Mié 08.12.2004

DISCOS  › CITY –ZEN, DE KEVIN JOHANSEN

La canción ahora viaja en colectivo

Junto a The Nada, el músico da un paso adelante, abriendo caminos diferentes.

› Por Eduardo Fabregat

No es casual. En The Nada abundaba el spanglish, y el hit más resonante del disco informaba que “vamos a comer a lo de Beto, que nos hizo guacamole...”. En el segundo se profundizaba aquello de las canciones desgeneradas, y en la tapa el artista reptaba de espaldas, dividido entre el Sur o no sur. Desde entonces, gracias al éxito de Down with My Baby pero también al reconocimiento popular para un músico cuyas canciones lo merecían, la carrera de Kevin Johansen tomó un impulso que cimentó aquella decisión de volver al pago e instalarse. Por eso la tapa de City –Zen, el flamante nuevo disco del argentino/estadounidense/alaskeño/neoyorquino, que hoy abraza su porteñidad plantando bandera en el techo de un 60, el bondi por excelencia. Sesenta, precisamente, son los minutos que insume la escucha de este nuevo experimento de Johansen y su grupo The Nada, diecinueve canciones que abren nuevas puertas y ayudan a descartar algunos prejuicios construidos recientemente alrededor de su figura.
Y vale la pena detenerse en un par de esos prejuicios. Por ejemplo, que Johansen prendió fuerte en el público snob de Palermo “Hollywood”, lo cual parecería convertirlo automáticamente en un ejemplar de esa fauna. O que lo suyo es más un chiste musical que un ejercicio del arte de componer canciones. O que su peculiar mestizaje de idiomas esconde carencias poéticas, o que el “Barry White Meets Nirvana” de Down with My Baby fue un calculado movimiento para ganarse a las nenas. Ninguna de esas teorías, afortunadamente, encuentran algo de qué agarrarse en este City –Zen en el que spanglish aparece con cuentagotas y las “bromas musicales” se limitan a unos pocos ejemplos y bien inspirados (Desde que te perdí y Atahualpa, you funky!, los bellos climas y cortes de Tom Zen, meditación y tropicalismo a partes casi iguales). Por sobre todo, un disco en el que Johansen se dedica con pasión a construir canciones de la mejor artesanía.
Así como cierta teoría futbolística indica que “el 2-0 es el peor resultado”, alguna vez se ha escuchado que “en el tercer disco pelás o fuiste”. En su opus tres, Kevin pela con ganas, y se respalda en un equipo de categoría. The Nada no es una simple banda de compañía, sino un colectivo –valga la redundancia– ideal para expresar las melodías del compositor jefe haciendo alarde de sutileza. Un grupo dúctil en su lectura y recreación rioplatense, que da aire vital a grandes momentos como el íntimo y oscurito Push Your Luck (“Tengo solo un mango en el bolsillo, pero me siento dueño del mundo...”), las bellas All I Wanna Do Is You y I Don’t Know y el encantador Milonga subtropical, donde vuelve a quedar demostrado que el acercamiento de KJ al acto de hacer música es bien serio, y donde León Gieco aporta un tono vocal casi desconocido en él.
Los invitados hacen su aporte, pero en la interrelación con el protagonista se advierte la misma intención de pintar colores conjuntos, antes que darle cuerpo a un “encuentro de figuras”. Allí está Vicentico para el juguetón Oops, cantando y recitando. Allí está también Jorge Drexler para el relajado dueto de No voy a ser yo, con el aporte de Dani Buira en los parches, y otro uruguayo notable, Fernando Cabrera, para el tanguito Buenos Aires anti-social club y El incomprendido, otro gran pasaje del disco, con un comienzo arrastrado y un final de polka a todo gas en el que mucho tiene que ver la mano experta del baterista Zurdo Roizner. Y para seguir en la orilla oriental, Rubén Rada pone ese tono cavernoso que lo distingue en Twist del rezo, donde el aire amable no impide que quede flotando una frase con tanto peso como “Me quedé escuchando que algunas risas parecen llantos”.
De cualquier manera, el mejor cruce se produce en el final, el track que pone la cereza en la torta y deja al oyente con una imborrable sonrisa de satisfacción. En Everything Is (Falling into Place), Kevin y su hija de 7 años, Miranda, despiden este City –Zen con un canto que es puro amor, una melodía luminosa en la que la grave voz del padre y el dulce coro de su hija se unen y entonan un “everything is, everything is” que condensatoda la alegría, la ternura y la belleza que sólo una canción puede lograr. Derribando, de paso, todos los prejuicios.

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