Lun 22.01.2007

DIALOGOS  › JOSE LUIS RODRIGUEZ ZAPATERO, PRESIDENTE DEL GOBIERNO ESPAÑOL

“ETA sólo tiene un destino: el fin”

Tres días después del atentado de ETA del 30 de diciembre, en el aeropuerto de Barajas, Zapatero concedió esta entrevista al periodista Javier Moreno. La bomba etarra había matado a dos inmigrantes ecuatorianos, había cortado bruscamente las negociaciones de paz y finalmente había fortalecido las posiciones del derechista Partido Popular de Mariano Rajoy. La conversación aborda centralmente el atentado de ETA y sus consecuencias.

› Por Javier Moreno *

–“Largo, duro y difícil.” Lo repitió usted muchas veces. ¿Se imaginó en alguna de ellas un atentado como el de Barajas?

–Uno siempre tiende a no imaginarse tragedias como el atentado de Barajas, aunque siempre he sabido que la responsabilidad de afrontar un proceso de paz, por las experiencias similares que ha habido, comporta situaciones muy difíciles.

–¿Qué es lo que tenía entonces en la cabeza? Porque yo sí pensé en algún momento que usted podía estar refiriéndose a un atentado.

–Hay acciones que pueden estar en el terreno de la violencia, de distinto alcance y de distinta naturaleza. Un atentado de las características del de Barajas no era pensable por nadie. Obviamente no estaba en las previsiones del gobierno y supone sin duda alguna una acción de ruptura del diálogo.

–¿Por qué tardó tanto en comparecer ante la opinión pública el día del atentado?

–Comparecí en los tiempos que pude, porque estaba en Doñana y eso exige un cierto tiempo de desplazamiento. Tiene que ir un avión a buscarte, tienes que venir, son aproximadamente cerca de tres horas y pico. Llegué, analicé las cosas, tuve la información y comparecí a las seis de la tarde. O sea, que no acabo de entender que se pueda decir que fuese tarde. De hecho, comparecí cuando tuvimos la información. Hasta ese momento carecíamos del dato de una segunda víctima en el atentado. La primera información la tuve en torno de las doce y media, una de la tarde, y la segunda en torno de las cinco de la tarde. Teníamos que disponer de toda la información y creo que comparecí en un tiempo razonable.

–¿Tuvo el gobierno ese día algún contacto con la banda terrorista, directamente o a través de los mediadores?

–No. Absolutamente no. Ninguno. De hecho, todas las personas que han trabajado, con un esfuerzo impresionante, generosamente, para ayudar, para realizar los contactos, han tenido una gran sorpresa. Han recibido un golpe muy duro también.

–Ni tuvieron contacto, ni lo intentaron...

–No. Evidentemente, fue sorpresa general. Sorpresa de todos, de todas las personas a las que, en fin, quiero agradecer su empeño y su compromiso, porque no era tampoco una tarea fácil. Pero evidentemente ninguna tenía información alguna. El clima de los días anteriores era, no diré positivo, pero bueno, relativamente tranquilo.

–En aquella primera intervención suya, a las seis de la tarde del día 30, no utiliza usted la palabra “ruptura”. ¿Por qué?

–Dije dos cosas en la comparecencia. Primero, que ETA había roto el diálogo, porque era radicalmente incompatible un proceso de paz con una acción de esa naturaleza, con un atentado de esa naturaleza. Y que en consecuencia suspendía cualquier iniciativa de diálogo.

–Usted dijo exactamente: “He ordenado la suspensión de todas las iniciativas...”. Yo pensé, y a muchos ciudadanos no se les escapó, que “suspender” tiene un matiz temporal claramente distinto de “romper”...

