DIALOGOS • SUBNOTA › ¿POR QUE VICENTE PALERMO?
› Por Mario Wainfeld
Vicente Palermo tiene 56 años y dos hijos, es sociólogo de la UBA y tiene un posgrado en la Complutense de Madrid. Enseña en Argentina y en Brasil. El CV no engrupe, es un científico social de nivel, de fina formación. Su background es un patrimonio evidente de Sal en las heridas, un libro enormemente informado acerca de lo que se dijo e hizo con la “causa Malvinas”.
Tito Palermo, que así lo conocen sus amigos de muchos años, es también un polemista formidable, uno de esos tipos que cobran velocidad (y decibeles) a medida que se embalan con una discusión. “¡No los llamaba la nación, los llamaba Galtieri!” prorrumpe en medio de una entrevista amable, cual si tuviera delante al mismísimo general majestuoso.
Su libro es una impar alquimia entre la vocación por el debate democrático, la pasión y una biblioteca muy bien leída. El género elegido, el ensayo libre, retoma una tradición memorable, la de Sarmiento, Martínez Estrada, Scalabrini Ortiz, Jauretche. Con erudición y con derrapes al lenguaje coloquial barrial de su generación, Palermo quiere intervenir en política, pelearse, conmover al interlocutor. Sabe que corre el riesgo de estar en minoría, pues duplica su punto, abruma con datos, con sarcasmos, sube al ring más adversarios.
El resultado es, en una palabra, desafiante. Una incitación a pensar o repensar. Un sacudón a la molicie de confortarse con lugares comunes, una abrumadora tendencia actual.
Más allá de si se comparten o no todos sus puntos de vista (este cronista acuerda con una buena proporción) su discurso es enriquecedor, belicoso, provocativo en fin. Nada ver con el almidón de la academia, en la que Palermo (hincha de San Lorenzo él), empero, también sabe lucirse.
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