ECONOMíA › ENTREVISTA AL POLITóLOGO FRANCéS ALAIN ROUQUIé
› Por Fernando Krakowiak
El politólogo francés Alain Rouquié llegó al país hace algunos días invitado por la Alianza Francesa para disertar sobre los desafíos que plantea la globalización y el destino de las integraciones regionales del Sur. En diálogo con PáginaI12 dio sus impresiones sobre el conflicto con el campo, reivindicó la necesidad de diversificar la estructura productiva y aseguró que el Mercosur se encuentra estancado por las diferencias que existen con Brasil y la opción de privilegiar acuerdos bilaterales.
–¿Le sorprendió la dimensión que adquirió el conflicto agrario provocado por la suba de las retenciones?
–Lo vi como algo totalmente normal en un país democrático. Fue un conflicto tributario y ese tipo de conflictos ocurren en todas partes, sobre todo cuando hay prosperidad y los que ganan mucho no quieren pagar más impuestos. Más allá de quién tiene razón, me parece que lo que ocurrió debería servir para que se tome conciencia sobre la necesidad de impulsar una reforma impositiva. El sistema tributario argentino es arcaico. Cuando la Aduana estaba en poder de Buenos Aires, los conflictos internos también giraban en torno de quién controlaba las retenciones. Eso tiene que cambiar. Desde el punto de vista político quedó en evidencia la existencia de dos culturas. Está la cultura democrática, que avanza apostando a construir consensos a partir del diálogo, y la vieja cultura pretoriana que se impuso durante cincuenta años de hegemonía militar y golpismo. Esa cultura reapareció en la retórica, pero por suerte no reapareció en la práctica porque el problema se solucionó de manera democrática recurriendo al Parlamento. La cultura del enfrentamiento amigo-enemigo está retrocediendo a pesar de que se utiliza ese vocabulario.
–Cortar la ruta durante cien días no parece muy democrático.
–Como le dije, en la manifestación del conflicto hubo utilización de viejas prácticas.
–Pero fueron más allá de la retórica.
–En 1995 en Francia tuvimos un conflicto sobre jubilaciones. Hubo un paro general de transporte que paralizó Francia durante 30 días. El que puede paralizar paraliza en cualquier país.
–¿Es posible redistribuir el ingreso sin confrontar?
–La redistribución siempre supone conflicto porque los que tienen que pagar más se resisten. Durante la crisis, los dirigentes del agro ponían el ejemplo de Brasil diciendo que allí tratan bien a los agricultores, pero en ese país la carga tributaria es equivalente al 36 por ciento del Producto y acá está cercana al 20. Los brasileños parecen haber tomado conciencia de la pobreza y se acepta una disciplina tributaria más fuerte.
–Más allá de la cuestión tributaria, en Argentina pareciera que nunca termina de saldarse la discusión sobre cuál debe ser el modelo de país. El agro y la industria siguen rivalizando.
–Nadie está en contra de la industrialización. Hubo políticas antiindustriales, pero no sé ni siquiera si fueron voluntarias. La política de Martínez de Hoz fue una manera de romper cierto tipo de organización social y de imponer una disciplina de trabajo.
–Hay sectores internos que dicen que la industria argentina no es competitiva y que se debería apostar por el agro y los servicios.
–Eso lo decía Federico Pinedo en la década del ’30. La teoría de las ventajas comparativas es sumamente arcaica. Estamos en un mundo en que los países tienen que adaptar su producción a la coyuntura. Hoy la demanda de productos primarios es fuerte, pero mañana puede disminuir. La diversificación de la economía es sumamente importante. Por eso en Europa queremos mantener nuestro sector agrícola. Cuando nos dicen que no somos competitivos y deberíamos dedicarnos a otras cosas decimos que no, porque la gente de mayor edad se acuerda de la guerra. La guerra destruyó la agricultura y no podíamos esperar los barcos que venían de Argentina para darnos alimentos porque no había barcos. Por eso hay un apego tan fuerte a la agricultura. La gente recuerda la penuria y quiere tener seguridad alimentaria, aunque en un mundo globalizado eso pueda parecer irracional. No hay ningún país del mundo que esté condenado a producir un solo producto porque si ese producto entra en crisis el país entra en crisis. Australia es un gran país agropecuario, pero también es un país minero e industrial. Por eso cuando hay una crisis de coyuntura agropecuaria la diversificación permite superar las dificultades. En cambio, para un monoproductor como Venezuela, que importa hasta las ensaladas, cuando el precio del petróleo baja hay crisis como la de 1989, cuando las políticas de ajuste derivaron en el Caracazo.
–¿La integración regional puede ayudar a lograr esa diversificación?
–Ahora la demanda internacional de materias primas es tan fuerte y los precios tan buenos que la idea de diversificación, industrialización e integración desaparece. Las economías de América del Sur están pensando más en el mercado mundial que en el mercado común. Sin embargo, el precio del transporte internacional está creciendo y va a haber una ventaja de proximidad que podría llegar a modificar el escenario.
–La posición que tomó Brasil en la Ronda de Doha provocó diferencias al interior del Mercosur e incluso dentro del G-20.
–El Grupo de los 20 era totalmente artificial porque no tiene ninguna homogeneidad. La India es proteccionista en el campo agrícola. Brasil también es relativamente proteccionista, pero no es sólo un país agrícola. Es un gran país industrial con intereses variados. Entonces se sabía que en algún momento Brasil iba a jugar su propia carta. Ese espacio no podía durar mucho. Brasil fue solidario hasta donde pudo porque no tiene los mismos intereses. Cuando vio que se podía lograr un acuerdo aceptable para sus servicios y su industria y sumamente beneficioso para su agricultura decidió despegarse de Argentina y de la India. Finalmente, la negociación fracasó y ahora son varios los países que apuestan por los acuerdos de comercio bilaterales. Estados Unidos ya está avanzando. Chile es otro que siguió ese camino y Brasil parece que va a terminar orientándose en la misma dirección. Si no hay un acuerdo Mercosur-Unión Europea impulsará uno que sea Brasil-Unión Europea.
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