En Salvador, Bahía, David Beltrán Núñez encontró algo que no percibía en Buenos Aires. Se trataba de la reafirmación de una identidad, cuyos ecos venían de otros lugares, a través del Carnaval y de la transmisión generacional de una forma de expresión popular. A su regreso, seguía dándole vueltas al tema, hasta que finalmente la respuesta estaba en la murga. Junto a Coco Romero y Luciana Vainer, entre otros, desde el Centro Cultural Ricardo Rojas comenzó a trabajar en la recuperación de la murga como un arte propio de los porteños, casi al borde de su extinción.

En ese proceso de resurgimiento, que tuvo lugar en la década del ‘90, Beltrán Núñez fue uno de los creadores de Los Movedizos de Villa Crespo, agrupación donde actualmente se desempeña como presentador, glosador, encargado del “chamuyo poético”, es decir, quien comenta lo que pasa en el corso con sus textos y sus canciones.

Psicólogo social y parte del equipo de la Dirección de Asistencia a la Víctima del Inadi, Beltrán Núñez es también uno de los organizadores del corso de Villa Crespo, reconocido por su propuesta multicultural y por su interés inclusivo. Si la murga es una condensación de diferentes identidades y manifestaciones culturales, la diversidad es entonces un componente esencial del Carnaval porteño.

Su trabajo en Los Movedizos lo ha llevado a Mosquita en el Río de la Plata, un grupo de música rioplatense, que mezcla tango, milonga, candombe, murga porteña y citas al rock nacional. También colaboró con Ariel Prat, La Santa Milonga, Los Trivenchi y Los Habitués, en la misma línea de rescate de lo popular de esta ciudad. Una vez más, la inquietud por esa identidad que los porteños no siempre perciben.