DISCOS
› “GROWING UP LIVE”, UNA OBRA MAESTRA DE GABRIEL
Peter, el dueño de la pelota
El DVD que retrata la presentación de Up es otra demostración de la creatividad del músico inglés, impactante en lo visual y musical.
› Por Eduardo Fabregat
Quienes han visto los documentos audiovisuales de la primera visita beatle a Estados Unidos recuerdan la escena: en el show del Coliseum de Washington, los Fab Four actuaron en un escenario ubicado en el centro del estadio. Para conformar a todo el mundo, en cada tema se corrían los micrófonos para quedar frente a los diferentes sectores, mientras que la batería de Ringo estaba instalada en una tarima giratoria que, en un momento, quedó trabada y necesitó la intervención de los mismos músicos para poder seguir. La foto en blanco y negro podría servir para demostrar cuánta agua corrió bajo el puente del rock en 40 años, contrastándola con cualquier imagen del Growing Up Live de Peter Gabriel. Que, en esencia, arranca del mismo concepto, sólo que en el 2003 y con el impacto que todos los shows de Gabriel, de Genesis a esta parte, suelen tener. Aquí, todas las tarimas funcionan. Y algo más.
Hay que recurrir a un lugar bien común, pero suficientemente gráfico: el Growing Up Live que acaba de aparecer aquí en DVD deja al espectador con la boca abierta. Dirigido por Hamish Hamilton y el mismo Gabriel, el disco retrata un show de Milán (Italia) de la primera gira del músico en diez años (la anterior, Secret World, pasó por la Argentina con un memorable show en Vélez), presentando Up y con las dudas del caso, como dice el mismo protagonista en el documental The Story of Growing Up: “Era interesante ver si todavía quedaba algún fan, si podíamos vender entradas y cómo funcionaría todo en el escenario”. Pues bien, en el escenario todo funciona de maravillas. Gabriel nunca se conformó con simplemente “tocar” las canciones frente a su público sino que opta por una actuación integral, puestas en escena que completan el círculo y hacen de cada tema un viaje diferente. “Nos decidimos por un escenario central, donde estás cerca de todo... creamos niveles y variaciones en vertical, de forma que acabamos con un escenario del cielo y otro de la tierra, y medios para mover cosas y gente arriba y abajo. El disco se llama Up, así que había cierta lógica en la representación vertical del escenario”, cuenta.
¿Lógica? Lo que hacen Gabriel, David Rhodes (guitarra, mandolina), Tony Levin (bajo), Richard Evans (teclados), Rachel Z (teclados), Ged Lynch (batería) y Melanie Gabriel (voz) es una clase maestra de espectáculo aplicado al rock. El escenario gira y abre puertas secretas por las que entran y salen discretamente asistentes de mameluco naranja, una labor de alta precisión que prepara el terreno para sorpresas que no se agotan en la mera utilización de tecnología sino que hacen a la esencia de las canciones. De hecho, el show abre y cierra con la misma imagen, un Gabriel solitario frente al teclado susurrando la belleza de Here Comes the Flood (al inicio) y Father, Son (el bis), pero en el medio hay momentos arrebatadores. Downside Up, definido por el músico como “el momento más emotivo, que me lleva casi a las lágrimas”, muestra a Peter y su hija Melanie cantando sobre la relatividad del arriba y abajo... precisamente cabeza abajo, en una caminata circular en las alturas que recuerda a De la Guarda. Y es sólo uno de múltiples matices.
Así, el hoy calvo músico vuelve al traje de luces intermitentes en Sledgehammer (“esta vez pudimos hacerlo algo más liviano, pero sigue siendo muy pesado”, comenta), y canta Solsbury Hill mientras recorre el escenario en bicicleta, y satiriza a la TV del nuevo siglo en una pasarela a media altura en The Barry Williams Show, y emociona a todo el estadio –y al televidente– con Mercy Street, mientras Melanie hace su contrapunto vocal recorriendo la escena en un bote que se desliza como si efectivamente todo se hubiera vuelto líquido. Pero es en Growing Up, tema central de un disco sobre las cuestiones de crecer y madurar, donde el inglés protagoniza uno de los momentos más impactantes: allí se sumerge en la Zorb Ball, una pelota flexible y transparente con la que recorre la escena, salta y persigue a Rhodes en un extraño toreo. Gabriel y su pelota se vuelven aún mas surreales en los títulos finales, que registran un paseo por Milán lleno de gente con gestos extrañados y tomas lejanas que muestran a la bola y su tripulante rodando por las calles.
Y sin embargo, tal como sucede desde esos raros maquillajes y disfraces de los ’70, todo lo que hace Peter Gabriel está lejos de opacar el hecho central: su puesta viste a la música, la realza, le da mayor sentido. Growing Up Live no es un paseo virtual por los caprichos de un rocker veterano y aburrido sino la demostración de su vitalidad y su ambición artística. Y, por sobre todo, están las canciones, esas piezas delicadas, imposibles de clavar en el tablerito de las definiciones, banda de sonido de un concepto que dice que llegar a viejo llega cualquiera. Crecer es otra cosa.