–Bien. Pero acababa de decir en el párrafo anterior que ETA había roto el diálogo. Y por tanto, quería subrayar con ello que quien había roto era ETA, de una manera tan evidente y tan trágica como el atentado. Es claro, ¿no? Y es importante. Porque hay muchos ciudadanos en Euskadi que han tenido una actitud muy favorable, muy positiva, al proceso de paz. Y que seguramente el atentado les haya producido un convencimiento profundo de que por parte del gobierno existía toda la voluntad. Y que quien se ha ido por el camino peor es ETA. Hay ciudadanos o personas con relevancia pública de la llamada izquierda abertzale que hoy saben muy bien quién es el responsable de que el proceso de paz haya llegado al punto final. Y deben tener el coraje cívico, político, de condenar la violencia. Creo que ése sería un paso debido, obligado.

–¿Confía en que lo van a hacer?

–No hay una expectativa inmediata de que eso se produzca. Pero antes o después, la conciencia mayoritaria en sectores radicales de la sociedad vasca va a imponerse en la dirección de que es absolutamente imprescindible que ETA acabe ya de una vez este drama histórico, absolutamente irracional, sin sentido alguno, y que no hace más que prolongar el sufrimiento.

–Volviendo a la “ruptura”, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, sí utilizó ese término, lo que dejó una percepción en cierta parte de la sociedad de que había matices distintos con el discurso del presidente del gobierno.

–En fin, le contesto por obligación, pero realmente es una de las cosas más absurdas que he oído en los últimos tiempos. Hay una plena identificación y además tengo que resaltar que, como es lógico y todo el mundo puede intuir, Rubalcaba ha puesto empeño personal y político total para que el proceso de paz pudiera llegar a buen puerto.

–Extrañó también que volviera usted a Doñana después de la comparecencia del día 30. ¿Podría explicar cuáles fueron las razones?

–Tenía allí a toda mi familia. El gobierno estaba perfectamente en todas las decisiones que había que tomar. Y como todo el mundo puede imaginar, en esos dos días en Doñana lo que hice básicamente es estar al teléfono y preparando algunas de las decisiones que luego hemos ido tomando. Esa es la explicación. Regresé inmediatamente, en cuanto se despejó, lamentablemente, la incógnita de que se podía encontrar los restos de una de las víctimas. Y a partir de ahí, lógicamente, todos los pasos que di: visitar la zona del atentado, el aparcamiento de la terminal 4 de Barajas. No recuerdo que haya muchas circunstancias, después de otros atentados, en que los presidentes del gobierno de nuestro país –y hemos tenido muchos atentados–, hayan ido a agradecer directamente el trabajo a los bomberos, a la policía, a la Guardia Civil.

–En cualquier caso, ¿no ha habido ni antes, ni a raíz del atentado, distintos puntos de vista dentro de su equipo de gobierno sobre cómo se había procedido o sobre cómo hay que proceder a partir de ahora?

–En absoluto. Y vuelvo a subrayar que me sorprende.

–“Nunca volveré a negociar con ETA.” ¿Puede asumir esa formulación?

–Hoy es un debate que no tiene sentido. No tiene ningún sentido porque acabamos de poner punto final a un diálogo que ha roto de manera cruenta ETA. Hoy hay que hablar del mañana, del mañana inmediato. De la respuesta que desde el punto de vista del Estado de derecho, desde el punto de vista de la política, demos a la situación que ha creado ETA.

–En los últimos comunicados de ETA siempre ha flotado la idea o el sobreentendido de que el gobierno había asumido ciertos compromisos en las conversaciones previas que desembocaron en la declaración de alto el fuego del 22 de marzo. ¿Hubo compromisos previos con ETA o no?

–El único compromiso que tiene el gobierno, que tenía en el proceso, el que tiene, es el fin de la violencia, con diálogo. Y como afirmé en la declaración del 29 de junio, en la que anuncié en el Parlamento la fase de autorizar el diálogo, hacer todo el proceso con respeto a los principios de legalidad. Y a los principios democráticos. Y no voy a entrar en ninguna de las valoraciones que hacen los comunicados de ETA. Y mucho menos después del atentado del 30 de diciembre pasado.

–¿Algo de autocrítica?

