ECONOMíA › LA PRODUCCIóN AUMENTó DE 69 A 95 MILLONES DE TONELADAS EN SEIS AñOS
Cuando se restablecieron las retenciones en 2002, los chacareros aseguraron que su rentabilidad desaparecería. Lo mismo repitieron cada vez que el Gobierno subió la alícuota. Sin embargo, la producción aumentó notablemente y ganaron millones.
› Por Fernando Krakowiak
A comienzos de 2002, los dirigentes rurales resistieron el restablecimiento de las retenciones agrícolas argumentando que dejarían sin rentabilidad al campo y provocarían una brusca caída de la producción. El mismo argumento repitieron todas las veces que el Gobierno decidió subir la alícuota. Sin embargo, los pronósticos apocalípticos no se cumplieron. Los chacareros aumentaron la producción de manera espectacular incentivados por el tipo de cambio alto y la suba de los precios internacionales. A continuación se expone el contraste entre un discurso que los ha venido mostrando al borde de la extinción y una realidad donde las ganancias siguieron apuntaladas por la soja.
Luego de la devaluación, comenzó a cobrar fuerza en el gobierno de Eduardo Duhalde la posibilidad de aplicar retenciones a las exportaciones agrícolas para financiar planes sociales. Las entidades del campo y la industria alimentaria se venían venir la medida y a fines de febrero de 2002 ofrecieron un único aporte voluntario de 1500 millones de pesos poniendo como condición para el desembolso que no les aplicaran retenciones. “Queremos colaborar con el país”, aseguró el entonces titular de la Sociedad Rural, Enrique Crotto. La jugada “caritativa”, que contaba con el guiño de varios obispos católicos, no prosperó y el 4 de marzo el ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, anunció la aplicación de un 10 por ciento de retenciones para los productos primarios y 5 por ciento para las manufacturas agropecuarias. La medida motivó un amplio rechazo en el sector. “Nuestros dirigentes han errado en el diagnóstico y carecen de una estrategia definida para transformar esta crisis en una oportunidad. Las retenciones a las exportaciones son el más dramático testimonio en esa dirección”, aseguró el empresario sojero Gustavo Grobocopatel en Clarín el 23 de marzo de ese año. “Representan una real confiscación y una causa de desaliento que pone en peligro la rentabilidad de las explotaciones”, sostuvo el ex titular de la Sociedad Rural Guillermo Alchouron, el 30 de marzo en el mismo diario.
El gobierno desestimó esos presagios y no sólo no eliminó el impuesto sino que lo subió. El 4 de abril, Eduardo Duhalde elevó de 10 a 20 por ciento las retenciones con la intención de recaudar 3000 millones de dólares por año (casi 8000 millones de pesos de entonces). El anuncio motivó un rosario de quejas de parte de los empresarios. El titular de la Cámara de Exportadores, Enrique Mantilla, dijo que “asistimos a una política que cancela las posibilidades de un vigoroso despegue productivo”. “Es la primera vez en mi vida que tengo temor que una medida económica me deje sin nada. Es un verdadero despojo”, aseguró sin ruborizarse Marcos Rodrigué, presidente de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) (Clarín, 27 de abril de 2002). “La devaluación nos trajo el doble de complicaciones y hasta ahora ningún beneficio”, agregó Eduardo Buzzi, presidente de Federación Agraria (La Nación, 27 de mayo de 2002).
El entonces presidente de la Sociedad Rural, Enrique Crotto, fue más allá y el 18 de julio de 2002 aseguró en el diario La Nación que, debido a las retenciones y al corte del crédito al sector agropecuario, “esta campaña se reducirá por los menos 20 millones de toneladas respecto de la anterior”. Si ese pronóstico se hubiese cumplido, la cosecha de la campaña 2002/2003 habría descendido de 69 a 49 millones de toneladas. Sin embargo, en febrero de 2003 la Secretaría de Agricultura confirmó una cosecha record de 71 millones de toneladas, que permitió exportar granos por más de 10.000 millones de dólares. El precio record de la soja fue fundamental para apuntalar el record.
Pese a ello, las protestas siguieron durante todo 2003. El 26 de abril de ese año, la Sociedad Rural publicitó un documento con diez puntos donde se reclamaban cambios en la política agropecuaria y se formulaban sugerencias para el próximo presidente, que sería electo en breve. “Las retenciones a las exportaciones deben ser totalmente eliminadas sin más demora para la cosecha 2003/4. La supresión debe ser conocida por el productor en el momento de sembrar si queremos mantener los niveles de siembra en la próxima campaña agrícola”, exigían en el punto 4.
Finalmente, Néstor Kirchner ganó las elecciones y las retenciones siguieron sin cambios hasta enero de 2007. Sin embargo, eso no produjo ninguna caída en la producción. En la campaña 2003/2004 la cosecha se mantuvo estable pese a las sequías y en 2004/2005 trepó a 84 millones de toneladas. El boom se reflejó en el fuerte crecimiento experimentado por la venta de cosechadoras y tractores y en la acelerada regularización de los créditos bancarios. En 2002 la producción primaria tenía el 53,7 por ciento de sus créditos en situación irregular y en 2005 ese porcentaje había caído al 8,9 por ciento (ahora está en 2,2). Otro indicador fue el precio de los campos, que se duplicó en dólares durante el mismo período.
En la cosecha 2006/2007 se batió un nuevo record al superar los 85 millones de toneladas. El incremento de la superficie sembrada, las mejoras en la productividad y los altos precios internacionales apuntalaron el boom. El Gobierno decidió entonces aumentar nuevamente las retenciones a la soja y utilizar ese dinero para subsidiar el precio de los alimentos en el mercado interno. Al justificar la medida se afirmó que la nueva alícuota no afectaría la rentabilidad de los productores. El cálculo oficial estimaba que las exportaciones agroalimentarias (granos, aceites y subproductos) superarían los 16.000 millones de dólares en 2007, lo que les posibilitaría a los chacareros obtener 4000 millones de dólares más que el año anterior. La suba de las retenciones les quitaría apenas un 10 por ciento de esos mayores ingresos. Las entidades del campo volvieron a pronosticar las siete plagas, pero las cotizaciones extraordinarias de los principales commodities hicieron que la proyección del Ministerio de Economía se terminara quedando corta. En 2007 las exportaciones de granos y derivados aportaron 17.567 millones de dólares, 5291 millones más que en 2006.
En noviembre el Gobierno volvió a recortarles una parte de la ganancia a los chacareros al aumentar entre 5 y 10 puntos las retenciones a los granos. Las quejas resurgieron, pero lo cierto es que la guadaña no se sintió porque las cotizaciones siguieron aumentando, compensando el recorte e incrementando nuevamente la ganancia. Esta situación se reflejó en la cosecha. La última campaña había llegado a 95 millones de toneladas y para la actual se esperan 100 millones. Ahora que se fijaron retenciones móviles, las entidades del campo retomaron los pronósticos apocalípticos. Afirman que la producción agropecuaria caerá porque el negocio se ha vuelto ruinoso para muchos chacareros. La descripción que realizan es preocupante, pero los fantasmas que agitaron en el pasado dan lugar para desconfiar.
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