras más o menos en el mismo periodo?
–Creo que hay una conducción económica civil en la Argentina, que le da una particularidad que es absolutamente neoliberal: a su cabeza Martínez de Hoz, y todo un sector de los liberales argentinos. Si bien algunos dicen que la dictadura de Pinochet fue el primer régimen claramente neoliberal en el 73, mantuvieron algunas cuestiones, por ejemplo nunca se plantearon la privatización del cobre en Chile. Si bien la dictadura militar argentina no avanzó con grandes privatizaciones, creo que hay una mirada absolutamente neoliberal y absolutamente consustanciada con la salida neoliberal que se plantea en el mundo a la crisis de los años setenta, que es una particularidad de la dictadura argentina. Pero la principal diferencia no se da entre las dictaduras sino en lo que había antes. La principal diferencia de la Argentina en relación con otros países del continente es el peronismo, en la Argentina hay una tradición de décadas de desarrollo industrial, una tradición de décadas de inserción de la clase obrera, hay una distribución del ingreso a los asalariados que es única en Sudamérica. En el año 1974, el 48 por ciento de la renta nacional iba a los asalariados, eso no existe ni en Chile, ni en Uruguay, ni en Paraguay, ni en Bolivia, ni en Brasil, en ese mismo periodo ni ahora tampoco.
–Otra cuestión que usted suele destacar como particularidad de la Argentina respecto a otras dictaduras de la región es la relación con Estados Unidos.
–Sí, porque otra diferencia de la dictadura argentina con el resto de Sudamérica es, aunque muchos no crean, la menor intervención norteamericana en el proceso de genocidio y en el proceso de transformación económica. Las otras dictaduras tienen más que ver con doctrina de seguridad nacional y la política exterior norteamericana. El derrocamiento de Salvador Allende fue planificado, hasta lo confesó Henry Kissinger, con la participación norteamericana. Los golpes en Latinoamérica están en el marco de la Guerra Fría, en el marco de las políticas norteamericanas de la región, pero el golpe argentino no se hizo con asesoría de la CIA, ni con bases norteamericanas en nuestro territorio, sino que tiene más que ver con la cúpula civil-económica-política local. Es un golpe made in Argentina. La represión que hubo en Argentina no tuvo tanto que ver con las enseñanzas de los oficiales norteamericanos, si bien muchos argentinos se entrenaron en la Escuela de las Américas, sino con la enseñanza de los franceses. Los oficiales argentinos habían aprendido con los franceses en la década del 50 y 60 todo lo que van a hacer después en la represión. Me parece que ahí también hay una cuestión como de vanguardia de la cúpula militar y de la cúpula económica de la Argentina, tienen un proyecto propio para la Argentina, independientemente de que esté en sintonía o no con la demanda de Estados Unidos. Y además, la relación de Estados Unidos con la dictadura argentina fue bastante tensa. En los años de (James) Carter (presidente demócrata de 1977 a 1981), hubo una política de no avalar gobiernos que tengan denuncias por violación a los derechos humanos, él tenía una representante para Latinoamérica que era la recientemente fallecida Patricia Derian, una mujer de la izquierda del Partido Demócrata que organizó la venida de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979.
–Luego del golpe militar ingresan a manejar diferentes organismos del Estado relacionados con la economía dirigentes del sector empresario y financiero. Con el gobierno actual de Cambiemos se sumaron una importante cantidad de ex CEOs al gobierno. La diferencia entre la coyuntura de los años setenta y la actual es obvia. Pero ¿cuáles le parece que son las similitudes entre estos dos procesos?
–Yo creo que son bastante diferentes. Tanto en dictadura, como en la época de Alfonsín, de Menem o de De la Rúa, el sector político o el sector militar siempre tuvo la conducción del proceso político y económico en manos de civiles. Los civiles de la dictadura estaban vinculados al pensamiento neoliberal, y los que participaron del Estado son los vinculados al sector financiero, que es un sector chico, en cantidad de gente o en participación de la economía real de la Argentina, pero es el sector que empieza a tener un poder enorme en el mundo a partir de la crisis de los años 70. Pero esto de gerentes, que ahora se llaman CEOs, de empresas industriales y de servicios que desembarcan en el Estado y conducen líneas de acción político-económicas, es un proceso bastante nuevo. Obviamente que se puede ver un antecedente en la dictadura y también tenemos algunos antecedentes menores durante el menemismo. Tampoco es que hoy los empresarios manejan la política, pero me parece que está cuestión del sector privado gestionando el Estado es la primera vez que se da. Esto no quiere decir que no haya habido antes tipos vinculados a la actividad privada gestionando el Estado en función de los intereses de su empresa, pero me parece que este desembarco y esta cultura de que es bueno que el empresariado privado maneje el Estado es nuevo. Inclusive en el menemismo, que hubo todo un discurso sobre las bondades de lo privado por encima de lo público, los que gestionan siempre son los dirigentes políticos, o sea los empresarios son beneficiarios, pero no son los que controlan el proceso de gestación de las políticas públicas.
–En relación a los genocidas, usted sostiene la idea de que es necesario correrse de los discursos demonizadores porque sólo sirven para despolitizar. ¿De qué manera se da esta despolitización?
–A mí me parece que todas las demonizaciones son contraproducentes para poder hacer un entendimiento de los procesos históricos. Acá no hay demonios, acá hay actores político-sociales concretos, y los militares fueron un actor más. Creo que una de las cosas que aparece fuertemente en los distintos artículos que conforman el libro es que los militares cumplieron una parte de la función, pero se llevaron todos los castigos culturales y judiciales. Pero demonizar a los militares no ayuda a pensar los sectores empresariales, todos los sectores económicos, la Iglesia católica, el gran apoyo de los sectores medios y medios altos de la Argentina a la dictadura, a la represión, a la apertura económica, a la posibilidad de viajar al exterior, de tener dólares baratos. Me parece que hay como una especie de autoindulto que hace la sociedad argentina construyendo el demonio, el chivo expiatorio de los militares, que obviamente tuvieron un rol principal y el rol más criminal, que es el exterminio de miles de personas. Pero hay como una especie de trampa en esta cuestión de los militares, y esto lo vemos en los juicios contra civiles.
–Claro, prácticamente no hay civiles condenados.
–Exacto. La complicidad empresaria fue enorme, y éstos son los no tocados. Están los torturadores juzgados, que está muy bien, es un proceso único en Latinoamérica y en el mundo. Pero en los juicios no se ve a ninguno de los empresarios, a ninguno del poder civil, es llamativo. Ni Blaquier, ni Massot, pasaron un día solo en prisión, por más que tuvieron que soportar imputaciones y procesos que no llegaron a nada. Uno podría preguntarse quiénes son los ganadores de la dictadura militar. No son ni los Videla ni los Massera, que han sido repudiados por toda la sociedad argentina, o gran parte de la sociedad. Los grandes ganadores son los grandes empresarios vinculados al sector financiero y a la patria contratista argentina, que han hecho crecer enormemente su capital y el patrimonio de sus empresas. El grupo Macri es un emblema de los grupos que se han beneficiado con la dictadura, que se han beneficiado en los noventa y hoy (Mauricio Macri) puede ser presidente. Un general de la dictadura no podría ser presidente por votos en la Argentina, por suerte hay un límite social importante en repudio a los actores directos. Pero los actores económicos invisibilizados gozan de una impunidad muy grande.
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