–Estos días, preparando la comparecencia parlamentaria, he reflexionado. Porque también ha estado presente en la opinión pública que no hay autocrítica. Hay autocrítica. Hemos vivido en democracia varios procesos de diálogo para el fin de la violencia. No recuerdo en ninguno que se planteara a ningún gobierno, ni que estuviera presente en la opinión pública y, por supuesto, nunca en los partidos, si se han cometido errores o si hay que hacer autocrítica. Es la primera vez que sucede. También es la primera vez que un presidente de gobierno va a comparecer en un Parlamento después de un atentado y tras la ruptura de un proceso de diálogo por parte de ETA.

–Y esa reflexión, ¿a qué conclusiones lo lleva?

–Hay una reflexión que es evidente. Sólo hay una circunstancia que ha cambiado a lo largo de los más de 30 años en que se han producido varios procesos de diálogo que no han llegado a buen puerto. Lo que ha cambiado es que ésta es la primera vez que la oposición ha hecho oposición dura, continua. Si esto no fuera así, no tendríamos el debate que tenemos hoy, ni seguramente tendríamos el debate parlamentario que por primera vez se va a hacer en democracia. Y la pregunta es: ¿se equivocaron los gobiernos que protagonizaron los procesos de diálogo anteriores, o siempre se equivocó dramáticamente ETA, por no haber dado los pasos necesarios para el fin de la violencia? Desde mi punto de vista, ésta es una consideración de alcance. Todos los partidos parlamentarios han apoyado el proceso de paz, menos uno. Vamos, el proceso de paz o cualquier política antiterrorista. Desde que llegué al gobierno, antes del alto el fuego, durante el alto el fuego, con atentado, después del atentado, no he tenido ni un solo día el apoyo del PP en la lucha antiterrorista.

–¿Cree que el resultado habría sido distinto de haberlo tenido?

–Habría venido bien, sin duda. El resultado es fruto de la acción de ETA, pero habría venido bien, aunque eso no es lo que más me preocupa. Lo que más me preocupa es que en democracia hay unas reglas no escritas. Una de ellas ha sido, desde la transición democrática, no hacer política con la lucha antiterrorista, con los fines, los objetivos de ETA. Esa era una regla que estaba ahí, y que se ha respetado. La mejor prueba es que nadie pidió nunca una comparecencia del presidente del gobierno en el Parlamento. Ahora no se ha respetado. Me parece grave. Grave, por lo que representa para el futuro.

–Es evidente que el gobierno disponía de una serie de informaciones, algunas públicas y otras que no lo eran, que podían ser contradictorias. Lo cierto es que se optó por valorar a los que apuntaban que el proceso de paz iba consolidándose, frente a los que sugerían que la banda terrorista se estaba moviendo. ¿Fue un exceso de voluntarismo, un error catastrófico de apreciación de la información de la que se disponía?

–Distingamos dos planos. El gobierno ha tenido toda la información de que ha podido disponer humanamente. Ese es un plano en el terreno de la situación, de las posiciones de la banda ETA. Y otro es lo que representa un atentado. Los responsables del Estado en materia de prevención del terrorismo siempre están permanentemente tratando de obtener la información adecuada. Y de evitar lógicamente cualquier tipo de violencia, un atentado, o cualquier tipo de violencia. Ese es un terreno difícil. Lamentablemente, ha sido difícil durante 40 años, y ha habido muchos atentados que se han producido en nuestro período democrático. Y los primeros que lógicamente han intentado y han luchado para prevenir han sido los propios servicios del Estado y todos los gobiernos. Que se ha producido una circunstancia excepcional porque había un alto el fuego permanente y un proceso de diálogo es evidente. Pero es prematuro, y debo ser muy cauto sobre la valoración del porqué. Y en todo caso nuestra percepción, hasta donde teníamos información, no mostraba que estuviéramos ante un escenario de esa naturaleza. Podía ser que fuera más o menos optimista, pero no en un escenario de esa naturaleza.

–El análisis de toda esa información le llevó a declarar el día 29, apenas unas horas antes del atentado que, respecto del proceso de paz, España iba a estar “mucho mejor” dentro de un año. La frase seguramente quedará en la memoria como una de las más desafortunadas de su mandato. ¿Fue ingenuidad? ¿Fue un enorme error de apreciación?

