ECONOMíA › LAS MEDIDAS DEL GOBIERNO PARA CONTROLAR LA CRISIS EN LA ARGENTINA
› Por Daniel Miguez
De la crisis internacional que ya escapa de las finanzas para empezar a derramar sus efectos en la economía real (consumo, salarios, empleo) en distintas partes del mundo, al Gobierno le interesa especialmente lo que les sucede a los países que compran productos argentinos y a los que pueden ser una amenaza de invasión de mercaderías que afecten a la industria local. En esa lista y en ambos rubros, está primero Brasil. Por eso lo que pasa allí se monitorea sin descanso desde la Casa Rosada, siguiendo el ritmo de la intensa demanda de información de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Y ya se piensa en medidas preventivas, algunas que no son enteramente del gusto de los exportadores como, por ejemplo, no permitir que el dólar siga subiendo de precio para equiparar la devaluación del real. “Fluctuación controlada por el Banco Central” fue la orden tajante de la Presidenta, que además habría indicado que no se lo deje avanzar más allá de los 3,35 pesos, según pudo saber PáginaI12. El viernes el dólar cerró a 3,27.
La Presidenta avanzó también con la idea de una reunión al máximo nivel del Mercosur, que podría llevarse a cabo en los próximos días. Si esto no llega a concretarse, seguramente habrá un encuentro de cancilleres y ministros de Economía. En ese sentido, la Presidenta y su par de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, parecen estar en la misma sintonía, ya que Lula había señalado que, ante la crisis, el Mercosur debe darse una estrategia en común. La devaluación del real implica un problema complejo para la Argentina, porque con un dólar alto las empresas brasileñas van a estar en mejores condiciones de colocar sus productos aquí y no les será conveniente importar. Pero tampoco se puede tomar medidas excesivamente proteccionistas que impliquen un contragolpe brasileño aún más duro.
“Nosotros seguimos paso a paso lo que ocurre en Brasil y haremos todo lo posible para que el comercio bilateral no se desequilibre, pero los empresarios también van a tener que adoptar nuevas estrategias para no perder competitividad. No es cuestión de quedarse sentados recibiendo los beneficios de un cambio favorable y que cuando la ecuación cambia, esperar que el Estado me lo solucione”, señaló una alta fuente del Gobierno a este diario.
En el Gobierno no sólo hacen un seguimiento de cómo evoluciona Brasil sino también están ajustando la mira sobre los efectos reales que tiene o puede tener en la Argentina. La prevención es que algunos empresarios se escuden en la crisis mundial o en la brasileña específicamente y argumenten perjuicios que en realidad no sufren para sacar más rentabilidad, ajustando el costo laboral. Esta desconfianza fue abonada por versiones que empezaron a circular los últimos días acerca de suspensiones y hasta posibles despidos en empresas para las cuales la situación objetivamente no varió.
Incluso, dicen en la Casa Rosada, la suspensión por 24 horas el viernes pasado de todo el personal de la automotriz Iveco –noticia excesivamente promocionada para el gusto del Gobierno– se debió a un desfase en la entrega de insumos desde Brasil y no a una merma en la producción. El tema se lo explicó a la Presidenta el secretario de Industria Fernando Fraguío, que entre 2004 y 2007 fue justamente el presidente de Iveco.
Por su experiencia en el rubro automotor, de estrecho vínculo con Brasil, donde hasta presidió la cámara de fabricantes, Fraguío es por estos días un hombre de consulta permanente del jefe de Gabinete, Sergio Massa, a quien la Presidenta puso al frente de una comisión para el seguimiento de la crisis internacional. En la última semana, Massa también habló como nunca lo había hecho en su vida con el secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, Alfredo Chiaradía.
El jefe de Gabinete mantuvo informada permanentemente a la Presidenta durante toda la semana, incluyendo ayer, cuando fue por el fin de semana a El Calafate. La Presidenta quiso precisiones de primera mano y llamó también al ministro de Economía, Carlos Fernández, y al presidente del Banco Central, Martín Redrado, que están en Washington participando de la reunión del FMI. La última vez que se comunicó con Fernández fue ayer a la tarde para saber cómo le había ido y, sobre todo, cuál era la mirada del secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, durante la reunión que mantuvo con los ministros de Economía de Argentina, Colombia, Chile y Uruguay.
Las reuniones de Massa con los funcionarios que manejan el comercio exterior, la recaudación, el presupuesto y las variables cambiarias parecen orientarse a reforzar los acuerdos con Brasil que garanticen la producción a las empresas argentinas. Por ejemplo, el riguroso cumplimiento de los cupos de exportación e importación en los rubros en que los hubiera. Y también a desoír a quienes piden que el peso siga los vaivenes del real, como lo hizo en los últimos días el ex ministro Roberto Lavagna, que dijo que “ignorar una devaluación del 40 por ciento en nuestro principal mercado competidor es el peor camino posible”. La lógica es que el aumento del dólar en Brasil ni inmuta a sus habitantes, pero en Argentina se transforma inmediatamente en una suerte de psicosis donde la gente empieza a hacer colas para hacerse de billetes estadounidenses y los comerciantes a remarcar los precios, sin sustento razonable.
El Banco Central va a vender lo que haga falta para que el precio del dólar no se dispare, pero si no hubiera temor entre los ahorristas la autoridad monetaria no tendría que andar desembolsando importantes sumas como ocurre en una corrida. Ya ocurrió por el efecto de una engañosa cadena de mails durante el conflicto de los productores agropecuarios. Por eso la intención es seguir la evolución del dólar para plancharlo antes de que supere los 3,35 pesos. La decisión tiene el apoyo de la Unión Industrial Argentina. Su presidente, Juan Lascurain, afirmó que “no podemos seguir la devaluación abrupta de Brasil ni la de Chile. Tenemos realidades distintas. Con devaluaciones abruptas hubo experiencias que no fueron buenas en materia inflacionaria”.
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