ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Los discursos ante multitudes buscan enfervorizar a sus seguidores. Ya sea en la Plaza de Mayo o en el costado de la ruta. Frases altisonantes, contradicciones y chicanas son usuales en semejantes actos. En algunas ocasiones, sin embargo, ciertas frases de esas exposiciones facilitan la comprensión de cuál es la raíz del conflicto, que enfrentan pasiones y especulaciones políticas. Gracias a Juan Etcheverría, el líder de los denominados productores autoconvocados, se hizo más transparente ayer lo que está en juego en el desafío del campo. Etcheverría dijo que quiere que el litro de leche se pague $ 1,20 a los tamberos y el kilo vivo de novillo a $ 4,50 a los ganaderos. También afirmó que, ahora que los pequeños productores se volcaron a la hiperrentable soja, el Estado sube las retenciones. Por fin un representante del sector transparentó el objetivo económico del piquete verde, más allá de los discursos tradicionales contra las retenciones y la intervención del Estado.
El valor de esas declaraciones reside en que esos reclamos exhiben el grave problema de las rentabilidades relativas en la producción agropecuaria y, por lo tanto, en la imperiosa necesidad de la intervención estatal. El negocio de la leche y la carne es rentable, pero bastante menos que el de la soja. Entonces el pedido de elevar el precio de la leche (de un promedio de 85 centavos a 1,20 peso) y el de la carne de novillo (de una media de 3 a 4,50 pesos) es para competir con esa ganancia extraordinaria de la vedette oleaginosa. Ese camino implica subir de 40 al 50 por ciento el precio de esos bienes sensibles de la canasta básica de alimentos de la población. Esos ajustes afectarían a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Las retenciones móviles vienen a disminuir la hiperrentabilidad de la soja para acercarla a las de otras producciones del campo. Insistir con la orientación fiscalista de esa iniciativa es distracción. Etcheverría expuso de ese modo que los “hombres de campo” no quieren ganancias normales con la leche y la carne sino que aspiran a igualarlas a la de la soja. La publicación Márgenes Agropecuarios, de la que no se duda de su cercanía con el sector, ofrece un esclarecedor recorrido de los precios recibidos por los tamberos: en abril de 2002 obtuvieron 7 centavos de dólar por litro de leche; en 2003, 15 centavos; en 2005, 16; en abril de 2007, 24; y ahora 26,6 centavos de dólar. Un aumento de 282 por ciento en ese período.
Pero la soja igual sigue siendo mejor negocio. Si los dirigentes del campo dicen que quieren salvar a los tamberos deberían aplaudir las retenciones a la soja, además de apuntar al oligopsonio de las usinas elaboradoras (por ejemplo, La Serenísima). En cambio, si pretenden la hiperrentabilidad de la soja sin importar la diversidad de la producción de alimentos o los precios que debe pagar la población por la leche y la carne no deberían ocultarse detrás de la ubre de la vaca.
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