DIALOGOS • SUBNOTA › ¿POR QUé RODOLFO GAETA?
› Por Leonardo Moledo
La Filosofía de la Ciencia no es precisamente una corriente dominante en el campo filosófico argentino. El propio Rodolfo Gaeta, titular de las materias Filosofía de la Ciencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en la UNLP, discípulo de Gregorio Klimovsky y autor de varios libros sobre epistemología, explica por qué debería prestársele un poquito más de atención:
“Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que los enormes desarrollos científicos alcanzados en épocas recientes han influido no sólo en las formas de vida de las sociedades sino también en la manera de pensar de muchas personas, y es natural que las reflexiones sobre la ciencia adquieran importancia tanto en los medios filosóficos como en la cultura corriente. La ciencia asombra, destruye viejas creencias, pero también produce miedo y rechazo.
Si alguien duda de la influencia y el alcance, positivos o negativos, que puede tener la filosofía de la ciencia, basta hacerle notar que La estructura de las revoluciones científicas, con su prosa entretenida, nada rigurosa y a veces incoherente, superó hace tiempo el millón de ejemplares vendidos y su término más característico, ‘paradigma’, pasó a integrar todo tipo de lenguaje, desde la política hasta el marketing. Así se convirtió en un recurso infalible. Cualquier idea puede defenderse (o rechazarse, da lo mismo) porque sólo depende de ‘desde qué paradigma se la formula’. Conforme a esta interpretación, la ciencia no brinda conocimiento confiable, sólo proporciona ‘construcciones sociales’.
El carácter autorrefutatorio de todo relativismo extremo es conocido desde la antigüedad, pero incluso algunos colegas filósofos lo han olvidado. Además, mientras en otras épocas la filosofía de la ciencia era cultivada por unos pocos especialistas, ahora abundan los que la enseñan aunque, claro está, no todos cuentan con la apropiada formación (de todos maneras, no importa, basta con que aleguen que han adherido a otros paradigmas y acusen de positivistas a sus oponentes). De este modo, la posibilidad del cientificismo ha quedado totalmente neutralizada por el ascenso de los partidarios del pensamiento anticientífico, que además de divertido suena políticamente correcto porque aparece como pluralista y disimula sus propias connotaciones ideológicas atribuyéndolas a sus adversarios”.
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