Mié 04.09.2002

DISCOS

Las direcciones en la música de un quinteto de jazz excepcional

Herbie Hancock, Michael Brecker, Roy Hargrove, John Patitucci y Brian Blade rinden tributo a Miles Davis y John Coltrane, en un CD notable.

› Por Diego Fischerman

El Massey Hall de Toronto podría ser cualquier teatro. Pero es aquel donde se grabó el concierto del 15 de mayo de 1953, en el que tocaron Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Bud Powell, Charlie Mingus y Max Roach. Esa noche –en la que Parker se llamó Charlie Chan por razones contractuales– y ese teatro fueron inmortalizados por el disco, que editó Mingus en su propio sello, Debut. Y la misma sala, 48 años más tarde, fue el escenario de otro concierto histórico. El objetivo era homenajear a Miles Davis y a John Coltrane (ese año había aniversarios redondos para ambos) y el 25 de octubre de 2001 se reunió allí un verdadero supergrupo: Herbie Hancock en el piano, Roy Hargrove en trompeta y Michael Brecker en saxo tenor, acompañados por John Patitucci en contrabajo y Brian Blade en batería. Y también en esta ocasión, por suerte, hay un disco como testimonio,
Directions in Music podría ser cualquier disco de jazz tocado por intérpretes virtuosos. O uno más de los tantos –y cansadores– homenajes a creadores del pasado. Pero no. El excepcional control técnico de los cinco instrumentistas es el punto de partida de la estética del grupo y no el de llegada y, por añadidura, las figuras de Davis y Coltrane son recordadas por aquello de creativo que tuvieron y en ese recuerdo no hay pizca de momificación. Los temas de uno y otro se alternan (y a veces se mezclan, como sucede con “So What” e “Impressions”) y entre ellos aparecen algunos originales de Hargrove (“The Poet”), de él junto a Brecker y Hancock (“Misstery”) y de Brecker (“D Trane”). También aparece “My Ship”, de Kurt Weill, y un tema de Hancock que fue, a fines de los 60, parte del repertorio de Davis, el genial “The Sorcerer”.
Los argumentos musicales de este quinteto excepcional son muchos. El contrabajo en el comienzo de “So What”, la versión de “Naima”, donde Brecker, a capella, bordea. desdibuja, recorre por sus límites y se sumerge en esa notable melodía modal de Coltrane durante más de siete minutos, la mirada rítmica regular y potente, casi en la longitud de onda hard bop de Horace Silver, sobre “Transition”, uno de los temas con los que Coltrane funda una nueva manera de desarrollo en el jazz, son apenas algunos de los atractivos. El impulso y la interacción del grupo, la solidez de la base, la imaginación armónica de Hancock, las explosiones de Hargrove y un Brecker tan deslumbrante como maduro y alejado de demagogias, hacen el resto.
Este podría ser cualquier disco importado, recién editado en Europa o Estados Unidos e imposible de comprar en Argentina (por el precio y, más concretamente, por el hecho de que ninguna disquería lo tendría). Pero no. Es un CD publicado por la filial local de Universal (el megasello al que pertenece Verve), a precio coherente con el mercado local (entre 20 y 25 pesos según el lugar). Después de casi dos años de parálisis, el gigante del disco, particularmente en los rubros clásico y jazzístico, vuelve a ponerse en movimiento. La sola enumeración de las marcas subsidiarias de Universal da una pauta de la importancia de esta empresa en el panorama de estos catálogos especiales: Deutsche Grammophon, Decca, Philips, Impulse y el nombrado Verve son los más importantes. Es por eso que la edición de este último álbum de Herbie Hancock casi al mismo tiempo que en su lugar de origen tiene una doble significación. Por un lado es un CD excelente, con buena música magníficamente tocada. Por el otro es la señal de una cierta reactivación y, aún sin soñar demasiado, un signo de que las oficinas argentinas de una gran empresa del disco están empezando a reparar en un público que no consume los productos que se promocionan en las radios ranking y que, si bien no llega a mover las agujas de un sismógrafo acostumbrado a Bandana, tiene un lugar sumamente. Baste pensar que en una ciudad como Buenos Aires, donde las películas de Bergman provocaron alguna vez colas de público en las calles, nombres como los deKeith Jarrett, Brad Mehldau, Daniel Barenboim, Martha Argerich o Pierre Boulez han convocado a sus conciertos discretas multitudes.
La buena noticia es que esta edición de Directions in Music se anuncia como la primera de una serie en la que están incluidos, entre otros, Nocturne, el CD que el contrabajista Charlie Haden y el pianista Gonzalo Rubalcaba le dedicaron a la música de Cuba, y el álbum de baladas de Michael Brecker en que James Taylor canta dos canciones de manera maravillosa.

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