DIALOGOS • SUBNOTA › ¿POR QUé VLADIMIR DAVIDOV?
› Por Andrew Graham-Yooll
El sol de verano pesaba en la tarde de Moscú: 31 grados. El tránsito infernal en las calles hacía de cualquier caminata una severa prueba de resistencia en la capital rusa. El refugio del aplastante calor resultó ser el fresco interior del gran edificio del Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia, en el número 21 de la calle Bolshaya Ordinka. El director del Instituto, profesor Vladimir Davidov, había vuelto a la capital de su dacha, su retiro campestre, a unos 35 kilómetros de Moscú, para la entrevista. El profesor está escribiendo un libro, “varios libros, en realidad, no se cuál voy a concluir”, durante sus vacaciones de verano. El ensayo principal al que está abocado trata del papel que se viene para los gigantes emergentes de América. “Las chances futuras de Brasil y México. Está escrito para ser un libro, no muy grueso, pero hay que releer mucho. Con mi coautor queremos explorar las ventajas y desventajas a largo plazo de Brasil y México. Son diferentes modelos de adaptación al proceso de globalización. Nosotros queremos ver cuáles son las chances de Brasil y México de estar presentes en las primeras y segundas filas del contexto mundial.”
En la actualidad el ILA es considerado uno de los más grandes centros de Europa en el estudio de los problemas de América latina y el Caribe.
Parece que el interés de Moscú en América se remonta al siglo XVI, cuando los rusos recibieron noticias de la región a través del teólogo e ilustrador Máximo el Griego, que fue invitado al centro del imperio por el príncipe Basilio III. Luego, en el siglo XVIII, uno de los precursores de la ciencia rusa, Mijail Lomonósov, se interesó por las “Indias Occidentales”. Finalmente, en el siglo XIX, el etnógrafo y botánico Grigori Langsdorf estableció las bases del conocimiento científico de América y a partir de ahí crecieron las expediciones y estudios, en las primeras décadas del siglo XX.
El profesor Davidov, de 64 años, vendría a ser el heredero de todos ellos, como jefe del Instituto de América latina. El verano tranquiliza el ambiente de trabajo, pero igual el diálogo es interrumpido con frecuencia por consultas de estudiosos e investigadores, para quienes las fechas de entrega amenazan por su cercanía. Davidov se instaló en un enorme sillón de cuero, dispuesto a conversar en su castellano con fuerte acento pero con clara fluidez.
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