La chica de trenzas que el cronista conoció a sus 16 años hoy es doctora en Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata, ciudad en la que reside y trabaja en la Facultad de Humanidades. Vivió muchos años en España y allí realizó el Doctorado en Geografía en la ciudad de Oviedo. Se especializó en la investigación de la historia social y política de los siglos XIX y XX, en especial en los estudios de la emigración contemporánea. Publicó diversos artículos en revistas especializadas y los libros Inmigración, familia y movilidad social en la Argentina moderna (1890-1930), Una visión desde Mar del Plata, Prensa y Peronismo. Discursos, prácticas, empresas (en coautoría con Julio Melón). En el año 2008 obtuvo el Premio Ensayo Manuel Murguía que le otorgó la diputación de La Coruña por el trabajo Una familia gallega y un océano de por medio. Vínculos y experiencias a través de la memoria fotográfica y epistolar (1894-1972). Hoy tiene el pelo lacio, un hijo de 14 años y cierta “morriña”, como llaman los gallegos a la nostalgia, pues vivió entre dos mundos: el que da al Mediterráneo en el norte de España y las bravas olas de Mar del Plata que golpean contra las rocas de una ciudad bella como pocas. Con Marilyn, como este cronista la llamaba en aquella adolescencia de los años ’70, leíamos poemas y atravesábamos el Parque Pereyra Iraola, los distintos tonos de verde de una Punta Mogotes que aún no era un gran shopping, íbamos a la deriva y no sabíamos qué dejábamos atrás. Pero lo cierto es que el reencuentro fue una forma de honrar la vida.