Las ideas del filósofo Claudio Tamburrini siempre tratan de superar los dogmas o ir más allá de los paradigmas políticamente correctos. Provocan, difícilmente resulten indiferentes, con sus contradicciones y certezas. Su concepción de la disminución de las penas a los represores que violaron los derechos humanos a cambio de información fehaciente sobre los desaparecidos, la interpretación de que la inmigración ilegal es un delito y lo que sostiene respecto del doping en el deporte (propone desde hace años suprimir el castigo) son tres ejemplos. Detenido-desaparecido durante la dictadura militar, se fugó de Mansión Seré el 24 de marzo de 1978, en el segundo aniversario del golpe. Esa historia la escribió en su libro Pase Libre, que Adrián Caetano llevó al cine en la película Crónica de una fuga, donde lo interpreta Rodrigo de la Serna.

Tamburrini jugó al fútbol como arquero en las divisiones inferiores de Vélez y en la Primera de Almagro. De ahí que también el deporte sea una de las temáticas que frecuenta, como ahora, que investiga el hiperandrogenismo, la patología que afecta a las mujeres con un proceso de virilización y que tiene en el caso de la atleta sudafricana Caster Semenya su emblema.

Doctor en Filosofía por la Universidad de Estocolmo, trabaja en el Departamento de Filosofía Práctica en la Universidad de Gotemburgo, es investigador, escritor, traductor y tiene veinticinco años de experiencia en el sistema judicial sueco. Esa trayectoria y su historia como militante perseguido, clandestino y exiliado lo avalan para hablar de los derechos humanos de ahora y del pasado. En el imaginario colectivo han quedado como un modelo a copiar de las sociedades escandinavas, y sobre todo de la sueca –que conoce más—, el Estado de Bienestar y la hospitalidad hacia el inmigrante. De esos dos temas trata básicamente esta entrevista, para confirmar el mito o refutarlo.