ECONOMíA › OPINION
› Por Mario Wainfeld
Es un imperativo del periodismo y de la administración de justicia ser muy cauto cuando confrontan dos versiones, palabra contra palabra. El cronista, formado en ambas profesiones, propone prudencia. Y agrega de su coleto que las partes en medio de una negociación no sólo iluminan su parte de la verdad (o charramente macanean), sino que, eventualmente, malentienden lo que sucede en función de sus ecuaciones particulares. No le compete al observador, pues, juzgar apodícticamente quién dijo “toda la verdad” en el enésimo capítulo de la saga. A su edad supone que cuando se disputan intereses, miles de millones de dólares, es prudente tomar distancia (si usted prefiere, recelar) de todos.
Como conclusiones primarias mientras hierven las dos trincheras apuntemos: a) que los dos ministros dijeron que de las retenciones móviles y los mercados a futuro se hablaría la semana que viene; b) que, si las reacciones son tan polares, la reunión fue mala, como la calificó Eduardo Buzzi.
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Mire a la cámara: También es un dato que ambas parte dedican una fruición especial al espacio mediático. Una parte sustancial de sus preocupaciones son las palabras emitidas fuera del marco del diálogo. Cualquier declaración suscita una sobrerreacción, que muchas veces huele a calculada. Como los participantes en “Todo por un sueño”, se discute tanto sobre la discusión cuanto sobre “el fondo del asunto”.
Buzzi indujo a una segunda ronda del paro con sus imprudentes declaraciones de dos semanas atrás. Ahí le ganó iniciativa al Gobierno.
Escaldado por esa experiencia previa, Alberto Fernández buscó cubrir el flanco que dejara cuando no habló nada, dejándole micrófonos y cámaras a las contrapartes. Sustituyó el silencio por la verborragia (la expresión no es del autor, sino del ministro de Economía, Carlos Fernández): habló media hora casi sin parar. Resaltó puntos febles del “campo”, básicamente su informalidad en materia fiscal y laboral (un guante que no fue levantado), y subrayó hasta la fatiga que el Gobierno quiere acordar.
La Mesa de Enlace, como con bronca y junando, se encerró en el Salón de los Cuadros debatiendo qué iba a decir. Dejó trascender que iba a pernoctar allá y luego explicó que no lo hizo por consideración a la opinión pública, a la que podría haber satisfecho con una conferencia de prensa previa al pernocte. La escena de cuatro agraristas durmiendo en el Salón de los Cuadros, un ambiente cálido, con mucha madera y sillones mullidos, hubiera sido maná para los medios audiovisuales. Confidentes de los ruralistas agregan que hubo disenso entre los líderes de las cuatro corporaciones al respecto.
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Desencuentros: Alberto Fernández calificó a la reunión como “fructífera” y en su torno aseguran que lo hablado en el despacho del ministro de Economía no dejaba prever las reacciones posteriores. “La discusión fue fragorosa, nos pasaron facturas por todos los días de demora. Alberto propuso pensar en lo que viene. Después hubo otros cruces cuando Buzzi pintó un cuadro apocalíptico, diciendo que el país se incendia. Alberto le replicó que exageraba y que hablaba igual que Cecilia Pando. Pero se repasaron los temas y se quedó en la reunión del lunes. Hubo saludos y hasta Llambías le propuso a Carlos Fernández que se mandara a saludar a `los muchachos’ (los vices y los técnicos que se quedaron fuera de la reunión) y así se hizo.”
¿Entonces?, pregunta este diario en pos de que cada sector explique la conducta del otro en términos racionales. “Están peleados entre ellos, la dirigencia intermedia les serrucha el piso, no controlan a los autoconvocados, quieren calentar el acto”, imaginaron desde el sector oficial de Hipólito Yrigoyen y Balcarce.
Los ruralistas opinan distinto, aunque agregan a sus cuitas primeras vituperios por la conferencia de prensa que, a su ver, azuzó el fuego.
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Tranqueras adentro: Según el relato del Gobierno, Alberto Fernández sí prometió ocuparse de los mercados a futuro y de las retenciones móviles a pequeños productores. “Pero ellos no trajeron una propuesta conjunta. Hay una de la Federación Agraria, de segmentación de retenciones móviles, pero Miguens y Llambías no la bancan.” La Mesa de Enlace dice haber entregado una propuesta común.
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Feliz domingo para todos: Si se hila un poco más fino, si se hace abstracción de la grita y las sobreactuaciones, la situación podría parecer menos tremenda aunque siendo dilemática. La propuesta oficial de seguir negociando el lunes está firme y a los dirigentes les será arduo negarse de plano a concurrir.
Las imágenes de ayer quizá radicalicen el acto del 25 de mayo, aunque es difícil imaginar que podría haber tenido otro cariz. “Ahí va estar toda la dirigencia de la oposición, jamás pensamos que nos iban a aplaudir”, cuentan en la Rosada que le dijo el jefe de Gabinete a los ruralistas cuando estos le sugerían avanzar en consensos para distender el clima previo.
Tal vez lo sucedido convenga, en un sentido capcioso, a cada uno de los que cinchan. Pudo ser un objetivo del Gobierno no entregar nada que pudiera ser destituido por la potencial asamblea chacarera.
Para los dirigentes era esencial no mostrar un ápice de defección que pudiera ponerlos a merced de los autoconvocados que ayer les hacían vibrar los celulares. “Nos exigen salir a la ruta ya, no- sotros no queremos pero no sé si podemos pararlos y el Gobierno fomenta la bronca. Quiere que el conflicto se lleve puesta a la dirigencia agropecuaria”, se preocupaba un cuadro de la conducción de la Federación Agraria, cercano a Buzzi, para nada fascinado con la figura del “Melli” Eduardo De Angeli. Esa interna arde, pero de ella no se habla.
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Oy, oy, oy: En medio de los reproches, los productores expresan que se ha vuelto a un punto de ruptura. Pero se precaven de hablar de paro o de amenazar con el desabastecimiento.
Y el Gobierno se esmera en dejar constancia de que está abriendo el diálogo, eso sí, sin aceptar que le impongan fechas o ultimátums. “No entiendo a estos tipos. Son ellos los que no quieren arreglar”, comentan celular mediante portavoces calificados de ambos sectores al cronista. Y se acusan mutuamente de querer romper la negociación. Ante la opinión pública, a ninguno le conviene quedar sindicado como intransigente o responsable de la prolongación (o perpetuación) de la beligerancia.
La comedia de enredos en vivo (que compitió desventajosamente en emoción con la eliminación de San Lorenzo en la Copa) tuvo el sabor de una enésima remake que, como las de Rocky, saturan más y conmueven menos. El cronista no se anima a hablar en nombre del conjunto de la ciudadanía, en su percepción impresionista esos encontronazos mellan la credibilidad de las dos partes y acentúan una fatiga social casi sonora.
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