–Si no se contextualiza globalmente... Había un dato objetivo, que me ha parecido siempre relevante. El dato es más de tres años y medio sin víctimas mortales por parte de ETA. No había ningún período en la democracia con tanto tiempo sin víctimas mortales. Siempre ha sido para mí un dato muy importante y la percepción y la información que teníamos era que eso podíamos llegar a consolidarlo. Como todo el mundo puede entender, la primera obligación de un presidente es evitar que haya atentados, que haya terrorismo. Yo comparaba cómo estaba la situación hace cinco años, hace cuatro, hace tres, hace dos. El proceso era positivo. Y evidentemente, al día siguiente se demostró que no tenía razón de una manera palmaria y clara. Por tanto, no fue una apreciación acertada.

–¿Lamenta haber hecho esas declaraciones?

–Lamento sobre todo que la expectativa general que existía, más allá de la declaración, era bastante favorable a que en esta ocasión podía llegarse a un fin de la violencia, y que no se cumpliera. Esa expectativa favorable la he percibido en la calle en muchas ocasiones con mucho apoyo. Lógicamente, ese día se derrumbó esa expectativa de una manera tan dura como es la muerte de dos seres humanos. Eso es, sí, lo que más he lamentado. Creo firmemente en el fin de la violencia, y si no, no podría trabajar con ello, sabiendo que es una tarea dificilísima...

–Permítame que complete esa frase que usted ha comenzado. “Creo que es posible acabar con la violencia...” exclusivamente por métodos policiales.

–Métodos policiales y en general, los instrumentos de una democracia. El terrorismo que padecemos tiene una problemática esencial y es que de una u otra manera tiene comprensión, apoyo, en cuanto al imaginario absolutamente fanático e irracional que puede representar. Es decir, ese espacio social es determinante para sus 40 años de pervivencia. Y por tanto, exige no sólo lo que es la fortaleza del Estado de derecho, sino que también exige la política. En el terreno de las ideas, exige ganar más voluntades, más compromiso de más ciudadanos, especialmente en Euskadi, y especialmente en eso que se llama la izquierda abertzale.

–En momentos de crisis, los ciudadanos buscan refugio en las instituciones y, especialmente en el presidente del gobierno. Yo me atrevería a decir que hay muchos ciudadanos, muchos votantes del Partido Socialista, que estos días han echado de menos un liderazgo más marcado.

–No me atrevería yo a hablar en nombre de los ciudadanos. Yo creo que los ciudadanos se expresan de múltiples maneras. Ni creo que tengamos en absoluto una situación de crisis. Hemos tenido un trágico atentado, pero crisis, ninguna. Porque la fortaleza de la democracia es grande, y la disposición y fortaleza del gobierno para afrontar la política antiterrorista también. Lo que hemos tenido es una ciudadanía ejemplar, madura, responsable, que no quería que pasara lo que pasó, pero que sabía que existía el riesgo de que eso podría pasar; y, bueno, lo que he recibido ha sido muchísimas muestras de apoyo y de ánimo en estos días, desde el día 30, de los ciudadanos.

–En una entrevista el 25 de marzo pasado, tres días después del alto el fuego, usted contestó una pregunta sobre cómo se reconstruyó el proceso de paz en Irlanda del Norte después de que el IRA atentase en Londres y causara precisamente dos muertos: “Se reconstruyó porque hubo siempre un hilo de comunicación (...). Esa es la reflexión que nos han trasladado. Siempre se mantuvo un hilo de comunicación y de mínima confianza”. ¿Sostiene aún esa idea?

–Al día de hoy, no. No, porque el atentado ha sido una opción muy grave. No hay ninguna expectativa. He de decir que el proceso de Irlanda no se parece en nada. Pero, sobre todo, no se parece en lo político. No se parece en lo político porque allí hubo un apoyo absoluto de los partidos al gobierno y un ambiente muy distinto. Yo tomé buena nota de las informaciones y de la experiencia de Tony Blair. Una parte me la quedo para mí, para el futuro.

–Entiendo que puede ser duro, pero ¿qué le diría al jefe de los terroristas si tuviese la ocasión?

