DIALOGOS • SUBNOTA › POR QUE MICHEL PICCOLI
› Por J. C.
Va vestido de blanco, y es grande como en las películas y como en el teatro. Nada más encontrarle, ya establece una corriente que tiene que ver con la tranquilidad y con la sensualidad que desprende, en las películas y en vivo, como si su cuerpo se estuviera adaptando no sólo a lo que dice, sino también al que acaba de llegar; está acostumbrado a atender, y a veces tiene la delicadeza de celebrar que se le pregunte por algo concreto. Por ejemplo, qué da el actor de sí, qué ofrece para que una obra de arte sea lo que quiere el director.
Tiene la mirada mucho más cercana y cálida, noble, que en algunas de sus películas, y algunas veces, mientras le miraba para acercarme a esa mirada, me pregunté si este Michel Piccoli que ahora está aquí, bien afeitado, no como en algunas de sus películas en las que destacan sus cejas, su barba de algunas horas, cierto cansancio existencial y, en todo caso, un cuerpo grande que lo domina todo, sería reconocido si saliera a la calle ahora y entrara en un bar cualquiera de la zona. Y la conclusión es que la gente tardaría algo, acaso no demasiado, en advertir que él es el actor francés que han visto tantas veces.
Es un hombre afectuoso, que te mira como si trajeras noticias de amigos. Actuó en incontables obras de teatro y en cerca de doscientas películas, y la imagen que ofrece, desde que da la mano, es la de un hombre dispuesto, disponible para que lo vuelvan a llamar. Siempre está listo, dice, cualquier idea es bienvenida a su tarea de actor, y algunas de esas tareas han sido verdaderamente atrevidas, como aquella La gran comilona, en la que lo dirigió Marco Ferreri, o como aquella Tamaño natural, en la que Luis García Berlanga lo hizo partenaire de una muñeca inflable.
Uno de sus grandes encuentros fue el que tuvo con Luis Buñuel. De él habla como de una relación amorosa, o religiosa, o de un compañero de colegio cuya muerte niega. “No morirá nunca”, dijo cuando tuvo la noticia de la muerte del gran surrealista español y repitió lo que Buñuel dijo cuando le preguntaron por otro amigo muerto: “No hablo de los amigos muertos. Les pongo estrellas, como a los restaurantes”. Así que pedimos qué estrellas le pondría a Buñuel. “Huy, él es el que lo decide.” Como si Buñuel estuviera aún al lado. Una historia, sobre su relación con la guerra mundial, dejó en el aire la mirada de un niño asustado por la vida. Fue niño el actor grande.
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