ECONOMíA
Un país de banqueros que sueñan con ser rentistas
Amadeo Vázquez, quien estuvo ligado desde altos cargos al Río, al Francés y al Citi, juzga duramente la casi total extranjerización de la banca privada argentina.
› Por Julio Nudler
Estuvo bien, pero se les fue la mano, opina en esencia Amadeo Vázquez sobre la extranjerización de la banca argentina, proceso al que elogia como “una expresión de la globalización financiera”. Pero “en la Argentina y otros países en desarrollo –dice– la cuestión a considerar es la proporción de esta participación” de los bancos foráneos. Aunque respalda una “participación importante” en el sistema financiero local, sostiene que una extranjerización total no es buena para “un eficiente funcionamiento de los mercados de crédito ni para los intereses estratégicos de los propios inversores extranjeros, aun cuando la aliente el propio Banco Central, como ocurrió en la Argentina”. La explicación es que “un país que no sabe crear condiciones para que sus empresarios se desarrollen y compitan, donde éstos eligen masivamente transformarse en rentistas, no resulta a la larga propicio para inversiones seguras y sostenibles en banca o en otras actividades”.
Vázquez, quien fue vicepresidente ejecutivo del Banco Río, cuando pertenecía a Pérez Companc, y hoy comanda la filial porteña de Fundación Mediterránea, no ahorra fuertes críticas al proceso de desnacionalización de la economía y al papel jugado por la banca extranjera, ello a pesar de mantenerse fiel, en líneas generales, a las ideas propias de un alto ejecutivo y consultor del establishment (fue presidente de la AFJP Siembra, del Citi; es consejero de la Bolsa de Comercio y director de varias empresas), con un pensamiento definidamente liberal y conservador. Sus crudas expresiones figuran en una entrevista, próxima a aparecer, en la publicación española Epoca.
En la descripción de Vázquez, “la Argentina se convirtió en pocos años en un mercado compuesto por bancos públicos ineficientes, inmovilizados y muchas veces corruptos, y una colección mayoritaria de bancos extranjeros, algunos muy rentables, como fueron principalmente los españoles, y otros con más sentido de cobertura global que de cuenta de beneficios”. A los bancos extranjeros, “la propia dimensión internacional, las estrategias globales y la centralización crediticia los priva, no pocas veces, de disposición y conocimiento de campo para atender ciertos segmentos, regiones y riesgos, engendrando animadversión en determinadas capas sociales”.
“La imagen y fortaleza de los bancos –dice este experto que desempeñó altas funciones en el Río y en el Francés– se trasladó hacia una imagen saludable del sistema, inclusive durante los últimos años, caracterizados por muy malas políticas públicas y por pésimas prácticas institucionales, que incubaron la debacle actual, creada y exacerbada por una incompetencia y un canibalismo cómplices de políticos y sindicalistas, y por antagonismos empresarios miopes y feroces.”
Hasta mediados de los ‘90 –explica Vázquez– la banca extranjera operaba con criterios comerciales muy selectivos, “cazando negocios con mira telescópica”. “Operaba en el segmento corporativo con conocidas multinacionales y los grupos empresarios más sólidos, y en el mercado de individuos se limitaba a la cúspide de la pirámide socioeconómica. En general no atendía pequeñas y medianas empresas ni productores agropecuarios.” Además, “participaron activamente en los negocios de privatización junto a un banco argentino emblemático en tales transacciones como fue el Río” (del que Vázquez fue vicepresidente ejecutivo).
Este era el escenario del negocio: “Al progresar la clase media, comenzar a madurar el crédito hipotecario y de consumo y crearse una nueva clase empresaria de servicios privatizados y otros servicios sumamente rentables, se despertó el interés en participar en el proceso de bancarización que se percibía con techo ilimitado. En este contexto irrumpió con singular éxito la banca española líder... Su ímpetu victorioso movilizó la reacción de operadores tradicionales como Citibank, BankBoston, e incitó la presencia de una nueva legión, como HSBC, Bank of Nova Scotia, Credit Agricole, etc., etc...”.
En el debe de este balance, Vázquez computa la concentración de carteras crediticias en préstamos al Gobierno a tasas crecientemente insostenibles, y una muy baja eficiencia. En cuanto a las razones que condujeron al colapso, señala “aberrantes desaciertos políticos y económicos y una negligente imprevisión de los shocks externos que agudiza la misma globalización”, aunque sin aclarar qué parte de esos errores le atribuye a la conducción mediterránea, cuál a la del CEMA y qué cuota a los ministros de la Alianza, Domingo Cavallo incluido. Pero se apresura a indicar que “acusar al FMI, como hace Joseph Stiglitz, es sin duda la peor manera de entender el problema y la peor forma de alentar una genuina recuperación. El mayor pecado de muchos argentinos (Stiglitz no lo es) es la tendencia a poner afuera la causa de sus fracasos”.
Al preguntársele sobre la diferencia entre la banca brasileña y la argentina, asegura que “Brasil es un país de emprendedores, con un sentido de país. La Argentina lo fue entre fines de siglo XIX y mediados del XX, pero ha ido convirtiéndose en una sociedad invertebrada... Hoy la Argentina tiene su dirigencia empresaria local diezmada...”. La banca brasileña –explica–, aun con los problemas propios de las transformaciones de su mercado y con sus depuraciones, “es una banca con miras a su desarrollo, no a su venta en las buenas o en las malas”. De hecho, tanto el Río como el Francés, bancos con los que Vázquez estuvo estrechamente vinculado, fueron enajenados por sus dueños “en las buenas”, en tiempos en que el establishment confiaba casi absolutamente en la convertibilidad.
En lo que no puede entenderse sino como una severa crítica a Cavallo, el actual titular de la filial Buenos Aires de la Fundación Mediterránea sostiene que “la Argentina de los ‘90 sobreactuó una apertura excesivamente fundamentalista, sin genuinos soportes institucionales ni culturales”. En cuanto al sistema bancario, Vázquez resalta como “mayor problema una banca pública que rehuye ajustarse a reglas de solvencia, liquidez, eficiencia y transparencia. Una banca pública que dilapida recursos, pero es protegida por intereses de la corporación política o burocrática. Esa es sin duda la mayor sombra con vistas al futuro”.