–Me dirijo a quienes practican la violencia. Decirles simplemente dos cosas. La primera: matar, como decía Stefan Zweig, no es defender una idea, es simplemente matar. Y la segunda: que el destino es el fin, el destino es el fin, el fin. Sólo queda saber cuánto quieren prolongar ese destino indubitado que es el final de la violencia, sin que lógicamente ningún país democrático pueda aceptar la intimidación para la persecución de sus objetivos. En democracia sólo cabe la política, nunca la violencia. Quien usa una pistola no es capaz de usar la palabra; quien usa una bomba es que es incapaz de someterse a un debate democrático, a un debate público. ETA sólo tiene un destino: el fin.

–Resulta evidente que desde el principio algo empezó mal. El proceso se empezó a apartar pronto de las líneas que usted había trazado: no mezclar las dos mesas, la violencia en las calles, que no sólo nunca acabó del todo sino que empezó a rebrotar con fuerza. Visto en retrospectiva, ¿dónde cree ahora que empezó a naufragar todo?

–Eso ha tenido sólo un punto determinante de naufragio, que ha sido el atentado. Que íbamos a tener situaciones complicadas, difíciles, retrocesos, parones, eso estaba dentro de la lógica de una tarea de esta naturaleza. Y además hay algo muy extraño. Y es que el tiempo ha sido relativamente breve. Han transcurrido seis meses desde que de una manera formal autoricé que hubiera representación del gobierno en diálogo con representantes de ETA. Es poco tiempo para que se haya producido lo que se ha producido el día 30. Poco tiempo, objetivamente, para lo que representa un proceso de esta naturaleza, teniendo en cuenta de dónde venimos y lo que supone afrontar los múltiples laberintos que tiene el hacer que una banda terrorista con tanta historia ponga fin a su actividad.

–¿No considera que se ha involucrado usted demasiado personalmente en el proceso?

–Esto sí es una decisión política muy madurada. Creo que la responsabilidad de una tarea como ésta sólo puede asumirla el presidente del gobierno. Tratándose de un tema de tal envergadura no podría dejar de estar en primera línea. Y la he dado en defensa del diálogo, del proceso de paz y del convencimiento de que un final de la violencia debe ser objetivo. No compromiso, evidentemente, porque eso no lo puede garantizar nadie, pero objetivo permanente del gobierno. Me produce tanto espanto la violencia, tanto desgarro, la considero tan injusta, tan inútil, que tener la oportunidad que me han dado los ciudadanos de dirigir el gobierno y no dedicar todo mi tiempo, todo el tiempo necesario y todo el esfuerzo, a evitarla, no me lo perdonaría. No asumirlo en primera persona directamente tampoco va en mi concepción de lo que es el principio de responsabilidad política y de responsabilidad democrática. Por eso, aunque diga que es la primera vez que un presidente del gobierno va a ir al Parlamento a un debate que no es fácil, mi opinión es que no es fácil para nadie. Supone también, creo, un elemento de asunción de valores democráticos, en los que siempre he querido que este país estuviera en primera línea.

–¿Con qué elementos va a afrontar la nueva etapa que se abre ahora? Porque el entendimiento con el PP parece imposible, y la decisión de Rajoy de boicotear las manifestaciones supone una censura tremenda en la democracia española.

–En mi opinión voy a seguir trabajando por tener la máxima capacidad de diálogo con el Partido Popular en la lucha antiterrorista. A nadie le extrañará que esta afirmación sea creíble. Porque está avalada por mi actitud como líder de la oposición durante cuatro años, que fue de pleno apoyo y respaldo al gobierno de Aznar en la lucha contra el terrorismo. Di todo el apoyo en la lucha contra ETA al PP y no he recibido ninguno en estos dos años largos de gobierno. Aun así, como considero que es bueno para el país, bueno para el Estado el tener diálogo, colaboración, yo seguiré intentándolo. Si el Partido Popular ha adoptado una posición estratégica inamovible que, a tenor de lo que ha pasado con la asistencia a la manifestación todo parece apuntar, sinceramente, no le hace un favor a nadie. Ni a sí mismo, desde el punto de vista político.

