Mié 04.08.2004

DISCOS  › EL HOMENAJE DE LOS MUSICOS: “NERUDA EN EL CORAZON”

Tonadas de canto general

Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Pablo Milanés, Jorge Drexler, Ana Belén y Adriana Varela, entre otros, musicalizan al poeta.

› Por Fernando D´addario

La poesía de Pablo Neruda parece estar modelada por la voluble –aunque incondicional– arquitectura emocional de su público, que sigue “construyendo” su obra de espaldas a los pruritos académicos. Estos derechos adquiridos, que refuerzan el punto de vista del receptor (los de Neruda son poemas para ser leídos pero, tal vez mucho más, para ser escuchados), confieren a todos los hombres y mujeres de buena voluntad la potestad de “usar” al poeta. El centenario de su nacimiento fue la excusa, esta vez, para que unos cuantos músicos volvieran a interpretar aquellos versos, amparados en la universalidad del homenajeado. El resultado, dispar, no deja de ser un acontecimiento artístico.
Las figuras convocadas avalan esta suerte de reunión cumbre de la música y la poesía: Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Pablo Milanés, Jorge Drexler, Adriana Varela, Ana Belén, Víctor Manuel y Pedro Guerra son algunos de los nombres que circulan por este trabajo, que también actualiza la nostalgia a través de la edición de un DVD (ver aparte). El disco permite superar, de prepo, una imposibilidad tajante: nunca se sabrá qué melodías habrá soñado Neruda cuando escribía Plenos poderes (no serían, tal vez, las que imaginó Víctor Manuel), fundamentalmente porque ese “sólo la noche errante me detiene / pero en su interrupción recojo espacio / recojo sombra para mucho tiempo”, tenía su propia música poética, intransferible a otro formato. Pero –se ha dicho– la poesía de Neruda ha dejado de pertenecer a su autor, lo que habilita a rescribirlo a piacere (escuchar a Lucio Dalla haciendo Mia brutta, es decir, Mi fea). En ese viaje personal y anárquico, algunos salen ganando por una cuestión de prontuario: Sabina es más Sabina que nunca cuando lleva al Mediterráneo Amo el amor de los marineros; Drexler podría suscribir perfectamente los versos de El monte y el río y su musicalización no busca alinearse con el “espíritu general” de la obra. Bosé evita “cantar” a Neruda y consigue una extraña, sugerente cadencia recitada, disparadora de sentimientos que trascienden el texto. Julieta Venegas, sin deudas ideológicas ni generacionales, relaja A callarse a ritmo de reggae.
En otros casos, no se percibe voluntad de superar lo previsible: Serrat descansa cómodamente en los laureles de Puedo escribir los versos más tristes... (Poema XX) y Pedro Guerra se baña (y se inunda) con el romanticismo de Antes de amarte, amor (Soneto XXV). El esfuerzo flamenco de Enrique Morente y la voluntad tanguera de Adriana Varela (que hace otro superclásico, Me gusta cuando callas) pueden sonar forzados pero no resignan solidez interpretativa. La lectura libre ya tenía un antecedente famoso: la película Il Postino consiguió el milagro de que Neruda bailara a Gardel. ¿Por qué hoy no se le va a cantar a Neruda?

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