–Un año después de su llegada al poder, usted mostraba todavía cierta comprensión con las posiciones de Rajoy (no apoyar la política antiterrorista, no a la reforma constitucional, las mentiras sobre el 11-M).

–Sí, normalmente es poco tiempo un año y, a veces, tres también. Todo indica que van a ser necesarios cuatro.

–¿U ocho?

–Bueno, cuatro de momento. Cuando un partido que sale de la derrota electoral del 14 de marzo y tiene como estrategia prioritaria el intentar convencerse y convencer a la opinión pública de que el atentado brutal del 11 de marzo fue extraño, y el causante de su derrota, pues es que ya parte con una deformidad total a la hora de afrontar una posición política de oposición razonable, crítica. Creo que nadie puede dudar de que me encanta el debate democrático y sé muy bien cuál es la tarea de la oposición. Pero le ha llevado no a irse más allá, sino a donde seguramente nunca, ni ellos mismos, pudieron imaginar: a hacer del tema de la lucha contra ETA la prioridad en la lucha contra el gobierno. Cuando en perspectiva lo veamos y lo vea el PP, llegará a la conclusión de que cometió un profundo error.

–¿Lo llamó Rajoy el día del atentado?

–No. Le llamé yo ese día desde Doñana, antes de salir, para contarle la información que teníamos. Y luego lo llamé por la tarde desde aquí, justo después de que me dieran la información de que podía haber una segunda víctima, que ya se confirmó a media tarde. Y antes de salir a formular la declaración, le conté que iba a hacerlo. Y luego he hablado con él, desde el día del atentado hasta el día en que nos entrevistamos. Hablé cuatro veces por teléfono con él. Siempre le he llamado yo.

–Y ese día, ¿cómo fue el tono de la conversación?

–No, el tono es agradable siempre, en lo personal. Mucha gente se extrañaría cuando luego se nos ve, o especialmente se le ve a él en la tribuna, incluso después de la salida de las reuniones en Moncloa. Pero las conversaciones suelen ser bastante amables y tienen un tono de cordialidad elevado. No parece en absoluto que estemos en los antípodas cuando estamos hablando, digamos, en privado, tranquilamente. Quizá es una de las hipotecas que tenemos todos en la vida pública, el papel hacia la opinión y hacia la ciudadanía. Pero bueno, es así.

–Usted siempre ha recalcado la necesidad estratégica de incorporar a la democracia a ese mundo de la izquierda abertzale del que ha hablado antes, a esos 150.000 votantes aproximadamente que tiene Batasuna. ¿Ahora qué va a pasar, políticamente hablando, con esas 150.000 personas?

–La política democrática es el único camino, desde donde se pueden defender todas las ideas. Quienes quieran hacer política, la deben hacer defendiendo los valores irrenunciables de la convivencia, que se traducen en un no rotundo a la violencia y un no valiente a quienes practican la violencia. Creo que me he caracterizado por tener una voluntad de crear las mejores condiciones para que eso se pueda producir, para que den todos los pasos. No dan los pasos, tienen que recorrer aún un largo camino. Y lo deseo. Lo deseo porque si lo dan, se convencerán de que estaban en un error. Y además, ésa es la grandeza de la democracia. La democracia les dará el espacio que puedan tener en función de su representación ciudadana. Sólo ese espacio. Pero les dará ese espacio si dan un paso determinante que es, insisto, decir no a la violencia y no, o hasta aquí, a los violentos.

–Está descartado, por tanto, que puedan participar en las elecciones municipales del 29 de mayo...

–No se me alcanza cómo. Está en sus manos. Tanto que hablan de crear las condiciones democráticas: la primera condición democrática que hay que crear es poner fin a la violencia. Es la primera condición democrática. Decir no a la violencia. A partir de ahí, existe un espacio en el que, sin duda alguna, todos los gobiernos, desde luego éste, la democracia, los partidos políticos, estarán en la mejor disposición para que el destino sea distinto de lo que hemos vivido.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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